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El ruido y la prisa

martes, 08 de septiembre de 2020
Tóxicos del Siglo XXI

El Ruido y el Silencio


Somos un país bullicioso, bullanguero y vociferante, que ama y practica el arte del ruido en sus más variadas manifestaciones: al hablar, al reir, al escuchar, e incluso al callar.

Calles, plazas, tiendas, mercados, restaurantes y demás reductos habitables o transitables están invadidos por un variado concierto de ruidos inarmónicos, estridentes, graves y agudos que suponen un severo castigo para nuestra tranquilidad auditiva.

Ni siquiera en la tranquilidad del hogar estamos a salvo de esta plaga: tráfico, sirenas, televisión, móviles, alborotos vecinales.

Eufemísticamente, para que suene mejor, los especialistas denominan a este fenómeno “contaminación acústica”.

Bienaventurados los sordos que están inmunizados contra dicha epidemia.

Podemos calificar el ruido como una epidemia asociada a la modernidad, al progreso, a las nuevas tecnologías o simplemente echarle la culpa al Gobierno que es la fórmula más socorrida.

El mejor antídoto contra el ruido es el silencio. El silencio es algo más que la ausencia de ruidos.

El silencio es un fenómeno poliédrico: activo, pasivo, astuto, inteligente, cómplice o cautivo. Es, además de una actitud de meditación o recogimiento, una sutil forma de expresión que puede consistir en un sí, un no, un tal vez, o ambas cosas a la vez. Pero el silencio no siempre es inocente. A veces se pone en venta.

En épocas pretéritas el silencio era una virtud cultivada esencialmente por sabios, filósofos, ascetas y eremitas que se refugiaban en la soledad de conventos o monasterios para cultiva el llamado “silencio monacal” o en las entrañas de la naturaleza para evadirse del mundanal ruido.

El silencio es el amigo que jamás traiciona, dice un aforismo chino.

Es el pórtico de entrada al reposo, al pensamiento, a la reflexión y el recuerdo, es como un suspiro prolongado. El silencio tranquilo y reposado es una magnífica terapia para nuestra salud mental. Huye de los ruidos. Cuida tus silencios.

La Prisa y la Calma
La prisa es una patología propia de la sociedad actual, aunque su incidencia no es igual en todos los países de este mundo acelerado. Hay otras culturas: la hindú, la china, la islámica que tienen otro concepto de las urgencias de la vida cotidiana.

La prisa es enemiga de la calma, la tranquilidad y el sosiego. Su filosofía consiste en vivir aceleradamente, hacer las cosas con la mayor rapidez, con urgencia y prontitud, como si se nos acabara el tiempo. Modernamente se denomina estrés, que viene a significar lo mismo pero suena mejor.

La prisa es una patología social tóxica y agresiva, que según criterios médicos y perniciosa para la salud, generando ansiedad y nerviosismo.

Otra consecuencia negativa acreditada es que la prisa, la urgencia en el hacer y en el obrar es enemiga de la eficiencia y de la calidad en el trabajo y en las relaciones sociales, que se ven afectados por dicha vorágine. Muchas veces vamos de prisa para llegar antes a ninguna parte. La mejor cocina se hace a fuego lento.

Hemos generado una especie de dictadura de los horarios y la agenda social, que no deja espacio para la pausa y el sosiego. Los horarios son necesarios, pero los carga el Diablo.

Contra la prisa el Dr. Sentido Común recita tranquilidad y sosiego.

Hay que luchar contra la tiranía del reloj digital y apuntarse al reloj biológico que con natural criterio te indica las pausas de comportamiento en tus relaciones sociales
Una conocida analista social propone la paradoja de que “ir despacio no sólo permite llegar más rápido, sino también más lejos”

Por otra parte vemos que alguno de los acontecimientos más relevantes de nuestra vida son enemigos de la prisa. ¿Alguien quiere envejecer o morir de prisa?
Decía John Lennon que “la vida es aquello que se nos escapa mientras estamos ocupados en otras cosas”.

Hay que implantar la cultura de la tranquilidad y el sosiego.

Termino con unos ripios caseros para tratar asuntos tan señeros:

Prefiero la brisa al temporal
el paseo a la carrera,
y que corra solo el pensamiento,
que es más veloz que el viento.

El silencio y la calma
son el mejor presente
para el cuerpo y el alma.
Vázquez Liñeiro, José Ramón
Vázquez Liñeiro, José Ramón


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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