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Lucus Augusti: La pequeña Roma (II)

jueves, 27 de marzo de 2008
Cuando empezaron a construir la muralla de Lugo, el grueso de las invasiones ya casi había pasado. Para mostrar la evolución de la crisis del siglo III sería preciso tomar el hilo de la cronología, pero sería extender este artículo que no pretende ser más que eso. Habría que documentarse a través de la Historia Augusta tal vez desde Maximino el Tracio. No obstante, bajo su reinado en el que se encuentran senadores capaces de ejercer el mando, se conoce un periodo de calma en los frentes, aunque la seguridad del Imperio se ve amenazada por los germanos primero y por los sármatas y dacios después. A medida que va transcurriendo el siglo estallan de manera simultánea las invasiones y las usurpaciones que tan bien caracterizan aquella crisis. Como he dicho desde Maximino el Tracio (235-238) que vence a los alamanes, hasta que el poder pasó a manos de Diocleciano 284 que implanta el sistema tetrárquico, reforma el Imperio e inicia una persecución contra los cristianos. No se puede exagerar la magnitud del miedo a los bárbaros que dio lugar a la fortificación de las ciudades romanas al oeste del Imperio.

Es de saber que las murallas romanas de Lugo apenas eran conocidas en el mundo hasta que han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad, y todavía ahora, que se ha celebrado un Congreso Internacional sobre Murallas Romanas al Occidente del Imperio, poco o nada nuevo se ha dicho sobre ella. Está claro que los historiadores locales siempre en competencia y enfrentados para ver quién se coloca más medallas, sospecho que a veces conseguidas gracias a los alumnos universitarios que hacen el trabajo mientras los otros se llevan los méritos. Los poderes públicos que tienen que ayudar y los historiadores nunca han sido buenos embajadores de nuestro patrimonio local en el mundo. Ahora aplastados por la sombra de la especulación inmobiliaria que afortunadamente está sufriendo un crac económico en toda regla.

Lucus Augusti es una pequeña Roma en la que viven individuos de la calaña del romano Marco Licinio Craso, uno de los tres miembros del primer triunvirato que junto a César y Pompeyo se dividió el poder de Roma en el 56 a de. C., Este individuo debió su gran influencia política a su fortuna, obtenida básicamente a través de la compra fraudulenta de tierras en la época de las proscripciones de Sila, y adquiriendo solares urbanos aprovechando los incendios, etc... También enviaba a sus libertos a comprar los bienes de los condenados y a especular en su nombre donde casualmente sus subordinados conseguían el mejor precio. Si algo le salía mal negaba que ellos fueran en su nombre y después no les pagaba el trato pactado, como hacen algunos constructores de hoy día. El elevado coste de la vida se constataba con la claridad del mercado de la vivienda. La ciudad de Roma estaba ocupada no por mansiones señoriales de una o dos plantas como las famosas domus de Pompeya, sino por verdaderos bloques de apartamentos de cuatro o cinco pisos de altura: las insulae de unos trescientos o cuatrocientos metros cuadrados de planta en cuyo interior se amontonaban los pequeños apartamentos unifamiliares (cenacula). El mercado de la vivienda en Roma era una muestra descollante de la contradicción entre interés público, la buena gestión de los recursos del estado que permita mantener un cierto equilibrio social -e interés privado-, la obtención del máximo interés personal por parte de los especuladores, uno de los problemas endémicos de la Roma antigua que aceleró su crisis posterior.

La muralla y los restos arqueológicos de la ciudad romana de Lugo desde siempre se han visto afectados por los abusos de la especulación inmobiliaria, abusos que como en el Crac del 33 en Roma eran avalados por el poder político. El emperador Tiberio había tenido una gran queja pública contra los prestamistas de dinero que practicaban la usura con ganancias superiores a las permitidas por la ley que había establecido César para fijar los intereses y obligar a invertir los beneficios en tierras de Italia. Pero la mayor parte de los senadores también incumplía la ley. Se solicitaron al Emperador moratorias de un año y medio a los prestamistas para acomodar sus cuentas a lo establecido, pero al querer ejecutar estos créditos el sistema se colapsó. Para hacer frente a sus deudas los ciudadanos no tuvieron más remedio que vender sus propiedades y las ventas masivas provocaron el hundimiento de los precios. La solución de Tiberio fue prestar dinero de su propio capital sin usura, una medida excepcional para paliar el efecto de la crisis. Así que gracias a los especuladores inmobiliarios como Craso o Maximus, dueño de tantas fincas en la ciudad que podía optar por disfrutar de sus diversas vistas y ambientes hasta el punto que era difícil localizarlo en ninguna. A nadie se le consideraba rico en Roma si no contaba con una fortuna mínima de más de veinte millones de sestercios. El mismísimo Cicerón que poseía fincas agrícolas en más de once ciudades. Y Plinio el Joven que poseyó fincas tanto rústicas como urbanas llegó a tener esa fortuna aunque no se consideraba a sí mismo como rico. El mismísimo Tiberio que lo que por un lado gastó prestando su capital sin usura, por el otro lo recuperaba matando, por ejemplo, a Sexto Mario, el hombre más rico de Hispania, propietario de una parte de las minas de oro del Mons Marianus (Sierra Morena). Este fue acusado por Tiberio con un vano pretexto y a continuación lo ejecutaron lanzándolo desde la roca Tarpeya. Sus minas fueron confiscadas y pasaron directamente a manos de Tiberio. A estos especuladores antiguos no les importaba la ciudad de Roma; a veces acudían con sus hombres a un edificio en el que se había iniciado un incendio y pedían una gran cantidad de dinero para intervenir en la extinción. Si el propietario no pagaba, se sentaban tranquilos a esperar que el edificio se consumiese. Sospecho, porque no puede ser de otra manera, que lo mismo ocurriría hoy mismo con nuestros actuales especuladores que se sentarían a esperar que se derrumbase la muralla o que se ocultasen los yacimientos bajo las zapatas de cimentación de los nuevos edificios, apoyados por los argentarii que guardan y administran los depósitos de dinero, negocian los préstamos y los avales a cambio de un beneficio, actividades, tal vez nobles de estos últimos, si se comparan con los que actúan a favor desde la órbita política…
Piñeiro González, Vicente
Piñeiro González, Vicente


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