Manual del perfecto impostor

-Definir estrategia, fines y medios para conseguir el objetivo perseguido. Todos los fines son lícitos. El fin justifica los medios. Una vez alcanzado tu objetivo: social, laboral, ideológico, consérvalo, a cualquier precio.

-Revestirse de una buena dosis de egocentrismo. Tú eres lo más importante. Todo lo demás no existe o es accesorio. Disfraza tu soberbia con dosis de falsa humildad y prescinde del lastre de la empatía.

-Se consciente de tus puntos fuertes y débiles. Los fuertes aprovéchalos, los débiles procura eliminarlos. Nunca seas crítico contigo mismo.

-Procura rodearte de gente -aduladores, siervos, lacayos- que sean fieles servidores y no comprometan tu liderazgo.

-Si no tienes un enemigo invéntalo y luego combátelo fieramente, pero no lo destruyas, puede aparecer otro más peligroso. Todo héroe necesita un villano. Es necesario mantener la combatividad.

-Aprovecha tus éxitos y busca culpables para tus fracasos. Si estás acorralado nunca retrocedas, huye hacia adelante y busca un culpable de tu propia incapacidad.

-La retórica y la persuasión son las mejores armas del buen impostor. Los recursos clave son el lenguaje verbal, gestual y la mirada. Es difícil mentir con la mirada, te puede delatar. Hay que saber enfatizar el tono, hablar mucho y no decir nada. El impostor ni sabe lo que dice, ni dice lo que sabe, miente hasta cuando dice la verdad. Es conveniente que sepa mentir en varios idiomas. Controlar las preguntas y llevar preparadas las respuestas.