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Pensamientos confinados

viernes, 10 de abril de 2020
El primer día no fui consciente, tampoco el segundo, pero con el paso de los días, avanzado ya el confinamiento, empecé a darme cuenta de algo curioso: al despertarme y encender la luz mi vista iba a parar siempre al mismo sitio, al lomo de un libro que creía olvidado. El hombre duplicado es el título en cuestión, la novela de Saramago que un día tras otro, desde su rincón de la estantería, me daba los buenos días a su manera. ¿Casualidad? Lo dudo. El fenómeno continuó repitiéndose hasta que un día, después de sacar el libro de su sitio, creí encontrar la explicación. En la novela el protagonista, Tertuliano Máximo Afonso, descubre que en su ciudad vive un hombre que es una copia exacta de sí mismo, idéntica apariencia, cicatrices en los mismos lugares, idéntica voz, y con el que no tiene ningún vínculo de sangre. Como pueden imaginar, la sorpresa de ambos cuando se conocen es mayúscula. Pues bien, con el paso de los días y los repetitivos despertares, llegué a la conclusión de que el amigo Tertuliano intentaba decirme algo, algo así como: si lo piensas bien, en las últimas semanas tú también te has encontrado con un duplicado de ti mismo, otra versión cuya existencia desconocías. Y quizás sea cierto. De la noche a la mañana nos hemos visto inmersos de lleno en un problema que creíamos lejano, una amenaza que, si bien nos hacía levantar la vista del plato en cada informativo, nunca llegamos a creernos del todo; un mal presagio que se desvanecía cuando apagábamos la televisión. Y de repente todo cambió, y lo que el lunes era un rumor el sábado era una realidad. Ese sábado fue quizás el punto de inflexión. El inicio de una etapa inédita hasta el momento que hizo que, poco a poco, casi sin darnos cuenta, empezásemos a conocer una versión nueva de nosotros mismos, idéntica pero distinta; esa versión duplicada que hasta hace poco permanecía también confinada.

Nuestro yo duplicado nos sorprende de muchas maneras, como cuando nos lleva a pensar en cosas en las que, un mes atrás, apenas reparábamos. Así, algunos días se levanta filosófico y analiza qué elementos de su vida, nuestra vida, son esenciales y cuáles, aunque agradables, no son imprescindibles. Eso que la filosofía estoica llamaba virtudes (los valores esenciales) e indiferentes preferidos (lo que nos agrada pero que no debería considerarse una prioridad, según el estoicismo: la riqueza, la posición social, el atractivo…).

Otros días, los más entretenidos, el yo original y el duplicado entablan un diálogo, también inédito. Discuten sobre quién de los dos será el que salga a la calle cuando todo esto termine, quién dará los abrazos que ahora no pueden dar, los besos que ahora permanecen en cuarentena. Quién se acercará a escuchar el mar cuando las aguas se calmen. Quién de los dos, sino los dos, saldrá de nuevo al mundo.
Riera, Martiño
Riera, Martiño


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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