Opinión en Galicia

Buscador


autor opinión

Editorial

Ver todos los editoriales »

Archivo

La corrupción y el rearme ético

viernes, 22 de octubre de 2021
Existe una sensibilidad generalizada en nuestra sociedad para los llamados "casos de corrupción"; y, paralelamente, se habla mucho de la necesidad de un "rearme ético". Todos, a nivel vulgar, sabemos bastante bien a qué nos referimos cuando utilizamos estos términos; pero, si profundizamos un poco, situándonos en un estrato más básico, y por ello más exigente, ya no estamos tan seguros de saber lo que queremos decir. Ocurre así porque estos términos son polisémicos, como todos los de esta naturaleza, es decir, hacen referencia a diversos campos del comportamiento humano. Aquí, en este humilde y modestísimo trabajo, quisiéramos señalar algunos puntos de reflexión, por la indiscutible actualidad de este tema.

Algunos epígrafes de la corrupción
Se suele definir la "corrupción" como la "acción que trastoca y altera la forma de alguna cosa, así como la de echar a perder algo o dañar y depravar a alguien". Pero esto es demasiado vago e impreciso, a nuestro parecer, y preferimos, en una interpretación amplia, señalar los epígrafes de lo que nosotros consideramos modos de corrupción. Es corrupción la carcoma de la más velada y reptante insolidaridad; el enriquecimiento ínjusto; la enervante función de los tópicos al uso; las incontenibles ansias de consumir a toda costa; el halago vergonzoso y humillante, con olvido de la dignidad de la persona humana; el humor mancillado con el más destestable cinismo; la irresponsable pasividad, cuando compromete seriamente la cordura, la racionalidad, la serenidad o la prudencia; la conversión de lo sustancial en accidental, y viceversa; el descarado incumplimiento de insoslayables obligaciones de carácter social, económico, ético y cultural; la "subasta" electoral de los puestos de responsabilidad; la inseguridad e incoherencia en las decisiones que marcan pautas de comportamiento social e individual; la versatilidad de los criterios sobre lo justo e injusto, en función de intereses ajenos a los que son objeto de decisión; la envidia devoradora, que establece la interfagia como clave de relación con nuestro semejante; la permanente y deliberada irreconciabilidad entre las fuerzas dimanantes de las estructuras sociales; el olvido de que el hombre no es una cosa más en manos de organizaciones de una y otra índole, sino un ser con una dimensión trascendental; la deformación de criterios de selección, mediante la propaganda comercial, política o pseudoética, y, finalmente, al aplauso al libertinaje como único camino a la libertad.

¿Es posible erradicar la corrupción?
No eludimos el sentido pesimista de la pregunta, porque es evidente que siempre hubo algún grado de corrupción en las distintas sociedades, antes y ahora; y, por otra parte, desde la filautía o el amor propio, recogido en las éticas aristotélicas, hasta el famoso "instinto de felicidad" en Feuer-bach, pasando por la "tendencia a conservar la propia existencia", en Santo Tomás, tenemos indicios suficientes de que la teoría ética siempre ha asumido, directa o indirectamente, la defensa del interés propio, hasta el extremo de que se puede hablar de una "ética del amor propio", que recientemente escribió Fernando Savater. Y no en -vano definió Kant al hombre como "la insociable sociabilidad", en esta misma línea.

Pero es hoy Savater quien nos dice estas cosas jugosas: "Obligado en conciencia a renunciar al interés propio en nombre de algún ctro más general y elevado, el sujeto no aprende a vivir mejor, sino sólo a mentirse a sí mismo de manera más edificante", pág. 83 (1), porque "the Empirical Self -dice William James- of each of us is all that he is tempted to call by the name of me. But it is clear that between what a man calls me and what he simply calls mine the line is difficult to draw", es decir, "a lo empiricamente propio de cada uno de nosotros tenemos la tentación de designarle con el nombre de mí (lo que me es propio). Pero está claro que entre lo que un hombre llama mí y lo que simplemente llama mío (lo que me pertenece en propiedad) el límite es difícil de trazar. Y es justamente en esta dificultad de establecer los límites entre lo uno y lo otro donde se enraíza la corrupción.

Para el hombre sólo vale lo que el hombre quiere, y cuando lo que quiere choca con el sentimiento generalizado de la sociedad en que vive, la mentira sutilmente utilizada viene a ser el ropaje que guarda las intimidades de su conciencia. Ya decía un clásico alemán, en cita recogida de don Domingo García Sabell: "Wenn Ich irre kann es jeder bemerken; wenn Ich lüge, nicht", "cuando (si) yerro, todo el mundo puede darse cuenta; cuando (si) miento, no". Así, pues, la corrupción con el ropaje de la mentira pasea altiva por la calle principal de las instituciones sociales.

Pero hay otra idea de Savater que se me antoja fundamental. Dice que "aunque no se reconozca explícitamente, los entusiastas del partido confunden el muy razonablemente individual deseo de participar con otros para la obtención de algo con el atávico y desculpabilizador afán de pertenecer a algo (preferentemente, pertenecer a algo encarnado en alguien), pág. 155 (1). He aquí otro flanco en el que arraiga fácilmente una cierta modalidad de la corrupción que preocupa hoy en día no poco a los partidos políticos.

El "rearme ético"
Me parece oportuna esta expresión por lo que connota de belicosidad, puesto que el hombre tiene que luchar y hacerse violencia a sí mismo para romper la tendencia a ese desplazamiento de la línea entre lo propio y lo mío, y lo individual y lo social, ampliando el campo de la corrupción. Y hay ciertamente base para ello, porque, como dice González de Cardedal, el mejor pensamiento de nuestro siglo ha dado dos grandes batallas para reconquistar el YO frente a todos los poderes del ELLO, para recuperar al hombre como sujeto y como persona (existencialismo y personalismo), y para reconquistar el TU frente a los poderes dominadores del YO (pensamiento judío y marxista).

Si no desaprovechamos el botín de ambas batallas, posiblemente seamos capaces de establecer, con la razón en su función terapéutica, una ética civil, una moral civil, que no va contra nada ni contra nadie, sino que ha de asumir todo lo que sea procedente, de las otras éticas, a las que debe respetar como enriquecedoras de su acervo normativo, y que no es otra cosa que "una instancia de identificación, de crítica y de exigencia para la vida, individual y social, del país", pág. 63 (2). De este modo, vendría a ser una respuesta concreta que la sociedad civil da a esos ideales y valores percibidos como imperativos en las costumbres, acciones e instituciones que ha creado.

Sin embargo, para lograr una ética civil coherente es menester partir de ciertos principios y cambiar algunas actitudes. En cuanto a los principios, cabe destacar la sincera convicción de la existencia de un orden superior a la propia espontaneidad instintiva, el pluralismo social y político, que implica la renuncia por parte de los distintos grupos a imponer su moral particular, y, por ultimo, es básico que la sociedad se haga lo más abierta posible al reconocimiento no sólo de los valores últimos y utópicos, sino también a los intermedios y a las mismas normaparticulares, a través de las que un pueblo vive su destino como humano, logra su identidad histórica y realiza su misión en el mundo.

Pero todo esto no será posible si no cambian algunas actitudes, de tal modo que se facilite y premie de alguna manera la disposición a detectar situaciones quebradas por la corrupción, para poner remedio a las mismas mediante la terapia adecuada, haciendo que no se convierta lo "no-normal" y lo "injusto" e "ilegal" en criterio laudable de comportamiento. Además las sociedades modernas tienen que arbitrar instrumentos institucionales que hagan compatible el logro de su progreso cultural y tecnológico con la recuperación de los perdidos valores universales y trascendentales. Y de este modo podrán reinsertar actitudes de solidaridad, de autenticidad y de coherencia y seriedad en los criterios normativos, sembrando las semillas de un futuro sentimiento de confiada honestidad en las instituciones, que tanto necesitan de esta confianza para que sean verdaderamente operativas.

He aquí, pues, algunas ideas que pudieran ser programáticas para estructurar ese tan cacareado "rearme moral o ético".

NOTAS:
(1).- Fernando Savater: Ética como amor propio. Ed. Mondadori España, S.A., Madrid, 1.988.
(2).- Olegario González de Cardedal: El poder y la conciencia. Ed. Espasa-Calpe, S.A., Madrid, 1.984.

(Este artículo, escrito por el profesor Rubal a finales del S.XX, permaneció inédito hasta este rescate, para ser publicado en G.D. y en la web www.pedrorubal.es, en homenaje a Pedro Rubal Pardeiro)
.
Rubal, Pedro
Rubal, Pedro


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


PUBLICIDAD
ACTUALIDAD GALICIADIGITAL
Blog de GaliciaDigital
PUBLICACIONES