Mi amigo Emilio Ginés, el jurista especialista en feminicidio, me envía por Whatsap la noticia del fallecimiento en la noche del día 28 de diciembre de José Antonio Gimbernat,
un gran campeón de los derechos humanos en España.
José Antonio fue Presidente de la Asociación de Derechos Humanos, la famosa y combativa APDH, protagonista de la consecución de la Amnistía en la transición democrática en la época de Joaquín Ruiz-Gimenez.
A partir de 1993 presidió la Federación de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos resultante de una plataforma inspirada y apoyada por el Ministerio de Asuntos Exteriores para participar en la Conferencia de Viena del mismo año y mismo tema.
Mis contactos y colaboración con José Antonio arrancan de mis años de Izquierda Democrática, que lideraba Ruiz-Giménez. José Antonio que había sido jesuita promovía unas reuniones en encuentro entre católicos y marxistas. Eran tiempos en que el Partido Comunista había sido el solo partido que se opuso de forma efectiva a la Dictadura del general Franco. Estaba todo por hacer, sindicatos, partidos, movimientos sociales y asociaciones.
Se trataba de una mezcla de religión y activismo leninista, salpicado por largas disquisiciones, en las que brillaba José Antonio por su formación germánica. Era una explosión de democracia, que removía los cimientos de la iglesia franquista y buscaba vías pacíficas para resolver los problemas sociales, que eran muchos.
Desde el principio José Antonio no era un radical, que mira solo hacia la izquierda y considera a los derechos humanos como instrumento de la lucha de clases como hace Podemos en nuestros días, era un hombre apasionado por la justicia y por establecer un sistema de garantías y libertades, que todavía no existían.
Participó desde APDH en lograr la amnistía, mientras tanto los electores habían barrido sin misericordia nuestra endeble Izquierda Democrática, que cometió el error de aliarse con Gil Robles y su Democracia Cristiana, por lo que volví a mis andanzas internacionales, mi último puesto en FAO fue el de Oficial de Información en México. Sorprendiéndome el golpe de Tejero en la capital azteca.
A mi regreso a Madrid fui a ver a Gimbernat, que estaba sumergido en un mar de papeles. "Que estas haciendo" me dijo sin levantar la vista de sus documentos. Estoy fundando una Asociación y le puse al corriente de mi proyecto. "Tengo una sede para tí, gratis, pero sólo para los lunes por la tarde es en Santa Catalina 8". Volvió a sus papeles. Así era José Antonio un hombre de acción.
Nos vimos saltuariamente y seguí su vida de activista hasta que en 1993 se formó la plataforma de derechos humanos ya mencionada para la Conferencia de Viena. A partir de entonces tuve mucha relación con José Antonio, que no se cuidaba de los asuntos administrativos no era un burócrata, pero se desvivía por poner en marcha proyectos como llevar los derechos humanos a la policía organizando cursillos y otras muchas iniciativas de divulgación y salvaguardia de los derechos humanos convertidos en libertades civiles.
Al no ser hombre de partido Gimbernat fue crítico con el Partido Socialista en la delicada cuestión de los GAL, donde se adivinaba quien era el misterioso Mr. X e incluso firmamos un Manifiesto tipo j'accuse de Emil Zola. Aquí demostró que José Antonio era insobornable y no interpretaba los derechos humanos como una cuestión, una palanca de partido.
Esta concepción centrista que he compartido con él trataba y trata de no invocar los derechos humanos para restringir las libertades y poner en peligro la seguridad ciudadana, lo que los convierte en instrumentos de la extrema izquierda.
Entre muchas anécdotas que jalonan una vida militante recuerdo un viaje a Barcelona para una reunión de juristas y la circunstancia de que olvide mi DNI y en todo el viaje y en el hotel tuve que ser respaldado por José Antonio. En el avión después de comentarme los viajes exóticos que hacía con su mujer una brillante psicoanalista alemana, se devoró un librito mio italiano "Verso il Duemila" con una rapidez de récord Guiness.
Con los años José Antonio enfermó y sus pies se arrastraban. Despues de las reuniones en la calle Diligencia de Vallecas me llevaba en su coche a Arguelles y hablábamos de nuestras batallas y cuitas personales. Su amistad con el sociólogo Sotelo residente en Alemania daba a sus juicios un enfoque europeo, que yo absorbía con mucho interés.
Hubo que cambiar la dirección de la federación en la era muy fuerte Paquita Sauquillo, una militante de cuerpo entero, de las que recavaba las firmas de protesta o de propuesta personalmente y que fue designada mujer europea del año y últimamente fue comisionada por Carmena, que siempre ha estado afiliada a APDH, como comisionada para cambiar los nombres de las calles adaptándolas a la Memoria Histórica.
José Antonio participó en una reunión petit comité en un café de la calle Conde de Peñalver cerca del bufete de Sauquillo con ella, Emilio Gines y vuestro cronista de GD.Se acordó dar un nuevo rumbo a la federación para resolver los problemas administrativos.Una vez más me fui con José Antonio a quien recuerdo con mucho cariño.
La última vez que lo vi fue en el Centro Riojano con motivo de la presentación de mi penúltimo libro,llego tarde,un poco descamisado,pues como Antonio Machado,se distinguió por su gran corazón pero también "por su torpe aliño indumentario".Nos saludamos efusivamente y le dediqué un ejemplar.Corria el mes de marzo de 2018.
Al igual que la federación José Antonio se nos ha ido.Un gran hombre defensor a ultranza de los derechos humanos.Con mucho dolor escribo estas líneas y lo lloro como todos los que tuvimos la fortuna de conocerlo.Descansa en paz.
Joaquín Antuña-joaquinant@hotmail.com
