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¿Una nueva guerra fría?

sábado, 02 de marzo de 2019
La política estadounidense hacia China está ahora en juego, con los partidarios de una línea dura y los de una línea suave luchando por conseguir una ventaja. Los partidarios de una línea dura ven a China como una amenaza existencial para la seguridad y los intereses estadounidenses. Los partidarios de una línea blanda consideran a China como una contraparte poderosa, en ocasiones amigo, competidor o adversario, pero no como una amenaza existencial. En mi opinión, una adopción oficial del enfoque de la línea dura resultaría desastrosa, creando un gravo riesgo de auto-cumplimiento de futuros conflictos.

Las opiniones estadounidenses sobre China son altamente inestables. China fue un aliado estadounidense en la Segunda Guerra Mundial, pero luego se convirtió rápidamente en un enemigo implacable después de la victoria comunista en la guerra civil de China. La china de Mao fue un adversario militar de los Estados Unidos, en la guerra de Corea y fue vista como una nación hostil por los dirigente políticos hasta 1972.

China, poco a poco fue convirtiéndose en un amigo estadounidense y un contrapeso importante para la Unión Europea después de la sorpresa de la visita sorpresa de ¿Una nueva guerra fría?Richard Nixon a China. La diplomacia del ping pong.

Durante la mayor parte del rápido crecimiento económico de China después de las reformas de Deng Xiaoping que comenzaron en 1987, los políticos, las empresas y el público en general de los Estados Unidos vieron a China como un socio comercial nuevo e importante y como una contrapartida geopolítica mayormente favorable, aunque si bien grande. Sin embargo, ahora, de nuevo, se empieza a ver a China como un enemigo peligroso según muchos expertos y políticos estadounidenses.

El historiador estadounidense Richard Hofstadter escribió sobre “el estilo paranoico en la política estadounidense”. Donde relataba que los estadounidenses inventan o exageran peligros que no existen. Esto ha llevado a episodios como “el miedo rojo” contra los bolcheviques justo después de la Primera Guerra Mundial, las acusaciones de la era Mc Carthy contra el comunismo después de la Segunda Guerra Mundial, la guerra mundial contra el terror después de los sucesos del 11-S, y ahora, en mi opinión, el miedo de China y la amenaza de una nueva Guerra Fría instigada por los Estados Unidos.

Creo que esta paranoia estadounidense surge por tres razones, un tema que también menciono en mi reciente libro “A New Foreign Policy (2018)”. La primera y la más importante de las razones, es que Estados Unidos ha sido una nación expansionista desde el inicio de los asentamientos coloniales a principios del siglo XVII. En la medida que los estadounidenses se adentraban en un nuevo territorio, creaban nuevos enemigos y generaban luchas interminables de batallas de expansión. Este incesante militarismo al principio dio origen a esa idea de que los enemigos de Estados Unidos están en todas partes.

En este sentido, la paranoia estadounidense es una especie de proyección psicológica del propio expansionismo estadounidense. Estados Unidos ve enemigos por todas partes para luchar y vencerlos. China es la amenaza más reciente para el dominio mundial de los Estados Unidos. De hecho, el politólogo Graham Allison sostiene que existe una “Trampa de Tucídides” en la que un poder dominante y un poder creciente están en un mayor riesgo de generar una guerra como resultado de las cambiantes relaciones de poder de las dos naciones y las tensiones creadas. (El nombre hace referencia a las Guerras del Peloponeso narradas por el antiguo historiador griego Tucídides; el creciente poder de Atenas amenazó el dominio de Esparta y condujo a una guerra prolongada entre las dos ciudades-estado en el siglo V antes de Cristo).

La segunda razón de la paranoia de Estados Unidos es su relativo aislamiento geográfico del resto del mundo. Después de conquistar las poblaciones nativas de América del Norte en el siglo XIX, Estados Unidos comenzó su fase imperial de ultramar en 1893 con la conquista de Hawaii y en 1898 con la conquista de las Filipinas de España. De repente, Estados Unidos se encontró gobernando tierras lejanas de las que tenía poco conocimiento o experiencia.

Después de la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos lucharían en varias guerras por todo el Sudeste de Asia, Oriente Medio, América Latina y África, sin tener en cuenta ni comprender las condiciones locales, lo que llevaría a la catástrofe en lugares remotos como Vietnam, Afganistán e Irak, y un auge del terrorismo. Todo esto es suficiente para crear muchas fantasías y paranoias.

La tercera razón, es el nivel relativamente bajo de confianza social dentro de la sociedad estadounidense. Como un país altamente desigual y racialmente diverso, con una larga historia de propietarios de esclavos, muchos estadounidenses blancos en particular, han visto desde hace mucho tiempo amenazas en otras razas y etnias que no hablan inglés. El racismo contra los afroamericanos, asiáticos, nativos americanos, hispanos, árabes, judíos y otros grupos de inmigrantes que han sido una característica notoria y profunda de la cultura estadounidense.

La implicación de esta paranoia es la tendencia de los Estados Unidos a multiplicar sus miedos, exagerar los peligros y crear enemigos implacables en naciones homologas. La guerra fría en sí es instructiva.

Las lecciones de la Guerra Fría
En la mitología nacional de los Estados Unidos, la Guerra Fría era una lucha contra un enemigo internacional implacable, la Unión Soviética, que estaba decidido a conseguir la dominación global. Los Estados Unidos lucharon en las guerras de poder, contra las fuerzas respaldadas por los soviéticos en todas las partes del mundo, desde América Latina hasta África, el Sudeste Asiático y Oriente Medio. Finalmente, los Estados Unidos prevalecieron y derrotaron a su enemigo, que desapareció del mapa a finales de 1991.

Sin embargo, hay una representación muy diferente de esta misma historia, una que subraya los peligros auto-cumplidos del estilo paranoico de los Estados Unidos. Esta visión alternativa, está irónicamente asociada con George Kennan, el gurú de la política exterior estadounidense a quien se le atribuye el primer hecho de señalar los peligros del comportamiento soviético, y el que primero conceptualizó la “estrategia de contener” a la Unión Soviética.

En la opinión de Kennan, la Unión Soviética bajo el mando de Stalin era un país expansivo y oportunista que buscaría o crearía debilidades en los países vecinos y luego los explotaría en beneficio del poder soviético. Sin embargo, Kennan veía incluso a Stalin con una respuesta relativamente cautelosa y racional tanto para las oportunidades como para las amenazas. Kennan aconsejó a los Estados Unidos, el enfrentarse al expansionismo soviético y esperar pacientemente a que la economía mal planificada de la Unión Soviética colapsara por sus propios defectos. Se opuso firmemente a la carrera de armamentos nucleares y a las repetidas guerras de poder con la Unión Soviética desarrolladas en todo el mundo.

Además, Kennan, como muchos otros historiadores estadounidenses posteriores, enfatizó que la Unión Soviética tenía sus propias preocupaciones legítimas en materia de seguridad. Muchas acciones de la Unión Soviética fueron percibidas como agresivas por parte de los estadounidenses cuando deberían haberse entendido como respuestas de los soviéticos a sus preocupaciones de seguridad. El frente y el centro de las preocupaciones soviéticas era una amenaza militar alemana resurgida después de la Segunda Guerra Mundial.

El control duro soviético sobre Europa del Este después de la Segunda Guerra Mundial fue en parte una respuesta a la ausencia de un acuerdo posterior que le ofreciera a la unión Soviética seguridad sobre la reindustrialización alemana y su re-militarización. De hecho, en lugar de ofrecerle seguridad de esta tipo, los Estados Unidos reconstruyeron Alemania como una potencia industrial clave y un baluarte de la OTAN.

El resultado fue que Washington consideró a la Unión Soviética, como un enemigo implacable más que como una contraparte poderosa con sus propias preocupaciones legítimas de seguridad. El enfoque paranoico estadounidense se expresó perfectamente en el documento político del Consejo de Seguridad Nacional NSC-68 de 1950. Este famoso documento declaró que la Unión Soviética era un enemigo firme empeñado en alterar o destruir la integridad y la vitalidad de los Estados Unidos:

“El diseño fundamental de quienes controlan la Unión Soviética y el movimiento comunista internacional es retener y consolidar su poder absoluto, primero en la Unión Soviética y segundo en las áreas bajo su control. Sin embargo, en la mente de los líderes soviéticos, el logro de este diseño requiere la extensión de su autoridad y la eliminación definitiva de cualquier oposición efectiva a su autoridad”

“El diseño, por lo tanto, requiere la completa subversión o destrucción forzosa de la maquinaria de gobierno y la estructura de la sociedad en los países del mundo no-soviético y su reemplazo por un aparato y estructura subordinados y controlados por el Kremlim. Por eso, los esfuerzos finales de los soviéticos ahora se dirigían hacia la dominación terrestre de Eurasia. Los Estados Unidos, como principal centro de poder en el mundo no soviético y baluarte de la oposición a la expansión soviética, es el principal enemigo cuya integridad y vitalidad, deben ser subvertidos o destruidos por un medio o por otro, si el Kremlin quiere lograr conseguir su diseño fundamental”.

El resultado de todo ello, fue una vertiginosa carrera de armamentos nucleares y guerras de poder con la Unión Soviética en todo el mundo. Estados Unidos gastó billones de dólares (en dólares de hoy) en guerras en el sudeste asiático (Vietnam, Laos, Camboya), Oriente Medio, Asia central y América Latina, y participó en el derrocamiento de docenas de gobiernos, aparentemente en la búsqueda de su competencia con la Unión Soviética (aunque a menudo perseguía interesas comerciales o de otro tipo). Millones de no-estadounidenses murieron en estas guerras, así como decenas de miles de estadounidenses.

El coste real de la Guerra Fría tal vez debería medirse en el hecho de que el mundo estuvo durante décadas en el precipicio de la aniquilación nuclear, a merced de los estrategas nucleares de ambos lados que eran propensos a suposiciones masivas, profecías auto-cumplidas, y repetidos casi fallos (capturados con horrorosa crudeza por Daniel Ellsberg en su último libro, The Doomsday Machine). La triste realidad es que el mundo tiene suerte de haber sobrevivido a la locura de la Guerra Fría. Fue solo por una suerte extraordinaria que no explotáramos todos durante la Crisis de los misiles cubanos de octubre de 1962 o en varios momentos de mala suerte (como en 1983, cuando se captó el reflejo de la luz solar en las nubes de gran altitud y este fue recogido por un sistema de satélites soviéticos de alerta como un misil americano entrante), podría sin duda haber terminado con el mundo.

En varios puntos de la Guerra Fría, las cabezas más frías prevalecieron, John F. Kennedy cometió un grave error en 1961 (con la invasión de la Bahía de los Cochinos en Cuba) y Nikita Khrushchev juzgó mal al colocar armas nucleares en Cuba en 1962. Cuando el mundo escapó de la autodestrucción en octubre de 1962, Kennedy y Khrushchev se dieron cuenta de ello, las dos partes debían retirarse del borde, firmando con ello, el Tratado de Prohibición Parcial de Ensayos Nucleares en 1963. Esto a su vez, llevó al Tratado de No-Proliferación Nuclear en 1968 y a la distensión estadounidense-soviética a principios de los años setenta. Sin embargo, después de que la CIA de Estados Unidos trabajara de manera encubierta para provocar una invasión soviética de Afganistán en 1979, la distensión se desvaneció, y desde principios hasta medidos de los años 80, el mundo vivió al borde de una guerra nuclear. En los primeros años de Reagan, la Unión Soviética llegó a esperar un primer ataque nuclear de los Estados Unidos.

El mayor problema con las lecciones de la Guerra Fría, es la naturaleza auto-cumplida de gran parte del conflicto, los costes ferozmente altos y los casi fallos de la aniquilación nuclear, es de estas lecciones que son casi completamente desconocidas o no aprendidas u olvidado por el público estadounidense y por muchos de sus líderes durante este tiempo. De hecho, si hubo “lecciones” aprendidas, pero probablemente fueron las incorrectas. Lo que Estados Unidos recuerda en la mitología nacional es que se mantuvo erguido, se enfrentó a su enemigo y salió victorioso. El colapso soviético no es visto como un fracaso del diseño del sistema socioeconómico soviético, como Kennan predijo que ocurriría en 1947, sino como un triunfo de las políticas estadounidenses de línea dura, especialmente las de Ronald Reagan.

Una vía rápida a la enemistad
Esto nos lleva a la China de hoy. Es muy poco tiempo, China se ha convertido en la nueva gran “noire” de los estrategas estadounidenses y de muchos altos funcionarios de Trump. Los asesores comerciales y negociadores de Trump (incluidos el asesor comercial Peter Navarro, el secretario de Comercio Wilbur Ross y el representante comercial estadounidense Robert Lighthizer) tienen la reputación pública de estar entre los de la línea dura.

El endurecimiento de las actitudes se ha producido rápidamente. Al comienzo de la presidencia de Barrack Obama en 2009, China era vista principalmente como un socio de los Estados Unidos y la Secretaría de Estado Hillary Clinton, declaró: “Ahora , algunos ¿Una nueva guerra fría?creen que China en aumento es, por definición, un adversario. Por el contrario, creemos que Estados Unidos y China pueden beneficiarse y contribuir a conseguir éxitos mutuos”. Para 2012, China se había convertido según Obama, en “un adversario, pero también un socio potencial”. La Administración de Obama estaba cada vez más alarmada por el creciente poder militar de China, su éxito económico y el peso geopolítico, y sin signos de una disminución del control político de arriba hacia abajo por parte del Partido Comunista de China.

Tal vez el indicador más importante y el contribuyente al rápido endurecimiento de las opiniones, se produjo en 2015 con un ensayo polémico del diplomático estadounidense Robert D. Blackwill y la coautora Ashely Tellis para el Consejo de Relaciones Exteriores, titulado “Revising US Grand Strategy Toward China”. En este ensayo, Blackwill y Tellis declararon que ha llegado el momento de que Estados Unidos se mueva para bloquear el aumento de China, utilizando las herramientas del poder militar, la política económica y la presión geopolítica que Estados Unidos había desplegado ya una vez para contener a la Unión Soviética. Había llegado el momento, por tanto, de que se quitara los guantes.

El ensayo de Blackwill-Tellis es notable por su claridad. El objetivo central de la estrategia estadounidense, según declaran los autores, es el poder global preeminente de los Estados Unidos. Como un país grande, fuerte y creciente, China es, por lo tanto, una amenaza per se para el dominio de los Estados Unidos, y por lo tanto, debe detenerse. Así es como lo ponen:

“Desde su fundación, Estados Unidos ha perseguido sistemáticamente una gran estrategia centrada en adquirir y mantener el poder preeminente sobre varios rivales, primero en el continente norteamericano, luego en el hemisferio occidental y finalmente a nivel mundial. Durante la Guerra Fría, esta estrategia fue manifestada en forma de “contención” que brindó una visión unificada de cómo Estados Unidos podría proteger su primacía sistémica y su seguridad, garantizar la seguridad de sus aliados y, finalmente, permitir la derrota de su adversario, la Unión Soviética”

“Preservar la primacía de los Estados Unidos en el sistema global, debería seguir siendo el objetivo central de la gran estrategia de los Estados Unidos en el siglo XXI”

“De todas las naciones, y en los escenarios más concebibles, China es y seguirá siendo el competidos más importante para los Estados Unidos en las próximas décadas. El ascenso de China hasta el momento ya ha generado desafíos geopolíticos, militares, económicos, e ideológicos al poder de los Estados Unidos, aliados y el orden mundial dominado por Estados Unidos. Su éxito continuo, aunque desigual, en el futuro socavaría aún más los intereses nacionales de los Estados Unidos”

Blackwill y Tellis luego continúan recomendando una serie de medidas que una vez se utilizaron para contener a la Unión Soviética, incluida la geoeconomía, descrita por los autores como “el uso de instrumentos económicos para objetivos geopolíticos”. El conjunto de medidas recomendadas incluye lo siguiente:

“Los Estados Unidos deben vitalizar su propia economía, construir un nuevo conjunto de relaciones comerciales en Asia que excluyan a China, diseñar políticas efectivas para lidiar con el uso generalizado de las herramientas geoeconómicas de China en Asia, y más allá, y en asociación con los Estados Unidos, aliados y socios afines, crear un nuevo mecanismo de control de la tecnología frente a China”.

“Los Estados Unidos deberían invertir en sus propias capacidades de defensa, para permitirles derrotar las capacidades emergentes de acceso de China y con ello, permitir una proyección exitosa de poder de los Estados Unidos incluso contra la oposición concertada de Beijing”.

“Los Estados Unidos deben reforzar un nuevo conjunto de relaciones y asociaciones estratégicas de confianza en toda la región del Indo-Pacífico que incluyan alianzas tradicionales, pero yendo más allá y persiguiendo los objetivos de fortalecer la capacidad de los estados asiáticos para hacer frente a China de manera independiente, y construir nuevas formas de cooperación estratégicas intra-asiáticas que no involucraran siempre, pero que será apoyadas sistemáticamente por los Estados Unidos”.

“Los Estados Unidos deben dinamizar la diplomacia de alto nivel con China para intentar mitigar las tensiones inherentemente profundas, mientras las dos naciones persiguen grandes estrategias incompatibles entre sí y de esta forma, para tranquilizar a los aliados estadounidenses en Asia. Su objetivo es evitar una confrontación con China".

La administración de Trump ha adoptado este punto de vista, lo ha puesto en funcionamiento y lo ha llevado aún más lejos, al menos hasta la fecha. Las nuevas estrategias de política exterior, defensa y seguridad de los Estados Unidos ya no hablan de China como un socio potencia, o incluso como un competidor, sino como un poder deliberadamente hostil.

Considero, por ejemplo, la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos de Diciembre de 2017, de Trump:

"China y Rusia desafían el poder, la influencia y los intereses de los Estados Unidos, intentando erosionar la seguridad y la prosperidad de los Estados Unidos. Están decididos a hacer que las economías sean menos libres y más justas, a hacer crecer sus fuerzas armadas y a controlar la información y los datos para reprimir a sus sociedades y expandir su influencia".

Desde este punto de vista, China no solo se está levantando y cuidando su propia prosperidad y seguridad, sino que está intentando activamente erosionar la seguridad y la prosperidad de los Estados Unidos.

Un nuevo tema generalizado del discurso estadounidense, establecido en la Estrategia de Seguridad Nacional en 2017, es que Estados Unidos le dio a China un período de buena fe para enmendar sus formas autoritarias, pero China no se ajustó, y ahora Estados Unidos debe volver a una línea dura:

"Durante décadas, la política estadounidense se basó en la creencia de que el apoyo al ascenso de China y su integración en el orden internacional de la posguerra liberalizaría a China. Contrario a nuestras esperanzas, China expandió su poder a expensas de la soberanía de los demás. China reúne y explota datos en una escala sin igual y difunde las características de su sistema autoritario, incluida la corrupción y el uso de la vigilancia. Está formando el ejército más capaz y bien financiado del mundo, después del nuestro. Su arsenal nuclear está creciendo y diversificándose. "Parte de la modernización militar y la expansión económica de China se debe a su acceso a la economía de la innovación de Estados Unidos, incluidas las universidades de clase mundial de Estados Unidos".

La lista específica de quejas estadounidenses también continúa creciendo, y ahora incluye: la proyección china del poder militar en el Mar de China Meridional; La Iniciativa Cinturón y Carretera de China, interpretada por Washington como una ofensiva geopolítica en lugar de un programa de infraestructura; La política de China Hecho en China 2025 para promover nuevas tecnologías, como un caso inspirado por los militares de una competencia desleal liderada por el estado; El término de los límites del mandato presidencial de Xi Jinping; y otros.

Todos estos son un documento de acusación de una China que tiene como objetivo socavar la seguridad y el bienestar de los Estados Unidos y subvertir los valores globales.

Por supuesto, los Estados Unidos se niegan a verse a sí mismos a través de los ojos de China. Si lo hiciera, vería una nación con: bases militares en más de 70 países, incluso en toda Asia (en comparación con la pequeña base naval de ultramar de China en Djibouti); con mucho, el mayor presupuesto militar del mundo; un caso crónico de operaciones de belicismo y cambio de régimen en Asia y en otros lugares, más recientemente incluyendo Afganistán, Irak, Siria y Yemen; un rechazo flagrante de la autoridad del Consejo de Seguridad de la ONU en repetidas ocasiones recientes, por ejemplo, con respecto a Irán; políticas tecnológicas dirigidas por el estado del mismo tipo que busca negar a China; rechazo descarado de los intereses globales al alejarse del Acuerdo Climático de París; planes para modernizar su arsenal nuclear; y el despliegue de defensas de misiles balísticos en Corea que amenazan la respuesta de represalia nuclear de China.

En otras palabras, la visión oscura de Estados Unidos sobre China es el clásico "Dilema estratégico". Lo que parece agresivo a través de los ojos estadounidenses es defensivo a través de China. Sin embargo, hay un desafío estructural básico que apuntala la paranoia estadounidense. China tiene 1.4 mil millones de personas, los Estados Unidos 330 millones. Eso significa que una vez que la producción y el ingreso per cápita de China hayan alcanzado al menos una cuarta parte de los Estados Unidos, China tendrá la economía más grande. Y en una sociedad mundial abierta, de hecho una en la que los estudiantes chinos asisten a las universidades de los Estados Unidos, el conocimiento y las capacidades tecnológicas en China también crecerán rápidamente, y la brecha tecnológica con respecto a los Estados Unidos se reducirá rápidamente.

Según el Fondo Monetario Internacional, la economía de China superó a la economía estadounidense en 2014, cuando las economías se median a un conjunto consistente de precios internacionales. Hoy, sobre esta base, la economía total de China es alrededor de un 25 por ciento más grande que la de los Estados Unidos, 27.4 billones de dólares en comparación con 21.5 billones de dólares, aunque el ingreso per cápita todavía está un poco por debajo de un tercio de los Estados Unidos. Cuando se mide a precios de mercado y tipos de cambio, la economía estadounidense sigue siendo 50 por ciento más grande que la economía china en 2018, 21 billones de dólares frente a 14 billones de dólares. (La economía de China es mayor cuando se mide como precios internacionales que a precios de mercado, principalmente porque los servicios de China se ofrecen a precios más bajos en dólares que los servicios similares en los Estados Unidos).

Por muchas medidas, como el gasto en I + D, patentes, publicaciones científicas, exportaciones de productos de alta tecnología, despliegue de TIC, competitividad en inteligencia artificial, China también está reduciendo rápidamente la brecha científica y tecnológica.

La mentalidad de la "primacía incuestionable"
Ninguna parte del avance económico de China es en sí peligrosa para los Estados Unidos a menos que la "gran estrategia" de Washington sea la primacía mundial. En otras palabras, en un mundo de países grandes como China e India, la única forma de que Estados Unidos pueda seguir siendo el poder incomparable es que los países grandes sigan siendo mucho más pobres desde el punto de vista económico y crónico tecnológicamente rezagado.

Cuando es traducida por los expertos, la retórica en los Estados Unidos ahora es aún más acalorada y fulminante. La caracterización de China ha pasado de socio a competidor a adversario, y ahora a enemigo. Un columnista del New York Times describió con aprobación la política exterior de Trump de esta manera:

"La doctrina Trump apunta a una visión más limitada y sostenible de los compromisos estadounidenses. Junto con el yihadismo, busca confrontar y contener a dos de los principales enemigos del estado, China e Irán, y toma una línea dura hacia sus aliados y clientes potenciales en los estados americanos".

Describe alegremente y despreocupadamente el objetivo de la política exterior estadounidense de la siguiente manera:

"El objetivo general no es ceder la primacía de los Estados Unidos ni abandonar las alianzas estadounidenses, como suelen acusar los oponentes de Trump; más bien, es mantener la primacía de los Estados Unidos en una posición más manejable, al tiempo que concentra más energía y esfuerzo en contener el poder y la influencia de China"

Aquí radica el estilo paranoico americano. En la mente paranoica, la seguridad estadounidense depende de la primacía sin oposición del país. La primacía estadounidense requiere que los Estados Unidos contengan el surgimiento de cualquier rival. Cuando el rival es grande y poderoso, como es el caso de China, entonces la contención significa deliberadamente apuntar a limitar el éxito económico y tecnológico de China mediante el cierre de los vínculos de China con tecnologías avanzadas, aliados potenciales e incluso socios comerciales. China debe seguir siendo relativamente pobre, según la opinión general de la comunidad estadounidense en política exterior, ya que ser la mitad de rico que Estados Unidos terminaría decisivamente con la primacía de este país.

La clave para la primacía estadounidense, en resumen, es un doble estándar: los Estados Unidos pueden enriquecerse, pero usted no puede, a menos que sea lo suficientemente rico como para desafiar la primacía de los Estados Unidos.

Aquí podría ser útil considerar lo que recientemente escribió en la revista de Harper Kishore Mahbubani, decano de la Escuela de Política Pública Lee Kuan Yew:

"Para los observadores neutrales, sin embargo, [la elección entre Estados Unidos y China] podría verse fácilmente como una opción entre una plutocracia en los Estados Unidos, donde las principales decisiones de política pública terminan favoreciendo a los ricos sobre las masas, y una meritocracia en China, donde las decisiones importantes de política pública son tomadas por los funcionarios elegidos por las élites del Partido en base a la capacidad y el desempeño que han resultado un alivio sorprendente de la pobreza ".

Las políticas estadounidenses hacia China en los últimos años han estado implementando cada vez más el enfoque de contención, primero de manera muy moderada bajo Obama, y ahora de manera estricta y abierta bajo Trump. Obama pretendía limitar las opciones de China en el comercio mediante la negociación de una Asociación Transpacífica (TPP) con varios países asiáticos que fue diseñado para excluir a China. Trump, por el contrario, ha ido tras China en varios frentes:
. la imposición unilateral de aranceles;
. diplomacia activa para bloquear la adopción de tecnologías chinas (por ejemplo, tecnología Huawei 5G) por parte de Estados Unidos y sus aliados;
. medidas para bloquear la compra de tecnologías americanas y europeas por los intereses chinos;
. medidas para detener las inversiones de China en los Estados Unidos;
. diplomacia pública con el objetivo de desacreditar los motivos de China (por ejemplo, los indocumentados y los reclamos generales del robo de las tecnologías estadounidenses por parte de China);
. y solicitando a Canadá arrestar y extraditar al CFO de Huawei.

Las nuevas políticas de contención ciertamente todavía no cuentan con un apoyo unánime dentro de las comunidades políticas y empresariales de Estados Unidos. Estas políticas son muy costosas para muchas empresas importantes en los Estados Unidos y amenazan con frenar el crecimiento global y perjudicar las valoraciones del mercado de valores. Más siniestramente, podrían llevar a una carrera de armamentos en espiral, esta vez incluyendo armamento en el espacio, guerra cibernética e incluso una eventual serie de guerras por poderes o confrontación directa.

Hasta ahora, las políticas antes mencionadas están siendo impulsadas por los partidarios de la línea dura, aunque el terreno intermedio de la política y los expertos estadounidenses ciertamente se está moviendo en su dirección, y de manera preocupante. Claramente hay un retroceso incluso dentro de la Casa Blanca de Trump, generalmente por el personal responsable de la macroeconomía general.

Sin embargo, atacar a China y declararlo el nuevo "enemigo" se está convirtiendo en una sabiduría convencional y política en Washington. Se considera preciso (China es una amenaza importante) y políticamente cómodo para defender a los trabajadores estadounidenses, los conocimientos técnicos y la seguridad. El endurecimiento discernible del humor y la retórica, sin embargo, se basa en insinuaciones y afirmaciones de Trump en la línea dura y no en evidencia.

Cuando Trump y Xi se reúnen a principios de 2019 para discutir las relaciones bilaterales, todo es posible. El propio Trump ama un espectáculo en el que puede declarar el éxito, como lo ha hecho sin sustancia con respecto a Corea del Norte. Algunas concesiones por parte de China podrían, de hecho, llevar a un asentimiento efusivo por parte de Trump. Muchos líderes de negocios respirarían más fácilmente.

Por otro lado, la visión de línea dura está cada vez más extendida y está totalmente en línea con el estilo paranoico de la política de Estados Unidos. Bien podría superar a Trump. El mejor antídoto sería recordar las verdades sobrias de la última Guerra Fría, pero confiar en una memoria histórica precisa es quizás nuestra esperanza más débil de todas. Tendremos mucha suerte para escapar de una creciente marea de amargura y desconfianza entre China y los Estados Unidos en los próximos años.

Cintia Sanz Hoya ha traducido este artículo de Jeffrey Sachs que toca uno de los puntos más importantes de la política internacional, que seguimos con pasión en la Fundación de Paz y Cooperacion.

Cintia Sanz Hoya - ‎cisanz@ucm.es
Sanz Hoya, Cintia
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