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Mercurio y las bellas damas

martes, 04 de junio de 2019
La secularización de la sociedad ha cambiado los personajes que aconsejaban a las bellas damas. Me viene este pensamiento visitando la Feria del Libro del Retiro madrileño. He sido en mi juventud devorador de la literatura del siglo XIX y devoto de Clarin, de Manzoni, de Victor Hugo, Tolstoy y en mi madurez me he aficionado a los culebrones brasileños, colombianos, mexicanos y venezolanos.

En en la gran literatura y en los folletines televisivos existía invariablemente la figura del sacerdote como consejero de familia y experto en temas de corazón. Personajes que movían y removian los corazones influyendo en los destinos sobre todo de las grandes damas, que antes de los curas obreros se arrimaban a las familias principales.

Ocupaban con acierto desigual el papel hoy conquistado por los analistas, sean psiquiatras o psicoanalistas, con gran predominio de los argentinos, que por labio e ingenio se han convertido en los grandes maestros de la manipulación de las mentes humanas.

La necesidad de hablar con personas sabias, con experiencia, que nos orientan en los episodios difíciles que tenemos que afrontar, en que necesitamos la palabra amiga. Los hombres somos más rocosos, somos duros como el granito y nos es difícil derrarmarnos en lágrimas, al contrario de las damas que gustan de manifestar sus sentimientos desbordandose y recreandose en la suerte liberandose de sus fantasmas reales o imaginarios.

Tengo que confesar añoro este tipo de personajes que iluminan los intelectos, saben escuchar, orientar, ser paño de lágrimas y escudriñar en las vidas ajenas.

Incluso en los culebrones españoles como Cuéntame o Acacias 38 se mueven como pez en el agua estos consejeros domésticos que ejercitan un papel muy necesario para el buen gobierno de las vidas familiares y en periodo del feminismo rampante corregir los excesos de la falta de patrones éticos, sustituidos por los preceptos de ‎la religión verde, que descoloca al personal, todavía en busca de un nuevo equilibrio.

No me gustan los psicólogos, ni los consejeros familiares, encuentro que nos manipulan de forma fría y utlizando zarandajas seudocientificas, que a veces ignoran las circunstancias personales y adoptan medidas pret a porter, sin meterse en muchos dibujos, para evitarse jeremiadas inacabables, ejercicios de yoismos infumables.

Los hombres nos inclinamos por confesiones trufadas de fantasías para pasear nuestras frustraciones en barras de bar ante los baristas que rellenan nuestras copas. Las mujeres, aunque no reniegan de la botella, el alcohol es un gran alcahuete, un mediador para el desparrame sentimental, prefieren el amigo aulico, la persona en la que se confía cien por cien, sin un adarme de interés personal, sino del bello ejercicio de la amistad.

Estos benemeritos Mercurios deberían ser incluidos en ese bosque frondoso, oceánico de la Seguridad Social, incluso deberían sindicarse y en el caso de las autonomías formar grupos nacionales o regionales según los casos, si el problema surge en Gerona o en Cartagena.

Como adoptar el pensamiento verde a la ciudadanía actual debería ser objeto de los cursillos de verano de las Universidades del Escorial y no digamos de Santander. Esto permitiría a los Mercurios ostentar un título al estilo de Casado, que les permitera ejercitar esta labor de consejo sin temor a ser hostigados por los sicologos que no quieren perder su modena canonji‎a.

Mercurio y las bellas damasUn amigo de Murcia, actualmente en su retiro de Torrevieja con su bella pareja tiene un Mercurio en su senda amorosa, que a veces esta plagada de ortigas y abruptos peñascos y es temeroso que esta flor de sabiduria y derroche de sensatez pueda interferir en sus asuntos privados.‎ No es mi papel aconsejar, pero si buscar las vueltas y los recovecos que escondemos los latinos, así que querido José Luis no te opongas frontalmente, busca la complicidad y ejercita la santa paciencia.

Una muchacha argentina que andaba en lances amorosos con un cántabro en el Trastevere romano tres veces a la semana dejaba su camitacaliente se levantaba a las siete para sincerarse con su sicoanalista antes de su jornada laboral, dejando a su mozo perplejo, sin saber si el analista iba a opinar sobre sus efusiones y pláticas nocturnas.

En este caso triunfó el analista confío que en el asunto de José Luis el Mercurio sea comprensivo y no se meta en camisas de once varas. Deje a Cupido corretear alegremente con sus flechas y no tenga la tentación de convertirse en Diana cazadora, pues unas flechas transforman el corazón y otras lo destruyen. Que los amantes den rienda suelta a sus sentimientos y se vuelvan niños y el amor los embruje. Va de retro.

Joaquin Antuña - joaquinant@hotmail.com
Antuña, Joaquín
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