La verdad vence y convence

La complejidad de los contenidos que forman la actualidad exige un comunicador mejor preparado, que sepa discernir y escribir sobre economía, ciencia y salud, política, cultura, educación, o deportes. Un comunicador que sepa escribir con estilo y precisión sobre temas diversos que forman la trama de la compleja vida cotidiana.

La información no es un problema de cantidad, sino de calidad. El lector, el radio escucha y el televidente, vive en una sociedad cada día más compleja, más difícil de comprender, en parte debido al creciente volumen de la información. Muchas veces en los medios de comunicación, se distorsiona gravemente la realidad, y no por amarillismo o sensacionalismo. Simple y terriblemente, por ignorancia.

Concentrar con rigor y traducir el conocimiento de los especialistas al lenguaje de los profanos, sin traicionar la verdad del contenido debería ser un desafío cotidiano. El público, que no es otra cosa que el consumidor de la información siempre estará a merced de la tendencia de los medios de comunicación masiva, incluido, ahora más que nunca, las” benditas” redes sociales.

El desafío en la actualidad en esta sociedad singularmente convulsa no debe ser el ventajismo del escándalo o la utilización de la paranoia colectiva ante los hechos diarios, sino que el reto correspondería procesar una información cada día más veraz y compleja para una población cada vez más desconfiada y, por tanto, más vulnerable. La demagogia y el ventajismo político que implica el amarillismo son la tentación y el talón de Aquiles, el síntoma inequívoco de la enfermedad que nuestro sistema padece.

Todos los controles de calidad que establezcan los periódicos y los demás medios de comunicación para garantizar su producto serán pocos ante una actividad tan incierta como es describir con claridad y rapidez lo imprevisto e inesperado, que es el centro de la noticia.

El amarillismo y la mentira, a mediano y largo plazo, no rinde. La verdad siempre vence y convence.