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Las hordas turísticas y el Rembrandt del Hijo pródigo

sábado, 08 de junio de 2019
Avanzamos hacia Rembrandt, corremos hacia adelante, nos empujan por detrás, estamos trufados entre dos inmensos grupos de chinos: no vemos más que la cabeza del padre del Hijo Pródigo. Un oriental me retira por un brazo para poder fotografiar a su novia, que se ha colado entre nosotros para ver si se adelanta al montón inhumano de Las hordas turísticas y el Rembrandt del Hijo pródigogente apasionada por las multitudes, que no les importa nada ni la Biblia, ni el Evangelio de San Lucas, ni el pintor holandés protestante, ni nada más que ocupar un espacio entre la masa para hacerse la foto en el Hermitage. Y parece que también en el Louvre -…no quiero seguir- en el cual los celadores y responsables se han puesto en huelga ante el peligro que corre el Museo y ellos, incapaces de controlar la situación ante el público que abarrota las salas.

He estado en el Museo del Hermitage la semana pasada, pero no lo he visto: se puede estar y no ver. Pero lo que si he vivido allí en carne viva y con los ojos como platos ha sido el espectáculo del gran museo nacional arrollado por miles de turistas, y eso no hay quién lo pague, espero que haya quien lo pare, por el maltrato que reciben las obras de arte y el arte mismo con este furor turístico. Ya se sabe lo que pasa con las pasiones descontroladas, que se convierten en vicio.

Ríanse de las hordas bárbaras avanzando hacia Europa en siglo V después de Cristo…Peor¡¡¡

Tras un recorrido acelerado, perdiendo casi el señuelo de nuestra guía por en medio de varios monitores con diversos emblemas y símbolos ondeando como los banderines de los tercios en una batalla, por fin, fuimos llegando al final, al ocaso exhausto de la tarde. En ese instante logré irme rezagando a la vez que se esponjaban las salas y ví, ahora sí, la gran colección de Rembrant al lado de furtivos espectadores, escapados como yo de la marea humana.

A penas se escuchaba algún murmullo ante esa oscuridad de los fondos del pintor, que logra reducir al silencio las acciones y conversaciones del asunto central del cuadro situado en primer plano: la sombría manda, los fogonazos de luz de los primeros planos se resisten, salvo los dorados y los rojos.

Finalmente contemplé la familia entera de El Hijo pródigo, desde la cabeza del padre a los pies del arrepentido y la mirada de su hermano el bueno, que no le gusta un pelo como su progenitor premie la informalidad, pues los políticamente correctos son poco generosos con los incorrectos. Este hijo serio y formal se debe preguntar: "¿A ver si ahora lo gratifica y lo mejora con una doble herencia…?".

Pero volviendo a la pintura maravillosa en un altísimo formato vertical, escaso en todos los géneros, la escena está como suspendida en un lugar que logra no ser estrictamente real, ni representar lo humano: como parábola del perdón se sitúa en un nivel más elevado, similar a una visión, en la cual el padre acoge en su brazos al hijo abajo arrodillado, pelado, andrajoso, con los pies desnudos sucios del fango, simbólico de lo bajo que había caído tras su falta.

Pero padre e hijo son todo uno en su reconciliación, simbolizándose en ello que cuando se ha descendido totalmente, o te sumerges para siempre en el barro, o te elevas a lo más alto. Georges Bataille en su artículo sobre el dedo gordo del pie -Le gros orteil- publicado en 1929 (revista Documents, nº.6) reflexiona sobre esto utilizando la historia española del Marqués de Villamediana, que en viendo el pie a la reina Isabel, la admiración del tal fetiche lo ascendió a lo más alto, claro que tal ascensión fue de orden sexual. También se concluye en Buñuel vivencias similares, cuando como piadoso niño adoraba contemplar el pie desnudo en las imágenes de la Virgen pisando a la serpiente, porque de ahí se elevaba al rostro de la imagen celestial con arrobo. Sabemos que las visiones místicas tienen una carga erótica sublimada, aquí me remito a la Santa Teresa de Bernini.

Para contar todo esto os remito a un artículo de servidora en la revista Quintana, del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Santiago de Compostela (nº.3, 2004). Esta cita la hago no solo por difundir mi producción, que también, sino por que se sepa de tal buena revista universitaria de arte, que como muchas otras académicas se quedan en reducidos círculos de lectores.

Regresando pues a Rembrant, y al hilo de Bataille - Buñuel, se concluye que el arrepentido subirá a la altura del padre como una flecha, padre que puede ser Dios:

Pues Os digo que de la misma manera, habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentimiento. (Evangelio de San Lucas).
Pena López, Carmen
Pena López, Carmen


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