Opinión en Galicia

Buscador


autor opinión

Editorial

Ver todos los editoriales »

Archivo

Operación: Cuñada (18)

martes, 16 de agosto de 2022
...
-Esta vajilla tendrá que ser de doce, ¡que te conozco!, que cuando lleguemos a Ifni, si es que eses morangos, eses guatanes, que se hacen tan amigos de España, nos dejan pasar, que ya oíste que hubo algaradas en contra de los franceses, ayer, por ahí adelante, no sé dónde... Cuando lleguemos, digo, tu querrás invitar a no sé cuántos, y como lleven los hijos, con lo fedellones que son tus colegas..., ¡mesa redonda!
Este hombre, me puso mala cara, y no sé el motivo, que cuanto dije es la pura verdad, que estos militares de las estrellas cando no tienen guerras, ensayan en casa, ¡y después los asistentes venga lavar pañales...!
-Felisa, modérate, que tener una familia numerosa es indiciario de un alto patriotismo, que por algo el Caudillo no se cansa de impartir y de repartir premios, pabellón doble, becas, etcétera, etcétera.
Pero Felisa, que oyera otras cosas en su frontera, lugar en el que suelen arraigar los desafectos, de uno y de otro lado:
-¡Carafio con el ferrolano! Una sola hija, y para eso hay quien opina que se parece a su hermano, aquel que fue aviador...
Orlando disparó tal puñada que a poco hiende el velador de mármol:
-Felisona, como sueltes esa injuria en Sidi Ifni, yo acabaré en el castillo de Mahón, que van pensar que es una inventada mía!
-¡Pues no estaría mal ese ascenso: en vez de paço, castillo!
Tampoco ese día hubo tiendas con lo malhumorado que se puso Neira. Si no llegan a estar en público...; ¡pero fue mejor que los cogiese aquella turbulencia al aire libre, en la espaciosa Plaza de España!
-.-

...
El coche de la empresa Bernal apestaba a gasoil, a alquitrán, a sudor, a perfumes exóticos y baratos, pero, en especial, al polvo del camino, pues camino era y no carretera, principalmente en el trayecto de Agadir para abajo, mas, ¡no había otro! Les subieron las maletas, atándolas con cuerdas de cáñamo, sin miramiento alguno, y eso que eran de cuero bien curtido, compradas, elegidas, en Madrid... Ellos se acurrucaron por donde pudieron, en aquellos asientos de suplicio, pero, ¡había que regresar a Ifni, a la tierra prometida, conquistada a golpe de regalos, es especial monedas de plata, a puñados, de lo que aún daba fe la buena fe, la sinceridad, de Mohammed ben Taki, uno de aquellos patriarcas que acogieron, de segundas que no de primeras, al inefable Capaz! Ben Taki era el único musulmán del Territorio con tres mujeres, consecuencia directa de aquella plata española, que eso decían, o difamaban, algunos que se tuvieron por historiadores.
-Felisa, despierta, que acabamos de pasar por Mirlef; ¡dentro de nada ya estaremos en la gloria, en la "Gloria" del Maestro Pepe, ¿recuerdas? ¡Aquellos pastelitos que te encantan para desayunar, en Sidi Ifni!
No era exacto, que de gloria, en Ifni, poco había; ni en aquellos tiempos ni nunca. Lo único que recibía ese calificativo, La Gloria, era un cafetín sito en la Calle Fernández de Lugo, regido por un albañil-panadero, el Maestro Pepe, una primera paleta, también de los tiempos de Capaz, conjuntamente con el otro panadero, Paniagua, ¡Paniagua de Hoces! La Gloria, poco después, desde que arrancó aquella modestísima emisora de radio, ¡Radio Ifni!, se hizo más célebre aún, más que por el café en sí, ¡que en Ifni era de Puerto Franco!, por aquel slogan de, “El café de la Gloria altera los nervios, pero, ¡es tan rico...!
El Casino de Oficiales tampoco era la gloria, aunque la imitaba, en aquel ambiente colonialista, imperialista, endiosado.
Fue el Chelja, o Cherja, que de las dos maneras lo nombraban, (otro contrabandista, pero este lo era de desertores, nuestros y de los otros, amén de su tráfico de prostitutas, armas, grifa, preservativos..., ¡de todo, menos café!), quien los llevó en su taxi para Suerte Loca, un hotel modesto, vetusto, pero acogedor, cargado de historia ya que empezara a construirse en el mismo 34, con Capaz.
Operación: Cuñada (18)
Hoy en francés, y pintado de azul.

Les dieron una habitación de fachada, con terraza al frente y con el mar en ángulo, que si bien no era paceña por lo menos servía para dormir a cubierto en tanto en cuanto el matrimonio Neira no obtuviese uno de aquellos pabellones modernistas, adosados o casi, que fueron construidos, en perfecta alineación, ¡otra Ciudad Lineal!, por soldados especialistas, mano a mano con moros y cristianos. Pabellones, sí, pero, puerto, no, pues aquello de la "Pesquería" del Adelantado Fernández de Lugo ya estaba archivado, ¡archivado y olvidado!
En el Suerte Loca por entonces ya tenían agua corriente, de la nueva traída, efectuada precisamente por un contratista gallego, Raimundo Vázquez; un baño común, colectivo, con las esperas del caso en ciertas horas, pero lo positivo fue que así pudieron refregarse la costra asumida en el viaje, en aquel indescriptible Bernal...
Por ausencia de la propietaria, mamá-Concha, les dio la bienvenida y les acomodó, su alter ego, Ayed, que era el mejor cocinero del Territorio, con la posible excepción de Manolo, el del Casino. ¿Menú? ¡Huevos con patatas y patatas con huevos, bien regados y coloreados con tomate, seguidos de cazón, un pescado despreciable en la Península pero no en Ifni, cocido con patatas, ajos y cebolla! De postre, chumbos, ¡a granel!
Para la cena fueron al Casino, donde la carta era más amplia y más substanciosa, pero aquel ambiente, aquellas alternancias, aquellas presentaciones, aquellos parabienes afectados, con modales peliculeros, ¡salvo honrosas excepciones, por supuesto!, no le prestaban a Felisa, a la simplona de Felisa, que aún bien no entraran en la intimidad de su alcoba del Suerte Loca cuando se despachó con una catarata verbal:
-Si tardan en darte ese pabellón, vete buscando una casa moruna, así sea de esas de adobes, que yo no como en ese Casino, ni que me lo den por penitencia!
Orlando no la entendió, o no quiso entenderla:
-Si quieres volver a las cavernas, en ese caso vete para la casa de tu hermana..., que por cierto aún no sabe que estamos aquí, pero mañana subo a Tiradores..., y me veo con tu cuñado.
-Tampoco es eso. Te emperras en que alternemos con eses empecinados, que bien me percaté de eso esta tarde, y tú lo haces precisamente con los más chuletas, ¡otros hidalgos, supongo!, pero sus mujeres aún me parecen peores; ¡más cursis y más mojigatas que las monjas de Verín, aquellas con las que estudié...!
Orlando, de maestre de ceremonias, desbravando en su moza:
-Aunque así fuese, que son figuraciones tuyas, complejos que se dice, esas son las mujeres de tu prójimo, y tú eres la mía; ¡por ende, ni te dan ni te quitan!
-¿Qué no? ¡Esas le quitan la vergüenza a cualquiera..., si las imitas! No las aturo, que alguna de ellas incluso se rio en mis propias narices de cuanto dije, ¡y eso que procuré contar de nuestro viaje lo menos posible!
-Mujer, entre matrimonios no hay temas tabú..., ¡que estamos dentro de un mismo sacramento!
-¡Ni tablas ni tubos! Haciendo que contaban de lo de ellas, lo que querían saber era qué tal nos fuera a nosotros con eso del desvirgue... ¡Puercas, que alguna también fue cuñada, y echaron la red con lo que tenían...! ¡Eso, con lo que tenían! ¿Sabes lo que sé por mi hermana? Me contó que una vez, en el aeropuerto, cuando llegó la mujer de uno de esos del Banco, que se casaran por poderes, estas damas de tu Casino le pidieron al General Tutor que no le dejase acercarse al aparato...; ¿y sabes para qué? ¡Pues, para verlos besarse, delante de ellas, en lo alto de la escalinata! ¡La cabra, de holgada, da con los cuernos en el culo, que es para donde les miran!
Operación: Cuñada (18)
-¡Felisona, Felisona...! Si se ríen de ti, tú más, tú también, que ocasión tendrás para ello, si tan afectadas y tan melindrosas se hacen. ¡Pero sólo tienes lengua para enrabietarte conmigo, conmigo y con mi madre!
-¡Vaya, hombre; descubriste las Américas! ¡Lo de reír es poco, que si pillo por Riós a esas presumidas..., las tiro al río Feces!
-¿A todas? ¡Son muchas, y alguna de ellas, amazónica!
-Mayormente esa urraca de las uñas ensangrentadas, esa que vino de Madrid para casar con tu capitán, con el Valerio..., ¡con un viudo!, que va y me dice tan fresca: "¡Uih, nena, por Dios, cómo tienes esas manos, que aún rascan...! Siquiera lávatelas para venir al Casino..., ¡que ni que fregases, y creo que estáis de hotel!".
-¡A ver, Felisa...! Pues es cierto que aún te quedan asperezas, que supongo te vienen de cando trabajabas en la tierra..., sin guantes, en tu Riós, ¡a la vez que con el contrabando...! El caso es que nunca reparé en eso...
-Porque para ti, de mi persona, lo de menos son las manos. ¡Sería distinto si yo fuese el hombre...!
El teniente, amoscado, e incluso avergonzado:
-Tienes que darte una crema... ¡Pídela en la farmacia de Petit! ¿Y tú, que le respondiste?
-¡Nada! ¡Sólo que me dieron en arder las mejillas!
-Debieras decirle: Tú, que te das de culta, ¿sabes o no sabes que hubo una fregona ilustre? Y añadirle: ¡yo las tengo así de acariciarle las barbas a mi Orlando! ¡Más o menos, que hay que ser ocurrente, con oportunidad, y saber devolverlas!
-Orlandiño, antes no me atreví a decirte la verdad, pero, ¡ya que me atacas...! Le dije: Señora, tan pronto como tengamos casa, volveré a fregar, en por mí, que mi marido tiene diez caseros, pero mientras Dios me de salud, nuestro asistente no le tocará a la cocina, ni a la plancha, ni al lavadero..., que sólo me hará los recados, y para eso, no todos, que no lo quiero en casa para clavar sus ojos en mis piernas, como dicen que hacen algunas, todo por aquí, alrededor nuestro!
-¿Te atreviste...? ¡Pues en ese caso mereces una medalla al valor. ¡Te daré un beso, de los de tornillo!
-Aún hay más, que como murmuró no sé qué, le añadí que, con callos o sin ellos, yo tengo un hombre de estrena, y no preciso de los asistentes para que me pongan salida. ¡A poco nos pegamos, allí por junto de eso que llaman la pérgola!
El teniente también rezongó:
-¿De verdad que se lo dijiste, así, mirándola a los ojos? En este caso, una de dos: ¡O se lo cuenta a su hombre, o a las amigas! ¡Mal empezamos, Felisona! ¡O nos echan del Casino, o del Territorio..., por impresentables!
-No paró ahí la cosa, que esa puta me las devolvió. Me dijo que poco mujer es la que se conforma con un sólo hombre, y que, de puestos así, te voy a tener que compartir con ella. ¡Fuera de los carabineros de Verín, nadie me ofendió tanto, nunca, ni tu madre! De hoy en adelante, cuando comamos en el Casino, según bajas de Tiradores me recoges en la Casa de España, que yo, lo que es en la terraza del Casino, sola, ni por penitencia!
-¡Esto es una vergüenza! ¿Qué dirán de nosotros, tanto los oficiales como los suboficiales? ¡Tienes que ser responsable, comedida...; aprender a ser señora, por mucho que alguna de las otras no lo sea!
Ella, haciendo que rezaba el rosario, no le contestó, pero el diablo, ni con rosario ni sin él, que lo tuvo media noche de reflexiones:
Tú no sabes de qué parte vienen los tiros, pero yo sí: Esa Paloma, que es hermana de un comandante que ahora está destinado en el Sáhara, cuando llegó al Territorio se volvía loca por bailar conmigo, que en la fiesta de la Patrona del año pasado se me ofreció para enseñarme el chotis, y lo bailamos! He salido con ella, pero a los pocos días di en acercarme por la Casa de España, que era el único sitio donde dejaban entrar a esta cuñada de mi sargento... Aceleré el casamiento con esta Felisa porque me enloquecieron sus curvas, su sex-appel, pero ella, Paloma, también lo hizo, y de inmediato, con un viudo, ambas parejas sin amonestaciones: ¡yo, frustrado, hecho un carnívoro, y ella, por las trazas, también! ¡Dios, qué distinto sería con aquella maestra, con mi Manolita, aquel ángel de Sarceda...!
-.-
Gómez Vilabella, Xosé M.
Gómez Vilabella, Xosé M.


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


PUBLICIDAD
ACTUALIDAD GALICIADIGITAL
Blog de GaliciaDigital
PUBLICACIONES