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Hospitales, bancos y demás fauna

lunes, 08 de noviembre de 2021
Por razones que no viene al caso, llamo al hospital privado para pedir cita y rapidamente me contesta una máquina dándome instrucciones. Lo primero que se me pasa por la cabeza es que la empresa en cuestión me valora tan poco que ya ni siquiera me responde un operador/a. Los conocidos,que se creen expertos en la materia, rapidamente me contestan que es lo que hay, que ahora es así, que tengo que familiriarizarme con las nuevas tecnologías... Lo que no me dicen es el porqué una empresa trata con tal desconsideración a sus pacientes/clientes. ¿O es que ya no somos clientes? Pacientes, se lo aseguro.

El siguiente paso es escoger la extensión con la que quiero conectar. Y después de elegida, llama reiteradamente para contactar. Conmigo siempre se da la casualidad que todos los operadores están ocupados. Entonces se oye una musiquilla y me canta: "Toda una vida estaría contigo..." y claro yo me mosqueo. Porque hasta ahí podíamos llegar. Primero porque yo nunca ligué ni ligaré con máquinas. Segundo porque para las declaraciones de amor hay que estar receptivo y el cabreo que me está invadiendo no es lo más propicipio. Tercero porque para pasar la vida con una hembra/ empresa tan desconsiderada, prefiero la soledad. A mayores sólo yo pago el interminable tiempo que me repite la misma musiquilla y el referido aviso de que los operadores están ocupados. Permanezca a la espera. No es la primera vez que pasa de una hora. Nadie me paga ni mi tiempo ni el teléfono. Y el listo de turno me contesta: es que así se ahorran costes. ¡Joder con el inteligente! ¡Tú valias para ligar con la máquina! Perogrullo a tu lado un pipiolo.

Al final logro hablar con un agente y me da cita con el médico para la semana siguiente. Llego a la consulta y me dice el médico que necesita unos análisis. Me da el volante y pasa factura. Se repite la llamada al hospital y lo de la máquina. La musiquita ya no la oigo. Y mientras tarareo "Estoy perdiendo el tiempo, pensando, pensando. Por lo que tú más quieras hasta cuando, hasta cuando... Y así pasan los días y yo desesperando...". Y como no contestan aún, pienso en Machin y sus angelitos negros. Y me convenzo de que el cielo es un invento de racistas blancos. Realizo los análisis a diez kilómetros del centro sanitario en cuestión. Nueva factura. Tardan cinco días en entregármelos. Repito la visita al médico: le falta a usted la vitamina D y uno piensa que antes no la debiamos de tener porque nunca nos faltaba. Receta y nueva factura.

Como ya estoy listo, que ya se sabe que no es lo mismo, ser que estar, voy al banco a ver si espabilo. Lo primero que me encuentro es que no voy en el horario adecuado, que para pagar las multas tengo que ir antes de las once. Y pienso: ¿Será por aquello de que al que madruga Dios le ayuda,? Pues será al banco, que a mí me jode. Ellos no saben cual es mi horario, ni si lo tengo, pero tampoco les importa. ¿Y si estoy trabajando y se pasa el plazo para pagar la multa? ¿quién es responable? ¡Cómo cambiaron las tornas!. Nunca creímos que por manejar y disponer de nuestro dinero tuviéramos que pagar. Pensábamos que éramos los dueños de nuestros ahorros y ahora resulta que, si no los tocamos, podemos acabar con deudas con esta "gente". Recuerdo a un amigo así mendigando para que abrieras una cuenta y llegabas al banco y parecía una tómbola.Te ofrecían otro perrito piloto. Y ahora son ellos los que te ordenan lo que hay que hacer. Si zafas un día y puedes ir a pagar la multa en cuestión, estás en la calle en una interminable cola que recuerdan las del hambre. Y en ella, en vez de cantar, se te ocurre rezar: "¡De truhanes y avaros, libérame Dómine!". Y como le regalas tiempo gratis al banco, pasas en la cola el que fuese menester, sacas el móvil y venga a ver las "geniales" ideas del Facebook. Lo mejor son los fantasmas, no necesitan Samain. También se defienden bien los que estudiaron en la universidad de la vida, doctores en filosofía de supermercado. El alimento del ego son aplausos. Avances mentales que supone la tecnología en manos de mucha gente. Ya se acaba la cola. Si aprovechas para cobrar un pequeño cheque de cualquier cosa, te cobran una enorme comisión porque no tienes cuenta. Si vas al a cajero, usa mascarilla y desinfectante, no por el covid, sino por la suciedad que puedas encontar. Si necesitas sacar dinero, usa la tarjeta que ya no vale la cartilla. ¡Ojo! Que importante eres que te dan la visa oro. ¡Cómo te halagan el ego!. También hay visas basura, pero tienen otro nombre. Si no sabes manejarte con el cajero, y no está estropeado, aprende. Y no digamos nada ya de la banca digital. Esa es la olla o sartén que ahora te ofrecen. Si necesitas otra gestión, llama por teléfono y que no te pase lo del hospital; pero si tienes suerte, te dan cita como los alcaldes y la gente importante. Si pides cobrar algo de intereses por el dinero, te dicen que bastante favor te hacen no cobrándote comisiones. Ya no hablemos nada de preferentes y otros trucos al uso. Todo esto es la revolución que supuso el rescate que han pagado con mis impuestos. Con premeditación y alevosía y eso debiera ser delito. Los usureros jamás se arruinan y tienen bula para seguir atornillando al usuario, ya no cliente, con la venia de los gobiernos de distinto tipo. No, no es cuestión de ideologías es cuestión de mangantería fina e ilustrada. Y después cuentan lo de Alí Babá. Felices ellos que sólo sufrían a cuarenta ladrones. A nosotros nos pasa como a los caminos de Dios que son inescrutables.

¿Reir? ¿Llorar? Esa es la cuestión.
Mis amigos me contestan: ¡qué triste! Y yo les digo que a mi me gusta mucho reírme, ver a la gente feliz, estar en grata compañía, que la gente vaya al médico y la atienda interesándose en el problema y con amabilidad... Por supuesto, que todo el mundo tenga trabajo y los hijos vivan en compañía de sus padres, que haya armonía social con ingresos más equilibrados, me encanta cantar y bailar en las fiestas, aunque me temo que ya nunca lo hago, disfrutar de la naturaleza... A mi me dan pena los que no llegan a fin de mes, los que son explotados por infinidad de negreros, los que viven abandonados en residencias, los que mendigan víctimas del paro o sus adicciones... Envidio, sanamente, a los que pueden sonreir siempre, a los que ven la vida con el prismático del optimismo...

Me da asco el que es capaz de burlarse del mal ajeno, el indolente, el macho ibérico, el pasota, el creido y vanidoso, el altivo y displicente, los capitanes arañas de mil batallas que no lucharon, los envidiosos de los éxitos ajenos, los pobres hombres sumergidos en el pozo de la podredumbre por el dinero... Siento pavor por el político y lo rehuyo en todo lo posible. Y reconozco que son necesarios, y supongo que los hay honestos, y a esos no me importa agradecerles su labor, muy al contario, merecen mi reconocimiento; pero mi visión tan negativa de la política la fomentan individuos que se valen de ella para sus futuros negocios. Y de esos hay uso cuantos. La lista es más larga que la de ladrones de Alí Babá. Son tantos los casos de latrocinio que ya soy incapaz de realizar listas. Y pensar que con sueldos y pensiones menores vive mucha gente con dignidad!.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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