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Lugo ayer (18)

viernes, 25 de enero de 2019
Memorias de un maestro lugués

Los barrenderos era seres madrugadores. Solían prestar el servicio por parejas, como los guardias civiles o las monjas. Uno, al que podíamos llamarle escobero mayor, manejaba el escobajo de urce o xesta con un mango tan largo que, de un plumazo, barría las calles de extremo a extremo, mientras su compañero, conductor de un carrito, pala en ristre, iba recogiendo las inmundicias que el otro amontonaba. Casi igualito que aquella fábula de Tomás de Iriarte en donde un sabio iba cogiendo las hierbas que otro arrojó.

Madrugadores también eran, en los días de mercado, los leñadores o leñeros que surtían de leña de carballo, picada, y de piñas para encender la lumbre a quienes hubieran menester de tal carburante.

Menos madrugadores eran un par de tres heladeros: uno situado en la Plaza de Santo Domingo con vistas a San Marcos y Calle de la Reina; el otro en el Cantón y el tercero, que deambulaba por la frontera de los Centros de Enseñanza en horas de recreo.

Estos eran temporeros que buscaban tiempos adecuados para el empaquetado de esta mercancía en los cucuruchos de las obleas, pero, hete aquí que, uno de ellos, llegó a inventar lo que él ,llamaba y pregonaba helados calientes que vendía en invierno y que resultó ser una especie de natillas que, en frío o a medio templar servía en vasitos de papel.

El barquillero, muchacho joven y muy afable, con su aparato a la espalda, atracaba casi a la puerta de nuestro Instituto ofreciendo el Tiro de los Tres Golpes en cuyo juego era maestro. Es decir, casi siempre ganaba pero no por ello dejaba de obsequiar a los jugadores vencidos.

El frutero con su carrito sobre el que emergían naranjas y un racimo de plátanos y con acento canario, porque lo era, tenía como pregón fijo: PLÁTANOS DE CANARIAS… PLÁTANOS…

Recuerdo que, en una ocasión se me ocurrió remedar su pregón, respondiéndome él con un: CALLATE, MAL PEINADO...

En aquella ocasión había acertado porque el cabello largo y espeso que yo tenía, Filgueira Valverde me lo había mandado arreglar. Tuve que salir de clase una vez para que ir a los servicios a enmendar mi pelambrera.

Continuará...
Esteban, Antonio
Esteban, Antonio


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