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Vicios y caracteres

lunes, 03 de octubre de 2022
Para mi amiga Lili de Covas, siempre valiente, coherente y luchadora. Gracias por ser así.

Una de las cosas que más me llama la atención es el afán autodestructivo del ser humano. Comprendo que la juventud no es una etapa muy propicia para la reflexión, pero la madurez debiera serlo y, sin embargo, muchas veces no corregimos nuestros defectos, lo cual es una prueba inequívoca de que, o bien no somos muy inteligentes, o bien compramos voluntariamente boletos para nuestra autodestrucción. Me refiero concretamente a los vicios de comer en exceso, beber y fumar tan extendido entre mucha gente que conozco.

Errores los cometemos todos, pero es preciso ser conscientes de ello y luchar por corregirlos. Mantener la dinámica degradante es, o bien aceptar a pie juntillas el inexorable camino, o bien ser consciente del necesario cambio y luchar con ahínco para ello. Y no es fácil esa lucha, ni mucho menos, pero es vital, nunca mejor dicho.

Otro problema social muy preocupante, y que tiene que ver con nuestro carácter, es la dejadez, el pasotismo, la indolencia y la búsqueda de disculpas para no implicarnos en nada que nos pueda afectar y dejar en manos ajenas las soluciones de los problemas. Si no hay médicos, si funcionan mal los servicios, si no hay responsabilidad de los encargados de velar por el bien común... escondemos el ala y nos instalamos en nuestra comodidad y cobardía. Antes, lo único que se nos daba bien era quejarnos, ahora eso ya lo aceptamos como animal de compañía y, aunque en nuestro fuero interno nos amargue, nos hemos habituado a vivir en ese lamentable estado de desánimo. Me van a perdonar, pero eso a mi me lleva a la conclusión de que vivo rodeado de zombis.

Ya Diógenes, con su sagaz ironía, buscaba a un "hombre" y Hemingway decía: "El hombre puede ser derrotado, pero no destruido". Y si Diógenes tenía tantas dificultades para encontrar a alguien con personalidad y criterio propio, con valor para afrontar los problemas, con sinceridad para decir lo que piensa, con la dignidad requerida para afrontar cualquier situación, con el aplomo de ser coherente con sus principios... Díganme a mi, si hacen el favor, ¿a cuántos conocen?. Porque los que vamos encontrando son incoherentes, serviles, pusilánimes, acomodaticios, fanfarrones de taberna, machitos ibéricos, vanidosos y altivos, holgazanes, vagos y maleantes, vulgares y cretinos, vocingleros e ignorantes, pretenciosos inteligentes que presumen de ignorantes, tontos en todas su variantes, cobardes, mezquinos y ruines... y, si sigo, escribiendo acabo el artículo con calificaciones. Porque hay muchos más, quienes ganan batallas y guerras con la pretensión de la lengua, quienes son reyes del mambo en todas las facetas y un largo etcétera. Pero a mí sólo me interesan los hombres. Los que viven con humildad y coherencia a sus principios; los que se sienten solidarios y luchan en su campo por un mundo más igualitario; los que sirviendo no son serviles; los que se defienden sus opiniones con rigor y sinceridad; los que llevan la hombría en sus actos, no en la entrepierna; los valientes que dan la cara cuando es menester y no los oportunistas tan abundantes... Hay hombres, pero son escasos, muy escasos.

Por ello urge fomentar en las nuevas generaciones las responsabilidades cívicas; porque es preciso combatir el deterioro ético y evitar que prime el egoísmo, la situación personal, la competitividad económica u otras vanidades absurdas. Es muy necesario educar para la lucha pacífica en conquistas sociales y no desfallecer por uno o muchos fracasos. El arma de los inmovilistas es fomentar el cansancio, la abulia, el derrotismo... Nunca escuchéis a los que justifican la inación porque son los primeros enemigos de vuestra libertad. No, no es cristiana la resignación, porque es injusta. De la muerte de Cristo fue culpable la cobardía de muchos de sus seguidores.

Vivimos en una sociedad terriblemente egoísta, insolidaria e inhumana. Fomentamos el desánimo, la desconfianza, y otras negatividades y usamos la envidia, la maledicencia y otras artimañas, cada cual más ruin, para el desprestigio ajeno.

Y es que además nos hemos habituado a vivir mirando para otro lado y no queremos enfrentarnos a nada ni nadie que dañe nuestro hábitat o incluso a nuestros jóvenes. La degradación moral llega a tales extremos que recuerdo a algunas personas, en las Rías Baixas, llamarle buenas personas a los narcos. ¿Vamos ahora a confundir a unos asesinos con buena gente? Tolerancia, si; gilipollas, no. Y con la droga todavía no hay solución.

A las cosas hay que llamarlas por su nombre y decir, por ejemplo, que están plagando el país de casas de apuestas, cuyos dueños se pueden intuir que forman parte de esa camarilla de indeseables; pero la ciudadanía, por el miedo a que le llamen represora y siendo pasota, ni se molesta en oponerse a ellas, sin considerar que cualquier adición crea esclavos y destruye a las personas. ¡Qué casualidad resulta que los autoproclamados liberales de este País usen la palabra libertad para defender estas instalaciones y permitan exprimir el dinero de los ingenuos y crear una masa ciudadana enganchada a las tragaperras!. ¡Qué poco conocen la libertad y como la manipulan para crear esclavos! Si no, de que iban vivir ellos.

Decía al principio que errores los cometemos todos, pero siempre existe la posibilidad de rectificar. Yo también conozco el fatalismo o el derrotismo, pero me niego a aceptarlos y, aunque hace muchos años que tengo las mismas sensaciones, no por ello dejo de insistir y resistir ante el desánimo y la desilusión.

No, ahora que nuestros pueblos están en una dinámica decadente, ahora que los individuos son cada vez más individuos para huir de la colectividad, ahora que los principios se han trocado en títulos nobiliarios para desaparecer, ahora que las criaturas necesitan el aliento que los enderece por el camino de la ilusión... ahora resulta urgente y necesario que todos creemos una sociedad más unida, más luchadora, más humana, más digna de nosotros y eso implica mayor felicidad. Y sólo hay que mirar para las cosas que funcionan bien para sentirla.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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