La trágica muerte de Blanca Fernández Ochoa a los 56 años en su montaña adorada y en uno de los parajes que visitó asiduamente trae en mi los recuerdos de mi estancia en Alemania y los para mi grandes episodios del encuentro con la familia de Thomas Mann y la lectura de "La montaña mágica" ese libro que empieza en un relato corto y se convierte en una gran meditación sobre la condición humana en una mezcla asombrosa de géneros, desde la novela filosófica a la crónica e incluso a la sátira.
Al seguir estos pasados días la búsqueda de la inolvidable Blanca me he puesto en la piel de los amantes de la montaña, nuestros esforzados alpinistas, sería mejor decir sierristas, que aman el senderismo y la euforia de la naturaleza junto al placer que
experimentan los deportistas de riesgo. Un conjunto de experiencias muy alejadas de quienes como yo somos hombres de asfalto, de tráfico y de ruido.
Blanca y su hermano Paquito, nuestros medallitas Olímpicos fomentaron las incursiones en Guadarrama y las excursiones a los Siete Picos y en invierno el esquí en estas laderas adornadas por telesillas y pistas bien trazadas. Los madrugones en días de fiesta, el equiparse como esquimales transportando pesados esquís. Es una visión muy reductiva para quien gusta parapetarse detrás de sus periódicos y todo lo más pasear la vista por el interior de Rodilla, la cafetería donde me encierro, mientras los deportistas se dedican a correr a hacer gimnasia o a pasear con el perro.
Las gestas de los hermanos Fernández Ochoa quedarán para siempre en el recuerdo de los amantes del deporte y de los palmarés de azañas que parecen inalcanzables en un país volcado más hacia el mar que hacía la montaña. Pioneros de la nieve, propagandistas de una actividad humana digna de consideración y que levanta la admiración de los sedentarios. Instigadores del equipamiento y uso de instalaciones deportivas y fomento de una actividad turística.
Un ejemplo viviente de la pasión por el esquí nos lo brinda el Rey emérito Don Juan Carlos gran esquiador con la contrapartida de sus diecisiete operaciones y otros personajes con tobillos y rodillas operadas en su lidia con este arriesgado deporte, que no les frena, sino que les espolea en su fervor.
Bernard Shaw a los 90 años decía que estaba harto de asistir a los entierros de sus amigos deportistas. Afortunadamente los amigos de Sierra Nevada no piensan así y se embarcan en estas bonitas actividades. Yo no he pasado de tomar el sol repanchingado
en una poltrona y cubierto por una manta en los Alpes bávaros y austriacos, donde por cierto sin las botas de rigor no podías dar un paso sin resbalarte y besar el suelo. Un desastre.
Para Petrarca en sus "Trionfi" después de la muerte, pobre Blanca, hay dos estadios, etapas superiores la fama y la gloria. Los dos hermanos han conseguido ambos y por una trágica carambola a los 56 años, que es una edad de madurez y de vigor pleno. Son seres a quienes el destino o la providencia les han negado los achaques de la vejez, nos han dejado en la flor de la vida.
Y en el caso de Blanca su fin ha llegado en su montaña mágica.
Joaquin Antuña - joaquinant@hotmail.com
