Impulsar el discernimiento

Los valores se han invertido: vivimos en un mundo de desencanto y congoja, nos lamentamos superficialmente de lo que pasa, culpamos a los demás de lo que sucede porque nos acostumbramos, por falta de una enseñanza humanista desde la familia, la escuela o hasta la universidad, a confundir la ética con estupidez, a la crítica con traición, a la felicidad con la riqueza y a la política con el oportunismo y la ambición.

El crecimiento económico creó riqueza para unos pocos y escasez desesperante y vergonzosa para un número cada vez mayor de pobres.

Los privilegiados se encierran en sus propiedades, mientras que en el exterior de esos lujosos fraccionamientos la clase empobrecida lucha por sobrevivir.

El factor clave, en estos momentos debiera ser la coalición social, sin embargo, el gobierno de la 4T ha generado una polarización cada vez mayor en nuestra sociedad y a la vez es más patente que a la injusticia social se suma ahora a la pandemia que azota a la humanidad.

No hay liderazgo para cohesionar a todos.

El negar que el mundo se enfrenta a un futuro apocalíptico es correr el riesgo de ignorar el hecho de que una parte de su población está desnutrida de manera crónica y el Banco Mundial predice una “increíble pesadilla” de hambre en el mundo.

Hoy, el desentendimiento de gran parte de la población de un mundo que dice no gustarle, echándole la culpa del mismo a los demás, no es sino un pretexto para justificar el modo de vida que se ha elegido: cómodo, sin participación, sumergidos en los grandes distractores que la sociedad de consumo ha puesto para que la gente que no piense y, sobre todo no cuestione, porque quién cuestiona busca la verdad y si la encuentra, transforma la sociedad. Nos guste o no, tenemos que cambiar todos.

Apostarle a la cultura como forma de generar conocimiento es el fondo de la cuestión. Impulsar hoy más que nunca al discernimiento, a la creación de valores que constituyen el único y verdadero estado de bienestar y de felicidad humana.

El hombre responsable y con conocimiento no actúa en virtud de criterios externos y ajenos a manera de marioneta.

Tiene proyecto. Actúa con independencia de criterio en cuanto responde por sí mismo a los valores aprendidos que le permiten ajustar su vida a la realidad que le circunda.