Estoy yendo a Viena en un avión de Iberia a una reunión con la OSCE, la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa.
En el aeropuerto me sorprende la avalancha de gente que viaja a medio mundo y las escaleras mecánicas me atemorizan después de mis dos caídas en Viena y Alicante llevando bultos para mis campañas escolares que me hicieron resbalar y caer para atrás. Un tropezón cualquiera da en la vida y me estoy reponiendo del último tortazo, por eso cuando hablo con una venezolana vendedora de zapatos que me cuenta que va a Caracas al sepelio de su papá me estremezco al saber que se debió a una caída de una escalera.
Se me sienta una familia china con mascarillas y me siento incómodo y eso que en Madrid estoy rodeado en mi barrio por simpáticos tenderos y restauradores chinos, pero la alerta internacional de los corona virus arriesgan perder la estima de estos industriosos asiáticos que son como las hormigas infatigables. Resultan mejor con la mascarilla para la estética occidental grecolatina.
Nos llenamos de Wuham y de ese alcalde que trató de silenciar la epidemia elevada ahora por la OMS a pandemia universal. Es inevitable recordarse del gran circo que se montó con el ebola en que el personal sanitario parecían astronautas o buzos de los oceanos. Me sorprende ver como proliferan las mascarillas y se extiende el pánico global.
En el avión conozco a Doña Bea un personaje de novela su tapadera es trabajar para una multinacional del juego en mi fantasía la veo como una bella espía internacional al servicio de alguna grande potencia. Morena de tipo cordobesa me habla de su marido músico caribeño y de su actual pachà turco. Tiene siete nietos y derrocha encanto por todos sus poros y se va a un destino exótico Bratislava, la pequeña Viena del Danubio y allí seguro que causará estragos con su carcajada en cascada y su voz con tanto de son cubano.
Es la ventaja amigos de ser cosmopolita que te encuentras con ciudadanos del mundo con sus historias y sus variopintas vicisitudes, alegrías y fracasos que se subliman viajando diez mil metros
Si a esto le añades ser reportero intrépido de GD y ya tienes la ecuación perfecta para conocer gente y sorber sus vidas y hacerte un caleidoscopio y una queimada de paso.
En el pasaje veo varias personas enmascarilladas y entre nubes medito sobre la credulidad y el borreguismo humano. Claro que en China no están para bromas y allí todos con la mascarilla y su monstruosa contaminación y sus vidas de hormigas laboriosas. En un panorama así Pedro I de Pozuelo sería la abeja Reina con sus Carmen Igualdad, sus Sancho Abalos y demás marjorettes montándose en su chepa y como los zánganos conocer el éxtasis y la perdición.
Joaquin Antuña - joaquinant@hotmail.com
