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Educación y enseñanza

lunes, 17 de junio de 2019
Días pasados un apreciado compañero me envió un whatsApp en el que se ve a un profesora corriendo detrás de un alumno mientras,otros teóricos estudiantes, jaleaban al compañero y se dedicaban a tirar por el aula todo lo que encontraban a mano,no faltando mesas y sillas. Desgraciadamente, también se veían en el vídeo los alumnos que se refugiaban en su sitio y asistían atónitos, o quizás ya acostumbrados, a semejante situación.

Se lo reenvié a ciertos colegas y algunos dudaban que pudiera ser cierto; pero yo, que trabajé en la periferia de Madrid, les garantizo a ustedes que lo creo a pie juntillas. Lo que ocurre en los colegios, ya de primaria, ya de secundaria, es el fruto de una ineficaz labor de las autoridades educativas que ni han querido ni han sabido buscar soluciones a los problemas, que se vienen planteando desde hace tiempo. Desde el profesor que usaba la bofetada como argumento, al desprovisto de toda autoridad actual, siempre cabe el término medio. Ante esta tesitura siempre se puede recurrir a los tópicos de que el respeto lo consigue el profesor con su proceder, pero mientras se ven abocados a soportar comportamientos tan salvajes que uno ya duda de si avanzamos o retrocedemos.

Es por ello que voy a plantearles a ustedes mi postura:

En primer lugar diré que a la educación en España le hay que dar una sacudida profunda. Una, dos o las que hagan falta.

En este País conviven dos tipos de educación que difieren mucho y que tienen su origen en el dinero. Por un lado está la enseñanza pública, que debe garantizar el Estado para todo ciudadano; y por otro, la educación elitista, que se sufraga también con generoso dinero público y se complementa con las aportaciones de las familias. La escuela refleja como nada la realidad de España. Mientras los colegios privados acaban formando con relativo éxito, los colegios e institutos públicos se han ido deteriorando de tal forma que, en muchos casos, son auténticos guetos de marginación. Mientras los partidos, de índole que sean, miman los colegios privados, escatiman recursos en los colegios públicos, aun conociendo realidades tan sangrantes como la escasa y mala comida que realizan los chavales en la pública. Y alguien debiera tomar medidas corretoras urgentes a sabiendas de que en muchos casos es la única comida del día de las criaturas.

Con este ejemplo queda claro que existen, maestro Machado, las dos Españas que se polarizan y no tienden al bien común. Dos Españas antagónicas que caminan por caminos tan distintos como el precipicio y el bienestar.

Volviendo al problema de la disciplina conviene repara en el personal funcionario: si es de la Administración, apenas se implica. Los inspectores son meros bomberos sociales y apenas comparten con los docentes ningún problema. Ni ayudan, ni aparecen por los centros para buscar soluciones. Los que tratan de implicarse, rápidamente son reprendidos por la autoridad política.

En cuanto al profesorado, hay que realizar un estudio muy profundo y respetar al profesor en todos los aspectos. Ser maestro o profesor implica poseer una amplia cultura, estar dotado de valores y gozar del dinamismo que requiere una profesión tan delicada para estar siempre dispuesto a la innovación ya sea de conocimientos, ya de métodos de trabajo. N es tan importante saber mucho como mejorar la pedagogía y la implicación en trabajo. No es una carrera donde se deba permitir el intrusismo, máxime si se carece de aptitudes de acercamiento al alumno. Eso que ahora se llama empatía, es primordial.

¿Qué ocurre en la actualidad? Que a la carrera se accede mediante oposición en la que se prima fundamentalmente los conocimientos del momento, pero no se valoran ni la capacidad de dinamizar la clase, ni los métodos innovadores, ni la vocación tan necesaria, ni la capacidad ni el sacrificio en tareas de integración… el buen profesor se lleva a casa los trabajos o los problemas y no mira solamente el horario. Estamos en una sociedad donde se aprueba una oposición y se garantiza de una plaza fija. Y eso, siendo la aspiración de todos, es un error que puede llevar al conformismo, a la apatía, al desinterés por la formación, a vivir sólo para justificar una nómina y soñar con la jubilación. Ese tipo de enseñante, siendo abundante, en nada favorece los cambios.

Evidentemente, esta revolución implica un cambio enorme de mentalidad y cuesta muchos votos, pero lo demás es mantenernos en el error, desde mi punto de vista.

Y volviendo a hablar de la Administración es también la culpable de tanta indisciplina. En los colegios no se puede estar perdiendo el tiempo, que muchas veces lleva media hora de la clase, en corregir actitudes de comportamiento incívico. Nada se arregla con expulsiones de una semana o con cambios de colegios. Se arregla tomando los toros por los cuernos y educar en civismo, para lo cual hay que realizar cambios que resulten efectivos para integrar a los problemáticos que no saben respetar a los demás. Y eso implica, muchas veces, trabajo en equipo y conjunto con la familia para marcar pautas, padres incluidos, de comportamientos y medida correctoras eficaces. Esta tarea debiera corresponder no sólo al profesorado, sino también a tutores sociales para hacer comprender, a quien los desconozca, las normas sociales y los principios que rigen en la sociedad y que, sin duda, evolucionan como todo. Estos chavales del whatssApp,en manos de personas implicadas en la educación, por lo general, cambian y actúan después conscientes de su error. Eso sí, requieren de sus educadores la ejemplaridad que a ellos se les demanda.

En cuanto a los conocimientos, conviene considerar que la labor del profesor requiere respeto, tanto de la Administración como de los padres. Porque, si bien los padres se deben implicar en la educación y es necesario que lo hagan, también deben considerar la labor del profesional. Zapatero a tus zapatos. Y a los padres conviene también educarlos porque, desgraciadamente, los hijos conflictivos suelen reflejar la educación paterna. Y esa educación se presupone en los profesores. Por suparte, la Administración no puede imponer normas rígidas de agrupamiento porque las circunstancias son, en muchos casos, distintas: conocimiento del idioma, formación anterior, edad…hay que buscar la mejor integración y también defender el derecho a una escolarización digna de aquellos que cumplen las normas de convivencia.

Decía una afamada pedagoga lucense, cuyo nombre no recuerdo ahora mismo, que cada persona, a la hora de educarla, es distinta de otra y resulta evidente que no todos los métodos funcionan igual con distinta personas; ahora bien, es preciso estar siempre buscando la eficacia.

Podría seguir explicando cosas como la demagogia política utilizada con la escuela- se crearon colegios bilingües donde no se dominaba el castellano, se está arrinconando éste fruto del fanatismo político, no se valoran los idiomas autonómicos, que enriquecen y respetan el sentir de cada autonomía y, en cambio, se quieren imponer con medida erróneas como la información turística…- Mala ayuda para un formación objetiva.

Desde mi retiro, quiero darles las gracias a aquellas personas que con su esfuerzo, sacrificio y ejemplo me educaron. La vida está llena de ejemplos y algunos hemos tenido la suerte de ser alumnos de personas con sensibilidad y sabiduría. Deseable sería haberlos imitado.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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