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Menos es más

lunes, 10 de febrero de 2020
¿Para quién es el móvil? Preguntó la dependienta del centro comercial mientras entregaba el dispositivo a la clienta. Para él, contestó la mujer mientras señalaba con la cabeza a un chico de unos catorce años que las observaba en silencio. La cara de la dependienta fue un poema, una de esas caras que dicen lo que las palabras no pueden, o no se atreven, a decir. La mujer, incómoda, sonrió forzadamente y añadió: “ya sabe, ahora es lo que toca”.

¿Lo que toca? El eco de aquellas palabras parecía flotar en el aire en forma de interrogante, como una bruma espesa que se resiste a desaparecer. ¿Comprar un móvil que ronda los mil euros a un estudiante de E.S.O. es lo que toca? ¿Lo que toca según quién? Me interrogaba minutos después aquel eco en tono arrogante. Según la sociedad de consumo, supongo, según ese atractivo envoltorio de marketing bajo el que subyace un sistema cuyo único objetivo es mantenernos enganchados a la rueda del consumo. Dele al niño todo lo que pida, ese es el leitmotiv principal de esta peligrosa tendencia. Si el niño necesita o no eso que pide, si es el momento para dárselo o conviene demorar la gratificación, no son cuestiones que a esta filosofía le interese abordar. Hemos de admitir que esta forma de educar tiene sus ventajas: se evitan pataletas, discusiones, tener que decir que no, tener que poner límites; se evitan, en definitiva, los aspectos menos agradables de educar. Sin embargo, los efectos secundarios de esta deseducación son más que preocupantes: niños poco motivados, con problemas de atención, poca capacidad de asombro y sobre todo poca gratitud, a los que les cuesta mucho valorar lo afortunados que son. Pero ¿cómo valorar lo que tienes si llevas en tu bolsillo un móvil cuyo precio es superior al salario mínimo interprofesional?, ¡si tu móvil es mejor que el de tu profesor! ¡Si Montessori levantara la cabeza!

Los expertos en botánica suelen decir que es preferible abonar de menos que de más, pues el exceso de abono hace que las plantas crezcan débiles, más susceptibles a enfermedades, plagas... Dar al niño o adolescente más de lo que necesita, colmar todos sus caprichos, supone abonarlo a la fragilidad, mermando su capacidad de esfuerzo, su motivación intrínseca… En el término medio está la virtud, decía Aristóteles, y cuanto más nos alejemos de éste, por exceso o por defecto, más nos estaremos alejando de lo que significa educar. Necesitamos, hoy más que nunca, poner en valor a esas familias que todavía educan con sentido común, con sencillez, atendiendo al ser más que al tener. Necesitamos, como afirma de forma brillante Catherine L’Ecuyer en Educar en el asombro: “menos móviles y más tiempo en familia, menos juegos de consola y más bicicleta, menos recompensas materiales y más muestras de cariño, menos ruido y más silencio”.
Riera, Martiño
Riera, Martiño


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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