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Pedrín y las tarjetas navideñas

lunes, 31 de diciembre de 2018
Llega la Navidad y en la casa de Pedrín, un niño de ocho años, ya se vive ambiente de fiesta, aunque como siempre ocurre, en los espejos de los ojos de los adultos queda ingrávida alguna lágrima que sigue el rastro de las inevitables ausencias, pues, de aquella casa, hacía pocos años, se habían marchado los abuelos en compañía de la muerte y, la falta de esa respiración, su aliento vital, de esas voces perdidas, tan necesarias en cualquier fiesta, pero más en Navidad , son ausencias muy duras.

Queda su aroma, el eco de sus dulces palabras, caricias prendidas cual alfileres en las prendas que ellos tocaron . Parece que la llama de la chimenea no es tan viva . En todas las habitaciones permanecerán las huellas de aquellos pasos que hoy, al llegar las fiestas navideñas, no los puede cubrir la nieve de la ausencia.

Pedrín estaba contento con la llegada de esas datas, no solamente porque tenía derecho a gozar de unos días de asueto, unas jornadas de vacación escolar, por degustar turrones, mazapanes, polvorones y toda una gran cantidad de dulces o por la carta ilusionada que le enviaría a los Reyes Magos que, siempre, como era un niño normal, le era correspondida con los juguetes que pedía; lo que más le gustaba y con lo que se sentía pletórico era que, mientras que otros chicos de su edad coleccionaban cromos de artistas , futbolistas o famosos, él esperaba que llegarán estas fechas para que el cartero trajera las tradicionales tarjetas de Navidad, pues , desde hacía unos años, las coleccionaba. Tenía una carpeta en la que las guardaba y en la que ponía en la portada “ Regalo de Sentimientos” .

Cuando tenía ratos de ocio se metía en su cuarto y pasaba horas contemplando las imágenes de esas postalitas ( las del acebo y el pardillo, las de campanas, paisajes nevados…… ) y sobre todo leía y releía los deseos que aquellas personas amigas le enviaban a sus padres. En más de una ocasión, como los progenitores eran sabedores de aquella colección, se sentaban con Pedrín y repasaban aquellos testimonios.

Desde principios de Diciembre el pobre niño estaba deseando llegar a casa y, su primera pregunta era:

- “ Mamá, mamá!! ¿ Cuántas felicitaciones han llegado?”
Y su madre le respondía: “ ninguna , hijo”.

Discurrían los días de Diciembre, llegó Noche Buena, pasaría la Navidad y, para desconsuelo de Pedrín, aquel año, no llegó ni una sola tarjeta de felicitación. El niño no podía disimular su tristeza y sus padres le preguntaron porqué pasaba aquellas Navidades tan aburrido y, el pequeño les contestó:

-“ Me faltan las postalitas de Navidad”.

Aquel año los familiares, amigos y conocidos lo hicieron por teléfono mandaban mensajes por internet u otros que tienen “guasa” . Una noche , el niño fue testigo de alguna de aquellas felicitaciones.

Llamaron, no sabemos si al móvil o al fijo, tenía el altavoz puesto y oyó como , desde el otro lado del hilo telefónico, alguien deseaba feliz Navidad y próspero Año Nuevo. Su padre le correspondió con los mismos deseos y cuando cerró la comunicación dijo el pequeño:

-“ Papá , nosotros seguimos enviando tarjetas de felicitación, seguiremos mandando esas singulares palomitas de paz a los hogares amigos, pero esta Navidad no nos han devuelto una siquiera. Todo ha sido por teléfono y no puedo coleccionar sentimientos”

El padre dijo:

“ Hijo, todo el mundo tiene mucho que hacer y lo hacen por medios de comunicación rápidos: email, watsap,… lo importante es que se acuerden de uno y, para bien”

El pequeño le contestó:

“ Papá, por mucha prisa que tengamos la Navidad es para pararse y escuchar latir los corazones. Temo que , quien no quiere dejar escrito el mensaje en una tarjeta es que no defiende los valores de la tradición “.

Aquella Navidad Pedrín no pidió a los Magos juguetes. La carta que puso en sus zapatos decía:

-“ Queridos Reyes, no quiero ningún regalo, es todo materialista engaño. Los adultos tienen tanta prisa que no dan ni sentimientos escritos porque temen que sea un compromiso. Solamente os pido que las ilusiones no mueran ya en la cuna de la infancia, pues hay muchos Herodes que matan a los inocentes aplastando su dicha con el gran peso del progreso, el que no entiende de tradiciones y solamente busca sumas ingentes de beneficios, pero Reyes Magos, la Navidad no es solamente derroches gastronómicos, intercambiar regalos valiosos… No, la Navidad es sencillamente que a tu portal de paz te llegue el singular pastor, ese cartero/a, y te entregue el mejor regalo que te manda el amigo o familiar que está lejos, una postalita de colores y en su reverso escritas las palabras que son de corazón”

Cuando los Magos leyeron la misiva, dijeron:

- “ Este niño tiene razón, este mundo necesita de las tarjetas navideñas por eso en todas las casas, empezando por la suya, desde esta Navidad dejaremos, junto con lo que pidan el que será nuestro mejor regalo, nuestra tarjeta de felicitación“

Empezaron a pensar cual sería la postalita que representaría a la Navidad.
Melchor proponía:

“ ¿Un paisaje nevado”?

Gaspar respondía:

“ ¿ Un acebo con un pardillo”?

Y Baltasar les contesta:

“ No, amigos tiene que ser una lámina que sea modelo y que contenga todo el espíritu de la Navidad y que sea de ese sitio en el que vive Pedrín. Pensad un poco, es un niño de Lugo”.

“Y ¿ cuál sería la tarjeta representativa de la Navidad gallega? Indiscutiblemente la que contenga toda la tradición de esa comunidad”.

Entonces los tres al unísono contestan:

-“ Solamente hay una que es una imagen de esa tierra, sus valores y gentes. Estamos todos pensando en la única que es enseña de esa bella zona. Estamos hablando del calendario que represente a la tradición galega, ese que lleva la estampa del Belén de Begonte, y , por supuesto sin barreras, la postal de la felicitación navideña de esa población por excelencia situada en Terra Chá, un piélago de mansas olas de esperanza”.

Cuando el niño fue por la mañana junto a sus zapatos vio regalos pero, lo que más le agradó entre todos fue que le habían enviado la única felicitación, la única tarjeta, aquella postalita que, por delante representa al Belén de Begonte y, por su anverso, todos los meses y días del venidero año y, junto a ella, una nota que decía:

-“ Pedrín, los que aman la luz de los sentimientos, los que coleccionan e intercambian dicha y felicidad, siempre tendrán la postal navideña más hermosa, este calendario galego, el portal de tu vida, que es la nuestra y, como lo natural siempre vuelve, ya verás como todos comprenderán que, dedicar un poco de su tiempo a escribir, repartir, y leer sentimientos, es fundamental para conseguir que una tradicional vela de la Navidad no se apague por el viento de la humana, desconsiderada prisa. Luego, viendo esta tarjetita buscarán donde adquirirla, preguntarán en que librería. No la hallarán en comercio alguno, la fe no tiene precio y solamente la tendrán los que a Begonte vengan en cada Navidad. En la portada de esta tarjeta te va la foto de un belén muy tradicional, el Belén de Begonte, el corazón de la mejor dulzura, la espiritual que siempre en ti laterá”.

Desde aquella Navidad, como aquel niño enseñó a sus compañeros de colegio aquella singular tarjeta, fueron muchísimos los pequeños de Lugo que pidieron a sus padres ir a visitar a ese Belén para tener lo que ellos consideraban un cromo que, para siempre tendrían en la mejor hoja del álbum de su vida, en la bonita infancia cuando ya es vista desde la vida adulta.

Todos tenemos, galegos amigos, en esta cosmopolita población el mejor Portal del mundo, pero, por favor, no levantemos más muros con concertinas o sin ellas. Hagamos que el espíritu navideño sea una realidad todos y cada uno de los días del año. Dejemos que los hombres y mujeres que buscan al Niño lo logren alcanzar y que no sea nunca una estrella fugaz por culpa de que los muchos Herodes quieren, a ese pan de vida, entre espinoso alambres cercar o aniquilando vidas, cercenando flores de esperanza.

Miremos este Belén de Begonte. Nuestros ojos quedaran para siempre llenos de esa luz y, como para Pedrín, esa postal será única porque queda para siempre en nuestro corazón.
Pol, Pepe
Pol, Pepe


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