Un místico estatismo envuelve las atmósferas de Magritte, provocado por la misteriosa evidencia de los objetos que nos rodean. El sentido simbólico de la ritualidad cotidiana aflora con el aislamiento y detención de los objetos fuera de su lugar o del contexto propio: la mesa
sobre las manzanas, el vaso sobre el paraguas... Y una enigmática poesía se logra con oposiciones o afinidades entre unas cosas y otras, desvirtuadas por un modo de representación que rompe con el tradicional, aunque lo presente intencionadamente de manera hiperrealista. Cuando dentro de un inmenso pájaro se introduce el cielo sobre el que siempre vuelan las aves se quebranta la lógica de la realidad al oponer al "en" un "dentro de", logrando, sin embargo, con ello que sea más fuerte la poética de la naturaleza. La transposición de términos y materias-la madera en el espacio celeste y este en el árbol- así como la utilización de metáforas lingüísticas aplicadas directamente a la pintura la representación de la hoja por el todo o de ella por las ramas... etc.- imponen nuestras reflexiones a la plástica. El hombre de espaldas frente al paisaje dentro del cuadro es una cita de aquel histórico personaje de la composición que nos introducía a la escena a partir del Renacimiento, pero la del paisaje pintado en el interior de ese introductor al relato, como hace Magritte, conseguiría un nuevo y rompedor lirismo de una aparente excentricidad, que recoge, sin embargo, una evidencia: esa de que el paisaje es un estado del alma del que lo contempla y siente.
La aparente ingenuidad de de la pintura de Magritte es el resultado de tratar con sofisticado infantilismo "problemas inherentes a la naturaleza del arte y a su fundamentos lógicos y lingüísticos", desencadenando en el espectador un desconcierto respecto a sus expectativas visuales y teóricas. La eterna aspiración del arte a imitar la naturaleza se demuestra imposible porque las denominaciones verbales y las esencias visuales de los objetos son cosas distintas: con el uso de la palabra escrita dentro del cuadro se nos demuestra que una pipa pintada no es tal, sino que es otra cosa, de otra materia y otra realidad. El asunto a tratar es el convencionalismo y la arbitrariedad del signo en su relación con el objeto, remitiéndonos a la teoría de la identidad y a la cuestión de los fundamentos gnoseológicos en el contexto de la filosofía de su amigo Foucault.
Sin embargo, tan enrevesado juego teórico se presenta en su pintura con una aparente inocencia debido a su obviedad, cargándose así del carácter mágico que invade los ámbitos de una visión infantil: declararía Magritte que desde su infancia sentía que el arte tiene que ver con la magia, y que en su experiencia iba ligada a ella, considerando toda otra relación falseamiento de su esencia. Se distingue de la pintura de vanguardia coetánea en la intencionada utilización de un lenguaje aparentemente sencillo y universal opuesto a los hermetismos más representativos de aquellas, unido ello a una técnica hiperrealista muy moderna, pero anclada en la pintura realista minuciosa de la antigua pintura flamenca, que está en sus raíces como belga. Porque... señoras y señores, muy teórico, sí, pero conocedor a fondo de la histórica pintura histórica, aunque coxtualizada en un nuevo orden surrealista particular, absolutamente suyo.
La publicidad y la sociedad de consumo han integrado la imaginería de Magritte y trivializado los contenidos y propuestas de su pintura, si bien sus planteamientos habían supuesto en su momento una revolución, que daría pie a ciertos planteamientos del arte conceptual.
