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El ingeniero (San Pablo, Brasil. 1968)

jueves, 21 de abril de 2022
Antonio llegó a San Paulo en un camión ya entrada la tarde. Le dijo al chofer que lo dejara cerca de los bomberos, porque con la experiencia pasada quería cambiar de cadena hotelera. Como no conocía la ciudad, lo dejó en una esquina bastante céntrica donde había una pizzería. Se bajó con suequipaje y al primer tipo que pasó le preguntó dónde quedaban los bomberos.

La pregunta le pudo haber parecido un poco insólita, que en un día espléndido en el centro de una animada ciudad alguien te pregunte "¿dónde están los bomberos?", debe por lo menos sorprender, porque le empezó a preguntar quién era, qué hacía, si tenía documentos. Le faltó pedirle el permiso para salir del manicomio. Zas, pensó el viajero, entre tanta gente justo encaró a un milico.

Cuando le devolvió la libreta universitaria después de comprobar la fotografía y revisar la nota de los exámenes, se sinceró y le planteó algo no menos insólito que su pregunta.

Era un tipo de unos 35 años, bien empilchadoy que tenía un fato. Y también un problema, inventar una historia a su jermu porque no debía ser la primera vez que le metía las guampas y que con toda seguridad desconfiaría del verso pensado para esa noche. Luego de pensar unos segundos, le dio las instrucciones precisas:
A media cuadra hay un canal de televisión, puede entrar y ver el espectáculo. A las nueve me espera aquí, yo lo invito a cenar en esta pizzería y después lo llevo a mi casa para que duerma y mañana siga viaje. Pero me tiene que hacer un favor, como yo trabajo en la Philips vamos a decir que usted es un ingeniero de la Philips de Argentina, que visitó la fábrica y me pidió que se la mostrara. Como se hizo tarde, después lo invité a cenar.

Le pareció un negocio aceptable. Casa y comida de lujo por unos minutos de actuación no estaba nada mal. Mientras escuchaba no podía desviar la mirada de la pizzería.

Antes de entrar al canal se miró en una vidriera. Tenía una lookinteresante. Vaquero un par de números más grandes, siguiendo las eternas instrucciones de su vieja por "si engordaba", camisa a cuadros fierísima, alpargatas ya bigotudas a esta altura del viaje y una perita que provocaba un "bheee" en los conocidos. Podía parecer cualquier cosa pero un ingeniero ni enpedo. Pero pensaba que dentro de unas horas iba a comer y las ideas tomaban forma de pizzas.

A pesar de sufachalo dejaron pasar, se sentó en la grada y vio un programa musical en directo sobre el carnaval, con un montón de bailarinas y batucadas, como adelanto de la próxima fiesta brasileña. Lasmulatas moviéndose con el arte y la gracia innata que poseen, con diminutos bikinis, recrearon su vista y estimularon su imaginación. Los culos tenían forma de pizza. Y la pizza era un culo para comérselo. Empezó a babear.
A la hora fijada se encontró con la feliz pareja, la percanta era un minón y lo miraba como a un personaje salido de un cuento. Aunque en realidad, iba a entrar en el cuento. Su uniforme desentonaba ligeramente con el de sus compañeros de mesa y ni hablar del perfume. Pero ahí estaban los tres, riendo, divirtiéndose ellos de su acento y Antonio saboreando una pizza que le pareció la más rica del mundo. Como en la mesa había una latita de aceite de oliva de San Juan, tuvo que contar algunas anécdotas de sus viajes de exploración al interior de Argentina, festejadas por sus anfitriones, mientras fregaban sus manitas y sus tobillos debajo de la mesa. Él, ya metido en su nuevo papel sonreía condescendiente, mientras limpiaba la fuente, la jarra de cerveza y todo lo que tenía a su alcance.

Luego de una apasionada despedida, con el argentino mirando el tráfico, lo llevó en su Renault Gordini hasta su casa, un piso en un barrio bacán. Como el invitado vivía en una humilde casa que había reformado y agrandado su viejo frutero, lo intimidaban esas entradas con puertas de cristal, espejos y mármoles.

La entrada del dúo tenía que estar al nivel de la importancia del huésped. Los recibió la esposa con una cara de culo impresionante, junto a una sirvienta, una negrita menuda de algún estado norteño, de impecable uniforme y obvia cara de susto. Bastó una mirada de la señora para salir corriendo a preparar el baño, con bañadera y mampara de vidrio, toalla inmaculada y alfombra. Cuando salió de la ducha no encontrólas alpargatas estacionadas en la puerta. ¿Las habría tirado la señora? Era lo más lógico pero lo menos posible. Enseguida apareció la negrita que sin levantar la vista del suelo se las traía. Limpias. Bueno, lo que pudo limpiar. Y había sobrevivido, demostrando la fortaleza de la gente de campo.

La jermu, a pesar de sus tímidos esfuerzos no podía parecer simpática. Mientras él se duchaba se había producido una discusión entre la pareja, así que ella decidió comprobar si la historia, difícil de entender para una persona de inteligencia media, podía ser verdad. Lanzaba las preguntas como dardos, edad, cuánto hacía que trabajaba en Philips, cómo viajaba, en un portugués caliente que el huésped entendía casi todo pero simulaba como si hablara en mandarín.

Mientras, seu amigo Brito apareció con una fuente e insistía en ofrecerle frutas tropicales desconocidas, pra experimentar decía.

¿En Argentina tudos os ingenieros pegan carona7?
¿Gosta vocé?.
Y así hasta que el dorimanegoció una tregua táctica. Cuando aterrizó en un catre bien fetén de planchadas sábanas blancas preparado en una habitación, envidió por un instante esa vida burguesa que estaba tan lejos de su alcance.

Andrés Montesanto. Fragmento de "Buscando a Elena".
Montesanto, Andrés
Montesanto, Andrés


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