En vísperas de un viraje en la historia

Salvo imprevisto, y muy imprevisto tendrá que ser según repiten día a día machaconamente todos los observadores sobre el terreno, Barack Obama, el senador demócrata afroamericano, toca ya con la punta de los dedos la presidencia de los EEUU a meses vista de las elecciones de noviembre. Si las gana, y la mayoría lo da por descontado al día de hoy, su victoria será un hito en la historia americana y mundial, un paso adelante sobre todo en las mentalidades: un negro a la cabeza del país más importante del Globo.

Último episodio decisivo en esos cruciales comicios: Hillary Clinton tiró la toalla y anuncia su apoyo “enérgico” a Barack Obama tras seis meses de campaña entre las dos personalidades rivales del Partido Demócrata. Este partido innova y Estados Unidos innova: en este país marcado antaño por la segregación racial, ser de color ya no es un obstáculo para competir por la presidencia. El sueño americano está más vivo que nunca.

En efecto, Obama puede continuar la larga marcha hacia la Casa Blanca en solitario y demostrar las dotes de perseverancia, serenidad, inteligencia, honradez y aguante que se le exigen al primer mandatario del país más próspero, más rico y más poderoso de la Tierra. Pero antes este senador afroamericano por Illinois tiene que convencer al pueblo americano de que él es mejor para ocupar el despacho oval que el candidato republicano, John McCain, un ganador en el bando conservador. Encuestas, sondeos, intenciones de voto, tendencia a la alternancia en el poder, debacle de la gestión de ocho años de la administración de George W. Bush, anuncian el triunfo en noviembre de Obama, de 47 años, sobre McCain, de 72, pero el senador demócrata se niega a cantar victoria con tanta antelación. Además, McCain no es un aspirante republicano al uso. Aunque por una parte se muestra duro en temas clásicos como ser partidario de la controvertida guerra de Iraq odefender a ultranza a Israel, este veterano de la guerra del Vietnam es defensor activo de los derechos de los homosexuales, de los temas medioambientales o de la rebaja fiscal, asuntos propios de la izquierda norteamericana y por ello puede disputarle votos a los demócratas.

Es un lugar común decir que en las elecciones norteamericanas tanto da que gane el Partido Demócrata como el Republicano en lo que se refiere a la política exterior. Pero no es lo mismo en este caso según lo que declaran los candidatos. Obama se distingue entre los políticos norteamericanos por haberse opuesto radicalmente a la invasión de Iraq, piensa abrir conversaciones con el detestado Irán, enemigo número uno de Washington y cambiar de política respecto a Cuba. En cuanto a este controvertido punto, levantaría las trabas a los viajes a la isla de los exiliados cubanos y daría más facilidades para los envíos de dinero destinados a ayudar a sus familiares. E incluso estaría dispuesto a negociar personalmente con las autoridades castristas, algo insólito después de 47 años de embargo estadounidense. Por último, ambos candidatos se deshacen en promesas de protección a Israel, tal es la influencia que tiene esta cuestión en la política interior norteamericana.

EEUU, muy discutible por su prepotencia, está a punto de dar una lección de libertad y democracia al mundo porque demostrará que su sociedad es capaz de superar toda clase de prejuicios no ya sociales sino también raciales. ¿Se concibe en algún otro país un respaldo mayoritario para regir los destinos nacionales a un miembro de una minoría tan controvertida como es la negra en los Estados Unidos? Otra circunstancia democrática importante: ¿en qué nación de Occidente se pasan los ciudadanos casi un año votando estado por estado para elegir a un presidente y no se rompen las vestiduras por tratarse de un hombre de color?

Estamos en vísperas de un gran momento sin duda, una fecha importante, no exageramos nada. Habrá un antes y un después de Obama en Estados Unidos, y por ende en el mundo.