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Crónica de Mariela

viernes, 19 de septiembre de 2008
Esta historia sucede en un pueblo cercano a la capital de Madrid pero, bien podría ocurrir en cualquier parte del planeta, hoy día.

Se trata de Mariela, una señora joven venida a Madrid desde que se casó, hará ya casi 20 años. En aquel entonces, vino feliz e ilusionada, sin importarle ni preocuparle lo que más tarde nos depara la vida, sólo por vivirla. Ahora, lucha por mantenerse a sí misma, aunque se deje para la última porque primero están sus hijos y después de ellos, su hogar. Pero no sólo lucha por eso, si fuera así, sería más fácil.

Ahora, lucha por y contra las herencias que le dió la vida al vivirla; sus ganacias y sus deudas. Para bien o para mal, es el legado que nos da la vida, un destino que se hace con un sino ya trazado a veces, por el poder divino, otras por uno mismo y, la mayoría, por los seres "queridos" que te rodean. Legajos y más legajos que nos van atando de por vida y que, por más que uno quiera, nunca los podrá dejar.

Porque, aunque parezca todo lo contrario, cuando el ser humano toca fondo y se decide a salir de ese pozo oscuro y sin final, resulta que te das cuenta que la caída aún está por llegar; que áun has de luchar todavía más; que el daño antes sufrido no será nada comparado con el golpe final.

Es la hora de tomar decisiones; de continuar con lo vivido o volver a comenzar. De acumular experiencias y aparcarlas o arrastralas hasta tu final.

Pero se decida lo que se decida, tu presente siempre surgirá de aquel pasado y el futuro siempre nacerá de ambos porque, en el fondo, cada persona nace de otras dos y, lo que esas dos personas decidan, lo que ambos vivan, formará su futuro y hará del ser que nazca, su pasado, presente y... su consiguiente futuro.

No digo yo que todos nuestros éxitos o errores nos vengan dados de antemano pero sí se predisponen para obtenerlos, antes o después, según lo vivido, así como te vienen según de quiénes y cómo te rodeen.

Así pues, visto lo visto y, sobre todo, vivido lo vivido, Mariela está inmersa en una batalla con muchos frentes y, aunque tuviera la suerte de ganar su particular guerra, siempre llevará con ella las herencias de la vida misma que, queriendo y sin querer, le tocó por tener que vivir la vida.

Ahora, ella se encuentra asustada, atemorizada por su futuro incierto, inseguro e inestable pero firme en su decisión por ganar la batalla de la vida; por intentar ser de nuevo feliz; por no dejarse humillar ante alguien que alguna vez amó con locura y hoy día no se deja querer más.

Mariela se encuentra sola, ni sus recuerdos del pasado le ayudan en esta triste soledad; su presente está vacío y la incertidumbre del futuro no la consuela mucho más. Sabe que miles de personas como ella se encuentran igual pero eso ahora no le vale, más tarde quizá.

Yo quiero que Mariela viva para ser feliz; que su ejemplo sirva a muchas más; pero, sobre todo, quiero que estas decisiones, que cada día son más, se tomen por voluntad propia, y no a la fuerza, debido a la impotencia que surje cuando luchas sola en una vida que compartida... podía ser genial!

Yo quiero que a Mariela le cambie la vida para bien y que ningún otro individuo la viva por ella.

Yo quiero que a Mariela le dejen vivir y que viva su vida. Que no le pase como a Fuensanta, que en paz descanse, que perdió la vida en su casa de L´Hospitalet (Barcelona), delante de su hijo pequeño, y como ella, muchas más.

Yo quiero que Mariela salga adelante y que, a los cuarenta, la vida le vuelva a dar otra oportunidad.

¡Ánimo!, Mariela, te lo mereces.
Antolín, Celia
Antolín, Celia


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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