Un 12 de Abril de 1633, la Inquisición católica acusó y luego juzgó a este científico italiano por herejía. Pero, ¿cuál fue su herejía? Nada menos que sostener que la Tierra giraba al rededor del sol (en esa época, basándose en la Biblia, la Iglesia y todo el mundo creían que el sol era el que giraba al rededor de la Tierra tal como lo da a entender Josué 10:13, esta es la llamada 'teoría geocéntrica'). No era la primera vez
que Galileo enfrentaba a la Iglesia, ya en 1616 se le había prohibido seguir creyendo en su teoría.
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En 1633, Galileo recibió como condena prisión domiciliaria, por lo que pasó el resto de su vida encerrado en su casa. No enseñó más su teoría, pero se dice que al momento de su muerte abjuró de la teoría geocéntrica y exclamó: "Y todavía se mueve". Murió en 1642, a los 77 años.
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Tuvieron que pasar 350 años para que la Iglesia reconociera que «los jueces de Galileo, incapaces de disociar la fe de una cosmología bimilenaria, creyeron, muy equivocadamente, que la adopción de la revolución copernicana podía quebrar la tradición católica. Este error subjetivo de juicio, tan claro para nosotros hoy día, los condujo a una medida disciplinaria a causa de la cual Galileo sufrió mucho» (Comisión Vaticana para el 'Caso Galileo', 1992). El mismo Juan Pablo II, Papa en aquél año, reconoció públicamente los errores cometidos por el tribunal eclesiástico que juzgó las enseñanzas científicas de Galileo.
Me pregunto: ¿Cuántas veces repetimos esta actitud de la Iglesia Católica hoy en día? ¿Cuántas veces, basados en un versículo bíblico mal interpretado, condenamos, enjuiciamos y expulsamos a nuestros hermanos que de verdad tienen la razón? ¿Cuántas veces acusamos de herejía a aquél que interpreta con mayor exactitud la Biblia que nosotros? ¿Cuántas veces nuestras tradiciones eclesiales pesan más que la evidencias bíblicas, racionales e inteligentes? ¡Cómo puede enceguecernos y embrutecernos una mala interpretación bíblica!
Que Dios nos libre de seguir repitiendo acciones como estas y nos de luz y entendimiento para saber, en todo momento, "usar bien la Palabra de Verdad" (2 Tm. 2:15).
