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El virus y las plagas de Egipto

miércoles, 29 de diciembre de 2021
Cuenta el libro del Éxodo como Moisés y su hermano Aarón avisaron a los faraones egipcios de que Dios castigaría de manera sucesiva con diez plagas a los faraones egipcios, si no accedían a las pretensiones de la deidad, que consistían en permitir a los hebreos abandonar la nación. Así que sangre, ranas, mosquitos, tábanos... asolaron al País hasta que el pueblo hebreo logró su propósito. Eso nos enseñaban de pequeños. Hoy el cuento de Caperucita ha cambiado. Es lo que tiene la fabulación y el realismo trágico. Y si no que se lo pregunten a los propios judios en la Alemania nazi. Eso no nos lo cuenta Merlín, sino la Historia.

También nosotros sufrimos el realismo, en muchos casos trágico, ante la inconsciencia de una chabacana clase política, más atenta a las fiestas que a la sanidad. Y las siete plagas, a decir de otros autores, son ahora seis olas de covid que se pueden extender, sin perspectivas de cambio en el futuro, por la ineptitud, desidia, ignorancia, pasotismo, incompetencia... de unos políticos, gestores públicos, incapaces de mostrar unas directrices claras y eficaces. El cambalache, el mamoneo, el miedo a algunos grupos de presión, cuando no el abandono sanitario, ha llevado a la ciudadanía a un estado de desánimo muy pernicioso, cuando no al cementerio. Son plagas u olas que la cantidad de ineptos, lumbreras, genios, inútiles... y otra fauna, en la que abundan los políticos, no dan tregua, y resulta evidente que la estulticia de los faraones será ampliamente superada por los libertadores como Ayuso. En la República, donde un Borbón fue echado, no por rey, sino por ladrón, en palabras de Unamuno, escribía Manuel Azaña: "la tontería es la planta que mejor se desarrolla". Y también afirmaba "La libertad no hace felices a los hombres, los hace hombres" ¿Lo entenderá esta gente? Ya Gracián nos había avisado. "Son tontos los que lo parecen y la mitad de los que no lo parecen". Por consiguiente, estamos bien servidos.

Decía Perich: "Gracias a la libertad de expresión, hoy es posible decir que un gobierno es un inútil, no pasa nada. A él tampoco".

Y cuando se habla de libertad, conviene pues considerar y valorar la de todos, el respeto a los ajenos y los derechos que los asisten.

Pues bien, estamos en la sexta ola de covid y muchos estamos sufriendo la ineptitud de esta gente. No no se trata de colores ni colorines, se trata de encontrar un remedio eficaz para el problema. Quedarse en casa, evitar situaciones de riesgo y otras medidas que favorezcan la erradicación del virus, nada afecta al respeto de la libertad, puesto que el sacrificio implica el remedio para el problema. Las falaces argumentaciones de que se atentan contra libertad de las personas es subterfugio de negociantes o vividores, más atentos a satisfacer sus intereses o caprichos, que a respetar la vida de sus congéneres. Y ni que decir tiene lo de los negacionistas y conspiradores.

No hay arma más letal que la estupidez humana. El problema es que el covid y la estupidez son contagiosos y letales. La diferencia es que en los hospitales no hay recambios de cerebros, sólo se pueden reciclar, si hay suerte.

Mientras, los que vivimos en la celda, fabricada por el egoísmo ajeno, somos rehenes de estos "liberadores" y esperamos la séptima ola con el estoicismo de nuestra insoportable paciencia. Son las falacias de siempre. Los mayores conocemos lo que significa vivir sin libertad y siempre con la espada de Damocles encima de la cabeza, por eso convendría no confundir al personal con argumentos tan banales como los que se utilizan para justificar actuaciones tan poco solidarias. Solo la prensa y la televisión son ahora, básicamente, mis fuentes de información, pero eso no es óbice para oir las falaces argumentaciones de lo que es primera necesidad. Las tabernas, las discotecas, los botellones... nunca fueron primeras necesidades y si bien son negocios, y consecuentemente sufren pérdidas, no por ello son esenciales. Que quieran abrir es legítimo, otra cosa es que en ellas se pueda contagiar una persona y de eso hay demostraciones claras de los especialistas.

Por otra parte vivo en un País donde los jueces ahora entienden de virus y contravienen resoluciones de las autoridades en aras de la cacareada libertad. Ellos ponen en solfa las recomendaciones de los virólogos como si éstos quisieran confinarnos en campos de concentración. Lo dicho muchas veces: Vivimos en el País de la pandereta. Hay sentencias que acatamos porque no queda otra, pero que nos hacen alucinar en colores. Alucinar supongo que no es delito. Por ejemplo: que no sea delito filmar a mujeres meando en la calle como lo demostró la Maruxaina. Es, independientemente del lugar y el acto incívico, una intromisión soez, con ánimo de lucro pornográfico, en la intimidad de la persona.

Son muchos los virus que nos acechan, los que ya llevamos en la mochila y los que nos acompañarán próximamente. Padecemos ya de viejo el de la política porque, como diría José Luis Sampedro: "Conseguir hoy un pensamiento libre es muy difícil porque la democracia está pervertida y secuestrada". Pensar que estos gobernantes, con sus intereses partidistas y negocios, antepongan el bien común para la ciudadanía, podría resultar muy esperanzador; pero sólo hay que conocer con quienes nos jugamos los cuartos. Y les aseguro que España no es la cueva de Alí Babá, porque aquí, entre La Gürtel y la Kitchen, hay más de cuarenta ladrones, por nombrar sólo dos escándalos que salen todos los días en los periódicos. Otro virus muy infeccioso. Llegó hasta a mi pueblo: lo tuvo Rodrigo Rato.

Así que viejos colegas seguid armados de paciencia, aguantando a tanto inútil, a tanto sabiondo, a tanto libertador y esperad sentados a la siguiente ola, pero ojo, cuidado, que con esta gente, no sabemos cuando y como acaba. Paciencia, amor, felicidad... en lata, pero, como desgraciadamente decimos ahora: es lo que hay. Y hay bicho para rato.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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