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El sueño de Cáceres

viernes, 14 de mayo de 2021
Como si la historia se rompiese una pata, y, no pudiese continuar caminando, algo así parece ha sucedido con la Cáceres vieja-medieval-renacentista, parece que el tiempo se ha encerrado en un callejón sin salida, y no ha seguido evolucionando. Duerme y hace dormir, para que de ese modo, el soñar nos despierte, nos haga vivir con más sosiego y profundidad...

Toda ciudad-aldea-villa-pueblo-lugar es memoria y olvido. Cáceres es olvido y memoria. Somos memoria y somos olvido, ambas realidades que se unen, entresijos de todo aparecer y aparentar. Los humanos hemos inventado-descubierto-diseñado artilugios para recordar y para olvidar. La escritura y la pintura son los dos grandes iniciadores de este sistema, desde la Prehistoria, hasta los medios más modernos de Internet. Todo y todos están fabricados-construidos para recordar y para olvidar. La ciudad-aldea-pueblo es también una invención-diseño-creación para recordar y olvidar, Cáceres también. Es el embelesamiento de la realidad desde y para el interior.

Podríamos dividir las ciudades en dos grupos-categorías, aquellas que dejan que el interior del ser humano emerja-fluya, y aquellas otras, que lo tapan-esconden-silencian... Somos porque re-somos, el ser y re-ser, son maneras y formas de olvidar-recordar, de memoria de presente y futuro. Una ciudad, Cáceres, es como un gran tablao flamenco de piedras con guitarras de torres que encumbran-alaban el interior de las sonatas que la humanidad lleva dentro de sí.

Somos y vivimos en una península que existe dentro de otra península, Cáceres situada en el lado oeste de la Península Ibérica, y ésta, dentro de la Península Europea que es una parte de Eurasia. De Vladivostok hasta Cáceres, miles de kilómetros en horizontal. Atraviesan el corazón-mente-alma humana, durante siglos. Vamos cambiando. Los humanos creen y crean ideologías-sistemas teóricos y, sobre ellos montan las interpretaciones de lo real y de la realidad. En esas bocanadas de aires-tiempos se van incrustando ciudades-aldeas-villas, se va insertando, Cáceres, como un botón del mundo, un modo de ser-estar-vivir-existir. Un ser humano, entra en el círculo de conjuntos de Cantor, y vive-revive su existir, en esa sombra de unas decenas de traslaciones del sol...

Cáceres rellena de torres sagradas y torres laicas, son como catedrales de aire, rascacielos de viento. Luchan con y en la historia, lucha con y contra el tiempo. Permanecer es una forma de ser. Todo ser vivo desea sobrevivir y existir y perdurar y permanecer, toda piedra colocada por la mano humana, formando un algo, lucha por sobrevivir a los siglos. Aunque, conozca, en su interior, que si las montañas se hacen baldosas de madera, rectas como mesa, una construcción de argamasa y piedra y ladrillo permanece solo unas generaciones, diez o veinte, pero no mucho más. Porque la mano-dedos de la Naturaleza y de la Humanidad, va carcomiendo sus trozos.

La plaza de Cáceres como si fuese una especie de campo de futbol de piedra o quizás, como la sede de una legión romana preparada para defenderse de los extraterrestres, o como el silencio y resilencio que invita a la búsqueda del alma-espíritu del ser humano. Palacios e Iglesias escalonadas en tierra ascendiendo a las nubes, como si las piedras caminarán hacia arriba, como alpinistas de lo humano y de la humanidad.

Cáceres es una de esas ciudades, que al atravesar los desfiladeros de sus calles-plazas, hace que emerja el inconsciente individual y colectivo, recuerdos-memorias, temores-anhelos, alegrías-penas refluyen en la conciencia, Cáceres es como un enorme sofá psicoanalítico, en el cual, todo ser que respira-viva-exista-ande-camine, todavía produzca sombra, tiene la capacidad de que lo más interior y lo de dentro de uno mismo refluya como agua que surge de la fuente más profunda del yo. Cáceres es un enorme espejo que produce que el árbol del interior olvidado y hundido del yo, fluya con flores y hojas y frutos al exterior. Al exterior de la propia mirada y lengua sin habla.

Como un vientre va tragando lo siglos y los hombres-mujeres, van atravesando las espaldas-espadas-escudos-lanzas de los dientes-ojos que atraviesan, su ciudad vieja y su ciudad nueva de la Cáceres de siglos. Cada ser que respira forma y conforma su ciudad. La muralla es como la piel que defiende a un ser colectivo, a lo humano en grupo. Somos muralla, somos piel. Esa realidad que nos separa y nos acerca al exterior y al interior.

Estar demasiado metido en el corazón o, y el corazón demasiado inserto en el yo. A Cáceres le sucede lo mismo, es el respirar-anhelar, la flor ardiente-fría del interior-exterior, que emerge como volcán-piedra-tormenta-huracán desde dentro hacia fuera, desde fuera hacia dentro, Cáceres es como un ser vivo que respira-duerme-sueña, sueña los sueños infinitos de los hombres, los sueños ilimitados de las piedras-naturaleza, los sueños imaginarios de las miradas.

Hay dos tipos de personas, aquellas que han visto el silencio y las que no, hay dos tipos de ciudades, las que invitan a que percibas el silencio y, las que no. Cáceres invita a que sientas el silencio de los siglos, el silencio de cada ser viviente, el silencio de lo humano, el silencio que habla de la Metafísica, somos silencios y resilencios, en esos huecos nos vamos insertando como árbol que nace sin raíces y que todo es aire-viento, que todo es deseo y razón y paz y vida y descanso...

La piedra-calle de adoquín o de pared, vista desde el azul-gris cielo, se ha convertido en Cáceres en una grulla-cisne-cigüeña que ha posado sus ojos en este lugar, Cáceres, para enseñarnos que somos lo que hemos sido, serán lo que hemos sido. Son y somos y serán lo que hemos soñado...
Caminero, Jmm
Caminero, Jmm


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