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Tercera década del siglo XXI

martes, 08 de enero de 2019
Aquella noche en que cambiamos de siglo. Parecía que se iba a terminar el mundo. Las profecías de Nostradamus se paseaban por radios, libros y toda suerte de tribunas populares. Era el efecto que iba desde la electrónica hasta el vértigo de entrar en otra época. Con dos novedades muy inciertas. El cambio de la peseta al euro. La dependencia de unos mandarines sitos en las denominadas instancias de la Unión Europea.

Los que éramos hijos de la mitad del siglo XX nos empezamos a sentir desplazados. La revolución tecnológica no nos necesitaba. El capitalismo estaba por convencer al mundo occidental sobre la globalización y la insostenibilidad del tesoro por el que habíamos trabajado. Me refiero a las conquistas sociales del Estado del Bienestar. Para los poderes fácticos que manejan a su antojo, con mando a distancia, gobiernos y parlamentos, las gentes somos un problema demográfico, economicista, y con tendencias a la desobediencia. La mejor manera de meternos en cintura, como otras veces, consiste en hacernos perder nuestra autoestima, independencia fruto de las derechos constitucionales, manipular la cultura y usar la información como arma de control para conductas indeseables por su carga de dignidad ciudadana. Hace falta un habitante dúctil, maleable y temeroso ante el que controla el poder económico.

No significamos más que un asiento contable. Y si en algún momento protestamos, se prescinde del incordio ya que resulta fácil y barato seleccionar entre los parias a uno que sea como Dios manda...

Pero miro a mis nietos. Y como en aquel discurso de JFK me digo a mi mismo. Más importante que saber si mi país puede hacer algo por mí es, si todavía puedo hacer algo, desde mis fuerzas y experiencia por mi país. El país que heredan mis nietos.

No se trata sólo de salir a las calles para exigir cumplan lo pactado con respecto a las pensiones- que es nuestro derecho pagado con largos sacrificios de toda una vida laboral- Sería muy egoísta dedicar nuestro tiempo -que hoy es nuestra riqueza- sólo a defendernos a nosotros mismos. Seríamos tan miserables como esos paniaguados endomingados que he visto sentados en el Congreso de nuestra Democracia, pendientes del poder que les dará cargos y privilegios.

¡Qué poca vergüenza!. Lo primero que hacen es "filtrar a la prensa" quienes serán ministrables, no vaya a ser que en el último momento alguien las quite la silla...¡Efectivamente!. ¡Si se puede, ser codicioso!. Y es que ya lo dijo la Iglesia -De ahí viene Iglesias- "La caridad comienza por uno mismo...". La búsqueda de los mejores para gobernar a la sociedad, queda postergada por los intereses bastardos de uno mequetrefes/as charlatanes y trileros a los que aun deberemos agradecer que formen parte del Gobierno como "notarios" de la izquierda verdadera...¡Qué risa me dan!, encima se han creído que somos imbéciles.

Se trata de ponerse la camisa partisana y dedicarle ese tiempo que tenemos a movilizar conciencias, denunciar injusticias y mentiras, señalar badulaques y bribones -no tiene género- que unidas/os están encantados de haberse conocido para tocar poder, disfrutar mamandurrias y ejercer como mandarines -tampoco tiene género-.

Puede que habiendo sido una generación sin guerras en nuestro país, ahora cuando nos merecemos descansar, nos toque volver a trabajar por el orgullo de ser españoles y la dignidad de ejercer la ciudadanía en el marco de la Ley. Pues aquí estamos...
Mosquera Mata, Pablo A.
Mosquera Mata, Pablo A.


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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