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Operación: Cuñada (25)

martes, 04 de octubre de 2022
...
Después de aquel segundo arresto, y esta vez por puro azar, se cruzó con su Paloma en la mismísima Plaza de España:
-Orlando, ¿viste a Valerio, no bajó contigo?
-¡No; en la primera de las guaguas, en esta que aún está aquí, no bajó! Me pareció verlo arriba, con el Mayor... ¡Espérale en la segunda, que está a llegar!
-¡Acércate más, acércate a mi oreja, que no te he oído, y tengo que recordarte algo! ¿Me olvidaste...?
-Paloma, hay demasiada gente todo por aquí, y no los puedo vigilar a todos, que alguno puede escuchar, al pasar... ¡Esto no es el piso de los Sanjurjo de Mendoza!
-Estuve esperándote en aquella ventana, más de una tarde... ¡Cobarde, desagradecido, eunuco...!
-Mujer, bien que lo siento, ¡que a nadie le amarga un dulce!, pero esas ventanas no son cosa mía, que yo tengo encomendadas otras guardias...
-Entonces peor para ti, que tendré que seguir intrigando, y ya llevas dos o tres arrestos, indirectamente por culpa mía, ¡en un mes!
En aquel instante llegó la segunda de las guaguas, con la mala ventura de que Valerio ya los vio por las puertas de vaivén del casino, que alguien las había dejado fijas.
-...
-¿Teniente Neira, tiene algún recado que darme...?
-No, capitán; es simplemente que su señora estaba preguntándome si bajara usted...; ¡eso, en la primera!
-Entonces, retírese, que ya me ve.
-¡A sus órdenes; y también a las suyas, señora!
...
A dos pasos de la fatídica puerta, Orlando se topó con su asistente, que iba a buscarle al Casino.
-¿Qué haces aquí, que este no es lugar para ti; no te cansas de subir la mano?
-¡Me mandó doña Felisa a preguntar por usted, que como suele venir en la primera..., y no daba llegado...!
-Un asistente no tiene nada que husmear, en parte alguna, y menos aquí, en esta puerta de los cocodrilos...
-Daquella ya me voy, si no manda algo... ¡Ah, mi teniente! ¿Tengo que ir con ustedes para Tabel-kuct..., con lo bien que estaba aquí?
-¿Que dices, chalado? ¡Y luego que no se dice "daquella"; apréndete el castellano, que es obligatorio! ¡Largo, a paso ligero!
-¡Es que..., como usted va destinado a Tabel-kuct..., entonces pensé que yo..., como soy su asistente...!
Orlando empezó a tomarle en serio, pero se resistía a creer que tal fose posible. ¡Un bulo más de "radio macuto", de aquellos que circulaban a toda velocidad por el cuartel!
-¿Que voy destinado, qué? ¿Quién te metió esa trola, payaso?
-Me lo dijo, hace un momento, el propio asistente del capitán Valerio, que su jefe lo estuvo hablando con un teniente coronel, sin guardarse de que lo tenían cerca, aguardando por no sé qué, y les oyó que hablaban de su sustituto en la compañía, que usted va destacado... Eso me dijo, que yo, lo que es levantar falso testimonio...! ¡Aún no olvidé el Catecismo! ¡En cosas del Estado, Dios me libre!
-¿De qué Estado, del Estado Mayor? ¡Tu estado es el de la idiotez! Rapaz, a ti este último siroco te tupió las orejas. ¡Anda, vete a la enfermería, a reconocimiento, mañana mismo!
-.-

Al día siguiente, arriba, en Tiradores, en la oficina de la Tercera Compañía del Primer Tabor:
-...
-Capitán, le quiero presentar esta solicitud, por conducto reglamentario, para un curso de Automovilismo, al que tengo derecho, que aquí le va el baremo de mi puntuación. ¡Renuncié al anterior porque me casé por aquellas fechas, así que ahora tengo preferencia, absoluta, según la convocatoria...!
Valerio le clavó en sus ojos, ¡y menos mal que los ojos no disparan, pero si devuelven!
-¡No puede ser! Además, usted tiene dicho, y en público, que no le interesaban esos cursos... ¡Todo Ejército tiene, y debe tener, sus sátrapas, que vienen a ser los ojos, pero también los oídos, del Mando!
-¡Lo consulté con la almohada, que si algo falta en el Ejército suele ser la reflexión! ¡Como mejor se sirve a la Patria, actualmente, es preparándonos para la tecnificación, para la mecanización que se nos viene encima, que eso de avanzar a rastras por entre los cactus empieza a estar obsoleto!
-No puede ser, le repito, porque..., ¡porque usted sale para Tabel-kuct, indefinidamente, como refuerzos, como agregado! ¡Es una orden de arriba, de muy arriba, o de muy abajo, según se mire, que no es mía, que viene del Estado Mayor, de las oficinas de abajo, de las de la Plaza de España!
El subordinado, a un paso de insubordinársele:
-De metido en esta coyuntura, ya haré constar, donde y cuando proceda, que aquí hay tenientes recientemente incorporados, ¡y sin familia!, circunstancias que me dan preferencia para residir en esta plaza. Usted tiene que darles curso a las peticiones fundadas para cursos de sus subordinados, valga la redundancia; ¡y luego está que me sé de memoria las Ordenanzas...!
-No entiendo cómo pudo informarse, salvo que practique eso que dicen de la telepatía, ¡que yo no lo comenté con nadie!
-En lo de la telepatía no yerra, que esa virtud o condición tengo; ¡esa también!
Esto último no lo entendió Valerio, pero tampoco era preciso, pues aquel mano-a-mano estaba yéndose en favor de su teniente.
-Bien, cursaré esta instancia..., si está en forma, pero esto es un golpe bajo, una insubordinación, ¡otra!
-¡No, señor, de golpe, nada; esto es un contragolpe, pero de naturaleza defensiva; séase, un golpe de instancia, con todos los derechos en el guante, en el de boxeo..., donde otros usan herraduras!
...
Días después, a la noche, problemas domésticos:
-...
-¡Felisa, prepara as maletas, que salimos para Madrid, en el avión de Iberia de este domingo!
Su reacción fue inmediata, fulminante, una resurrección:
-¿Para Madrid? ¿Ya? ¡Ay qué bien! ¡Adiós Territorio; por mí, así te borren del mapa, querido Ifni de mis disgustos! Lo único que siento es quedarme sin los sobrinos...
-¿Por qué lo dices; te has vuelto loca?
-¡Hombre, y aún me lo preguntas! Sólo tuvo de bueno que te encontré, y para eso te pagué bien caro, que no fuiste fácil de amansar, de amoldarte a lo que debe ser una vida hogareña!
-Paso porque tengas quejas de mí, de mi relación contigo, pero, del Territorio...? ¡Aquí mejoraste, aprendiste...!
-Aprendería lo mismo viendo una película, y de puestos así, yo haría cuatro partes de esta gándara; como quien dice, cuatro cuarterones: Los militares de graduación, que os ahumáis en ese Casino donde os tenéis por ministros del mismísimo Pardo, sin percibir que el vuestro, vuestro Pardo, el de aquí..., ¡es el señor Pardo de Santayana! Después vienen los suboficiales y los civiles, siempre al rabo vuestro, que ya parecen la escolta de Franco! Y luego están esos nativos, manejados por los españoles, ¡de abajo arriba, y de arriba abajo!, pero más bien por sus Notables, ¡que son unos notables piojosos, igualitos que un rebaño de ovejas pardas, esos de la chilaba parda! En eso, como las ovejas de Riós, que primero había que descubrirlas por entre las urces, y después separarlas de las portuguesas, ¡que ni el diablo distinguía cuales eran las de cada país!
-¡Vaya, mujer, algo aprendiste, que esa faceta sociológica no estaba en tu repertorio! ¿Cal es la cuarta, la otra porción?
-El resto que lo lleve el siroco, que ahora ya sé que está casado con la plaga de la langosta! Algún día, cuando os desengañéis, unos y otros, de la inutilidad de estas fincas comunales, ya se verá el reparto: ¡langostas y sirocos! Mira, rapaz, en este aburrimiento, de fracasada en eso del francés, llegué a la conclusión de que todo esto es un invento de nuestra España farandulera... ¡Otra tierra de hidalgos!
-¿Qué es eso de invento? ¡Si te oyen los de la Policía, ahora que se están reorganizando...! ¡Territorio de Soberanía, mujer, que te lo dije mil veces!
-Yo también te lo he rebatido, por lo menos otras mil, que tiene razón ese Carlos, que soberanos, lo que se dice soberanos, sólo son los Reyes, tal que los ingleses! Soberana voy a ser yo, yo misma, ¡una reina!, allá en Madrid, contigo, ¡que tú eres mi Rey, el único que tengo! Lejos de esta colmena loca, asirocada, holgada, del Casino, donde todo son reinas...; ¡reinas y zánganos, que las obreras están fuera de ese enjambre...! En Madrid nadie sabrá si soy la mujer de un sargento, o la de un teniente..., ¡o la del general Pim-Pam-Pum-Fuego!
-Mujer, un Casino cívico-militar, social y recreativo, como es el nuestro, este de Ifni, no se puede conceptuar así. ¡Algo aprendiste, pero más te falta...!
-¡Ya está el reviravueltas...! Lo único en que me equivoqué fue en llamaros abejas...; ¡avispas, debiera decir, que de holgados, ni compañerismo ni trabajo! Los que me dan pena son esos soldaditos, tan escocidos que andan, y lo poco que participan de los impuestos que paga su familia, que todo lo metéis en balas! ¿Haciendo Patria...? ¡De esa Patria me río yo: con los niños a hombros, o apaciguando en ellos, todo por aquí, en tierra o en la playa, mañana por tarde, para después dormir en un catre!
Orlando se cansó de aquella diatriba, tan habitual en ellos:
-Felisa, corta con esa verborrea, que para que no sigas divagando tendré que sacarte de esas ilusiones infundadas: Es cierto que salimos para Madrid, pero sólo por tres meses, lo que dura un curso de Automovilismo, que por fin me lo concedieron!
Con esta inesperada puntualización, la cónyuge se vio metida en un eclipse. Se sentó para no venirse al suelo:
-Siendo así, ¿yo...? ¡Por tres meses no me voy, que a la vuelta, después de la buena vida madrileña, no seré capaz de acostumbrarme, de nuevo, a este maldito Territorio!
El marido, que no contaba con aquel dilema:
-Puedes irte para Verín, que así el cambio no es tan radical... –Propuso, creyendo que le agradaría.
-¡Ni Madrid, ni Verín! Yo te espero aquí, aquí mismo, haciéndome a la idea de que soy la mujer de un emigrante, que me quedo con mi hermana, ayudándole a cuidar de Miguel, y de Bertita, que ella, mujer de un sargento, no tiene niñeros por cuenta del Gobierno!
Rotundamente sorprendido:
-¡Cando yo digo que eres una veleta...! ¡Pero si acabas de saltar de gozo, con eso del viaje...!
-Orlandiño, de veras, hazme caso, que lo único que te pido, y deseo, es irnos de vez, definitivamente, así te manden a los Pirineos! Para tres meses, y luego volver, desde que me acostumbre a la buena vida, y máxime en Madrid..., que ni allí estaría a gusto, contando los días... Y luego que también te beneficio, que así te concentras en lo tuyo, en lo que tengas que estudiar... ¡A ver si llegas a piloto de los aviones, que eso de los autos para ti se me hace poco!
Aquella separación no entraba en sus planes, pero se percató de que incluso le tenía que estar agradecido.
-Tu ignorancia no tiene remedio, pero, ¡dejémoslo así! En este caso, ¿quién se acostará contigo? ¡Como llegue a saber que se te acerca ese Carlos...?
-¡Bobo! ¿Por quién me tomas? Dormiré con la niña, con Bertita, que por algo es mi ahijada...
-¡Te meará de cuando en vez..., con el gusto de estar en mi sitio!
-Anda que así, con estas vacaciones, que para mí lo serán, aprendo a criar hijos..., para cuando podamos tener los nuestros! Tú pórtate bien en los madriles, que yo, de los señoritos, ya sabes que desconfío, ¡y quizás menos de lo debido!
-¡Felisa, por estas, que son cruces...; te lo juro!
-¡No sé, no sé, que yo, tal como los carabineros, que ellos, así fuese por debajo de la saya, siempre encontraban algo!
-.-
Gómez Vilabella, Xosé M.
Gómez Vilabella, Xosé M.


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