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Un maná para Palestina

jueves, 20 de diciembre de 2007
Si lo miramos con optimismo, al cuento de nunca acabar por excelencia parece vislumbrársele un final. En efecto, en el Cercano Oriente árabes e israelíes han hecho la promesa solemne de negociar sin interrupción de aquí a finales del año próximo hasta lograr la creación de un estado palestino que cohabite con el actual estado judío. Una utopía alcanzable en la que están de acuerdo el presidente palestino Mamoud Abbas y el primer ministro israelí, Ehud Olmert, así como evidentemente su impulsor, George W. Bush. Tal es la buena nueva de la conferencia de Anápolis (Maryland, EEUU), que reunió el 28 de noviembre último a todas las fuerzas involucradas en el conflicto de los conflictos, considerado hasta ahora como inextricable, irresoluble. Siria, Arabia Saudí y otros doce estados árabes, presentes en la crucial cita, sirven de aval de esta solución. Luego hubo la conferencia de donantes en París y se acordó poner a disposición de la Autoridad Palestina la generosa suma de 5.200 millones de euros para construir un Estado en los próximos tres años, algo concreto, contante y sonante. Sólo va a la contra el poderoso Irán, a punto de convertirse en una potencia nuclear, y la organización islamista radical Hamas, cuyo terrorismo de “cuanto peor, mejor”, que persiste, puede echar todo al traste. No hay que engañarse, la tarea será ardua pero esta vez brilla al fin una chispa de esperanza. Queda un año y dos meses de difíciles transacciones, hay mucho sobre lo que ponerse de acuerdo: las fronteras del nuevo estado, el estatuto de Jerusalén, el caso de los refugiados, temas litigiosos que de no resolverse pueden desbaratar en cualquier momento lo trabajosamente conseguido... El presidente de los EEUU más inepto que se recuerda, George W. Bush, pasaría paradójicamente a la historia como el mandatario norteamericano que, después del fiasco sangriento de la invasión de Iraq y de fracasos y torpezas varias, permitió que árabes e israelíes, enconadamente enfrentados desde la creación del estado de Israel en 1948, alcanzaran un pacto de no agresión, desenmarañando el peor de los “nudos gordianos” de la edad contemporánea. El mundo será mejor si logra superar este pleito ancestral cuyo epicentro o aleph -punto por el que pasan alegóricamente según el esoterismo todos los puntos del Universo- es curiosamente Jerusalén, que debería ser tres veces santa por judía, musulmana y cristiana, las tres religiones monoteístas. Cunde el escepticismo acerca de este nuevo intento de apaciguamiento cuyas expectativas no entusiasman. Para detener la masacre, sólo queda confiar en que la cordura se imponga, lo que por las fechas en que nos encontramos hoy en día podría ser si no el cuento de nunca a acabar sí un cuento de Navidad.
Acuña, Ramón Luis
Acuña, Ramón Luis


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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