Lugo, Ayer (23)

Don Antonio García Gesto, concejal del Ayuntamiento en junio de 1902, se oponía a la contratación de un escribiente porque estaban endeudados hasta las corvas.

El asunto, al principio no pasó a mayores, pero a la hora de votar la contratación del escribiente -temporero, eso sí- la mayor parte de los concejales se decidió por Constantino Barreiro que tenía todos los papeles en regla y era protegido de algún concejal.

El resto de ediles -dos, concretamente- enfadados tras la votación, se ausentó de la sala.

Hasta aquí, esto de las discusiones, fue algo normal, como normal era que el Consistorio estuviese endeudado o que se nombrasen escribientes temporeros recomendados, pero la historia, como otras muchas historias, tiene un epílogo -como tuvo un comienzo y un nudo-. Y el epílogo a la historia del escribiente temporero Constantino Barreiro lo puso quince días más tarde -veintidós de junio, festividad de santo Tomás Moro- el Alcalde, quien hace saber para que conste en acta que "el escribiente temporero Constantino Barreiro tiene las facultades mentales perturbadas y hay que tramitar expediente para resumirlo en un manicomio".

En ese mismo día los médicos insistían en que se les entregase el medio duro acordado por sus servicios y que aún no habían recibido, pese a las promesas de pago.

También pedía autorización el cura párroco de la Iglesia de Santiago para colocar las alhajas -el escribiente escribió "alajas"- que unos feligreses le ofrecieron junto con una corona de plata para colocar en la imagen de la Virgen María, madre del Amor Hermoso, y como no podía ser menos -sin discrepancias- se autoriza al cura para aceptar la oferta y coronar a la Virgen.