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La mujer de luto víctima sublime de la España negra

jueves, 05 de noviembre de 2020
Regoyos recogió en su "Día de difuntos" la escena usual de la visita a un cementerio en esa fecha, pero su elección de escenario y sus protagonistas resultan ser bien diferente a la de un pintor romántico o simbolista: en la España de aquellos días el imaginario nacional recogido por la literatura y la pintura se dividía entre la visión luminosa de La mujer de luto víctima sublime de la España negraSorolla y la de la "España negra", mirada autocrítica que describía lo más atávico de las costumbres española, muchas de ellas ligadas a la muerte. En ejemplos como el de esta pintura se escogió un camposanto empobrecido, abandonado, dislocado y siniestro, para contemplar el ritual español en un día de difuntos, sumergido en el negro más negro del luto femenino y en el olor a cera de los cirios encendidos, un "corral de muertos" descabalado al inicio de una luz nocturna con tumbas y cruces arrumbadas por el suelo, no exento sin embargo de un halo mágico, a pesar de que las sencillas y humildes visitantes conviven naturalmente con la muerte.

Este era el tono con el cual Regoyos describiría las costumbres españolas en su libro "España negra", publicado en el aciago año de 1898, -año emblemático del fin definitivo del imperio español tras siglos de decadencia- tras un viaje por España que había hecho con el belga Verhaeren. Quiero hacer observar que los personajes que pululan por el camposanto en la pintura del español son todas mujeres. Mujeres ataviadas con largos vestidos negros, muchas envueltas en toquillas hasta la cabeza, algunas casi fantasmales: ahí empezaría el culto y la crítica al tipismo tan español de la mujer de luto, que fascinaba a Verhaeren, pero no tanto a Regoyos. Porque en realidad el libro "España negra" y su estética antiestética es el resultado de un viaje por nuestro país que realizaron el belga y el pintor español, y en él la mirada del extranjero es distinta a la de Regoyos, si bien finalmente en sus grabados y pinturas de este género acabaría influido por el belga, fascinado también por nuestras rancias costumbres : estas escenas siniestras y sus mujeres enlutadas eran vistas por el escritor extranjero como la expresión de una cultura diferente, atractiva en ese sentido, pero no veía lo que implicaba de represión aquel luto que afectaba directamente a la vida de la mujer española. O sí la veía, pero con la distancia del que no la sufre: la mirada de los otros se distancia de la cruda realidad , y en muchos casos sublima lo más tremendo del que la padece.

Desde esa perspectiva la mujer enlutada, velada de negro, excitaba el deseo de Verhaeren, muy en especial en el caso de las viudas:

"…misteriosamente enlutadas, casi como personajes de la Inquisición cuando llevan el velo negro caído, pero, en cambio, cuando descubren la cara encuadrada en el negro, es la silueta más admirable que pueda soñar un pintor... Una vimos que según leía los carteles de orden de pago de clases pasivas quedó grabada en nuestra memoria como madona escapada de un tríptico de la pintura española; una de esas que se quedan viudas para siempre, sin intentar otra vez casarse; que van en fin mucho a la iglesia no abandonando nunca su traje de dolorosa".

Estas son palabras de Regoyos, abducido ya por el modo de descubrir Verhaeren belleza donde existe una estética ligada al dolor, a la muerte... y a la obligada represión de aquellas mujeres, que por ser fruto prohibido tiran más fuertemente del deseo de los hombres.

El descubrir la belleza en esas costumbres la cruzaría Regoyos y aún más Gutiérrez Solana con la tradición de los bodegones españoles del barroco, que meditaban sobre la miseria humana y su fin como calavera descarnada. Aquella reflexión sobre lo efímero de la vida y lo transcendente de la salvación del alma, acabaría en manos de la estética consolidada de la España negra desde una crítica sarcástica, grotesca, muy española y nada sublimada, que representaría el drama como tragicomedia en aquella "Niña de Luto" de la película de Berlanga, una joven que cumpliendo con la costumbre de enlutarse tras la muerte de sucesivos parientes, no poder salir al baile ni a la fiesta, ni con el novio, está sometida a una dramática atadura que le impide gozar de la juventud, del amor y del sexo.

Vamos, que se puede sublimar su imagen desde el distanciamiento o se puede hacer de su tragedia una carcajada. En cualquier caso era la mujer la víctima de género atada al dolor de la muerte, en muchos casos para siempre.
Pena López, Carmen
Pena López, Carmen


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