Perfil ético-moral de una persona cabal

Guía práctica del comportamiento
El comportamiento humano, basado en la ética y la cultura social, descansa fundamentalmente en cuatro pilares básicos: la lealtad, la honestidad, la perseverancia y la generosidad.

- La lealtad, para consigo mismo y con los demás;
- La honestidad en todos los ámbitos y actividades de la vida personal y social;
- La perseverancia y tenacidad en el cumplimiento de los deberes y compromisos adquiridos;
- La generosidad y empatía en la conducta y prácticas sociales.

Estas altruistas cualidades forman parte del patrimonio natural y genético del ser humano y de la cultura social establecida. Están 'recluidas' en la intimidad personal prestas a manifestarse en cuanto la voluntad y la responsabilidad moral lo aconsejen. Son las raíces que proporcionan savia al árbol de la vida.

Si bien, como complemento de estos pilares básicos del comportamiento, podemos añadir otras cualidades o actitudes asociadas a las anteriores para fortalecer la vida personal y la convivencia social:

- Autoestima, en dosis moderadas, sin caer en la arrogancia ni el egoísmo.
- Sentido de la responsabilidad en la acción y en la inacción.
- Gestionar con cordura y acierto las emociones y los sentimientos.
- Respeto y tolerancia en la discrepancia.
- Resiliencia para superar frustraciones y adversidades de la vida.

Sin embargo, es obvio que se puede ser una persona honesta y cabal sin cumplir escrupulosamente todos los requerimientos enunciados. Se puede ser una “buena persona” sin alcanzar la excelencia. La perfección no existe, y tampoco hay demasiado interés en encontrarla.

Y como colofón a tan bienintencionada pretensión es recomendable impregnar todas nuestras actuaciones con el barniz mágico del sentido común, atributo ciertamente escaso en estos tiempos de hedonismo moral.