El "impeachment", la destitucion de un presidente de Estados Unidos, en este caso el rubicundo Trump, ha puesto de manifiesto una vez más el tráfico de influencias.
Los demócratas atacan a Donald por presionar al presidente ucraniano para investigar
los florecientes y lucrativos negocios del hijo del senador Biden en Ucrania.
Para mí, lo más escandaloso del caso, no es la lectura de la transcripción literal de la llamada telefónica entre ambos presidentes sino, los asuntos a los que se dedica el hijo de un exvicepresidente de Estados Unidos y probable candidato presidencial republicano en 2020 en aquel atribulado país. Toda esta historia serviría perfectamente para ser un buen thriller.
El famoso alcalde de Nueva York, Giuliani, ha viajado en misión secreta a Kiev y ha hecho sus consiguientes averiguaciones sobre este affair.
El poder ejerce una fascinación irresistible y, si se une al dinero, entonces se convierte en una tentación, como ha demostrado el affair Odebrecht, la diabólica empresa corruptora de políticos encumbrados en el emisferio sur americano.
En España, a menor escala, los amigos de Vox persiguen a los chiringuitos andaluces y de otras latitudes que cobran a tocateja su ecologismo, su feminismo y su apoyar campañas que interesan al poder.
Un ejemplo patente es el caso de Tania Sánchez, la ahora enrolada en las filas de Errejón, una traición más para Iglesias, que tenía a toda la familia viviendo de subvenciones en Rivas Vaciamadrid. Todo un maravilloso ejemplo de nepotismo.
Cuando leemos que el hijo de Biden obtenía 50 mil euros de beneficio mensual o semanal... me pierdo con las cifras... esto sí que es un verdadero escándalo y pertenece a un sofisticado tráfico de influencias.
Da la impresión que las altas esferas del poder, lo que el futbolista Piqué llama "los palcos del Bernabeu", son el nuevo maná del desierto.
Para familiares y amigos de los patronos del vapor, de los dueños del mundo de los negocios.
Me asombra que los analistas políticos se indignen contra la injerencia telefónica, por otra parte tan pintoresca de Trump y, no se pregunten qué rayos hace el hijo de un candidato republicano en Ucrania. En definitiva, haciendo lo mismo que nuestro Urdangarin.
Me da la impresión que inmersos como estamos en el Divinato de Pedro I de Pozuelo ahora saboreando a costa del contribuyente de las mieles de la alta diplomacia en Nueva York se nos está anquilosando la capacidad de pensar. La necedad es una pandemia en politica.
En el libro Guinness de los récords inscribamos con todos los honores al hijo de Biden en el capítulo de los chiringuitos.
Joaquín Antuña - joaquinant@hotmail.com.com
