Los jardines colgantes de Babilonia son una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo y fueron construidos en el siglo VI a.C. durante el reinado de Nabucodonosor II en la
antigua ciudad de Babilonia, Babel en los textos bíblicos, a orillas del río Eufrates en Mesopotamia.
Estas consideraciones flotaban en mi cabeza cuando visité una sucursal de estos afamados jardines en mi castizo barrio de Argüelles. Un súper ático como le llaman en Roma, ciudad en la que sus habitantes aspiran a disponer de un espacio abierto, una terraza bajo las estrellas y hacer de las noches cálidas de verano una delicia para los sentidos. Una costumbre de los paganos de la antigüedad.
En Madrid no existe esta tradición y no se aprovechan los techos de los edificios para plantar jardines y observatorios de altura, incluso se utilizan como trasteros. Por eso me impresionó muy gratamente ver que un ilustre vecino tercera generación de un conocido restaurante de Princesa se las había ingeniado para hacer de un pasillo y de un altillo una verdadera preciosidad como si se tratara de un florentino en la Corte de Felipe VI y convertirlo en un escenario digno de Bollywood para intricados romances que tanto gustan en la India.
En el dormitorio de este duplex dormitaba Treinta un simpático beagle, un sabueso inglés al que no le interesaban las charletas de sus dueños ni mucho menos de sus invitados un matrimonio de curtidos manchegos de Ciudad Real que construían edificios en Valdebebas y dos personajes sospechosos de una ONG de Chamberí. El perro dormitaba cuando fuimos a despertarlo para su paseo de alivio nocturno. Se levantó de mala gana no sin antes dirigirnos una mirada de reproche por noctámbulos.
Eso es lo que pensaba el perro, pero claro por mucho que en Baleares les concedan mayor rango que a una suegra o un atrabiliario cuñado, no se puede uno confiar de las opiniones de los perros. Los anfitriones José Ramón y Maripaz, un bragado lucense y una dulce leonesa de pro, sin remoras de Cazurrandia se desvivían por sus invitados los ciudarealeños y los onegeros. La noche discurría muy fluída, sin vacíos, con pláticas amables y muchas carcajadas. Un buen ambiente.
Una onegera Milagros había estado en Etiopía con un punto sospechoso de Teruel y había pescado unas amebas que la tenían a dieta, lo cual no es recomendable cuando se está entre gastronomos. Ciudad Real desplegaba en José la filosofía del pan pan y al vino vino tan típica de su tierra y su dulce media naranja Loren, que disfrazan una rotunda Lorenza de parrilla de barbacoa, que a San Lorenzo lo martirizaron a la parrilla, demostraba curiosidad e ingenio. El otro onegero apodado "El guaje" soltaba parida tras parida para hacer reír al personal y ridiculizar a los mil y uno desaprensivos de la sociedad y la política española. El anfitrión hacia de árbitro de los del VAR sin pelos en la lengua. Su esposa que tenía la sarten por el mango y que como en las parejas bienavenidas mandaba en corso sonría complacida e intervenía de forma comedida.
Un sarao estupendo con la luna en todo lo alto, el viento que alborataba el pelo del Guaje y daba vida a unas cortinas por las que podia aparecer Salomé con sus siete velos y la cabeza del bautista. Salieron a relucir familiares y otros cotilleos y a ni me interesó la historia de Federica la novia de un hijo de los manchegos por napolitana y por la atmósfera de 'dolce far niente', ese arte de pasar el tiempo de los partenopeos y las referencias a Nieves Herrero y su libro sobre Guiomar el casto amor de Antonio Machado.
De esta noche de Bollywood eché de menos un número de baile de los presentes, al menos una jota manchega o un ceñido chotis madrileño y los ladridos de Treinta, que se limitó a comer pan con envidiable apetito. Y no dijo ni mu.
Así transcurren estas noches de julio a la vera del Carmen en la Babilonia de Argüelles y los ánimos se refrescan en momentos muy gratos mientras Pedro y Pablo, Albert y Malú, Joaquin e Isabel dirimen sus diferencias, sus desamores y sus romances apasionados en plena canícula y José Ramón y Maripaz, Jose y Loren viven apaciguados en el limbo de los inocentes. Los onegeros el uno con su Isabel a rastras y la otra con su innombrable de Teruel, la ciudad del Torico. Cada loco con su tema y cada mochuelo a su olivo, pero después del buen yantar amigos.
Joaquín Antuña - joaquinant@hotmail.com
