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A Guerra de Ifni (33)

martes, 25 de diciembre de 2018
Farero
-En ese caso haré por enviarles un rayo de luz..., ¡como Farero! Los de Camariñas palillamos mucho, mucho y bien, pero hablamos poco, poco y despacio, ¡y eso no es político!

Aunque no todo, ni con la suficiente objetividad y/o conocimiento, algo ya dijeron varios autores, entre ellos uno de la Prensa del Movimiento que solía redactar sus crónicas en la sobremesa del Casino, precisamente al dictado del Capitán de Cocina de Tiradores…

Ifni le fue muy útil a Franco, en el 36, pues los dinamiteros de Asturias destrozaban carne de cañón…, ¡por camiones! Y con eso se montó una simbiosis de incalculables consecuencias… El agradecimiento personal del Caudillo y la codicia patriotera de desquitarse, unos y otros, de aquellas derrotas del Rif, además del talante imperialista de aquellos tiempos fanáticos, ahumados por las consignas fascistas, nos hipotecaron a fondo en aquella quiebra histórica; ¡eso, además del placer sensual, exquisito, de hacerle cosquillas a Francia!

El rencor francófono, que tanto cultivamos en África a lo largo del XX, entiendo que fue el principal intríngulis de nuestros errores y de nuestras liberalidades y/o mezquindades, que hubo de todo, ¡y eso hasta el último día del Protectorado!

Para mí que esto está mal estudiado, o quizás ni empezado: ¡Todo un siglo de guerra fría España-Francia, el XX, particularmente en el escenario marroquí! Mientras esto no se haga, cuanto se escriba de aquellas guerras y de aquellos incidentes será una simple estadística de hechos inconexos, y de héroes inmolados, ¡ni se sabe a qué dios!

En orden interno, la vida ordinaria de aquella Colonia, Ifni, se desarrolló con verdadera elefantiasis, ¡desde el Amezdog a la Colonia Agulla!, pero débil en infraestructuras, como ya se aludió aquí, en el Tribunal, ¡principalmente por la falta, elemental, de un notable espigón portuario! Débil en organización civil y en infraestructuras, repito. En definitiva, un territorio reseco, más que del sol, por la evaporación acelerada de los dineros transferidos, ¡como también se apuntó en esta Sala!

Un enclave territorial de setenta quilómetros de costa, retenido por España, fuese como propio o como sucedáneo de aquella legendaria Santa Cruz de Mar Pequeña, a pretexto de haber tenido, por aquellas coordenadas, y desde el Medievo, una base pesquera y un fortín, ¡es incomprensible que no se dotase de un puerto pesquero! Tal parece que el Caudillo nunca viese el mar, y eso que nació, y se crió en El Ferrol... ¿O es que tenía complejo de marino frustrado? En canto al Cuartel Militar de Ifni, los civiles, y por tanto, imparciales en este asunto, podemos jurar, en realidad de verdad, que allí estaba la flor y la nata do nuestro Ejército. Pero un país del XX precisaba algo más que guerreros, algo más que guerras…

Por lo que respecta a Zamalloa, toda loa es insuficiente, pero se le ha convertido en una especie de “General Silvestre”, silenciando su labor, acaso para ocultar, con ello, la ineptitud del Alto Mando. Tan silente fue su epopeya de Ifni que incluso la Gran Enciclopedia Galega, edición del 2003, además de omitir su fotografía y su intervención en la Guerra de Ifni, lo único que reseñan de su generalato es que “…foi gobernador xeral do Sáhara”.

¿Quién se atreve a imaginar qué pasaría en Ifni en el 57 si nos permutasen a Zamalloa por aquel Fernández Silvestre del año 1921? La respuesta no puede existir, pero el cálculo si: ¡veinte mil muertos, tantos como soldados, con los civiles aparte! ¡Hubiese sido la hecatombe franquista!

Comandante T.
-¡Ya iba siendo hora de que se te agotasen las palabras, cacho derrotista! Aquí tenemos otro desertor, que también se puede desertar de civil, y sin largarse, sólo con desmoralizar a los verdaderos patriotas. Para más contradicción, aquí le tenemos, en este Jurado, ¡donde se supone que debe terciar a favor de España!

Farero
-No se sulfure, señor Milite, que me estuve refiriendo más bien a la derrota, al fracaso económico, político y cultural, que del elemento militar ya dije que eran buenos elementos…; ¡bastante buenos para lo que se podía esperar de su formación estrictamente castrense! Los pecados imperdonables se produjeron en aquellos salones de Madrid…, ¡cómo es evidente!

Si nuestra reivindicatio era lo de aquellas pesquerías, costa arriba o costa abajo, legua más o legua menos, ¿qué sentido tiene que estuviésemos de murga, un tercio de siglo, que ya son años, pescando con caña, y desde los cárabos, arrastrados a diario, playa arriba y playa abajo, sin un maldito espigón de atraque?

Ya que fuimos al Ifni, o nos manteníamos allí, decían, para defender las Canarias, poca estrategia fue aquella pues en definitiva fueron las propias Canarias las que tuvieron que defender Ifni, Ifni y el Sáhara, año tras año. Y también oficiaron, naturalmente, de base logística.

Por último: Si fuimos a Ifni sólo, y tan sólo, para civilizar, para poner en producción los supuestos recursos naturales del país, donde está, donde estuvo, nuestro impacto, nuestra repesca, nuestra pegada cultural? Ni siquiera prosperaron las plantaciones de henequén, vulgo, sisal; y ya no digamos aquellas del ricino, ¡el purgante de las represalias fascistas!

En lo tocante a nuestra, pura y dura, culturización, le cedo la palabra a nuestra Profesora...

Profesora.
-De las intervenciones del Bancario, y también de las del Farero, parece demostrarse que la Política Económica que siguió España en Ifni, tampoco fue política, ¡y menos, económica! Esto admitido, todo aquello se limita a esta dicotomía: ¡armas o letras! Armas obsoletas, oxidadas; y letras..., ¡las del Catón, que de allí pocas carreras salieron! De nativos, me refiero.

Ahondando algo más, y para enfocar mi razonamiento, ¿tuvimos política educativa en Ifni? Me parece que sí, que en esto sí que hubo política, o más bien, politiquería, pero no verdaderamente educativa según los cánones de la Pedagogía moderna. Siempre me he preguntado si educar es modelar... Pues bien, en Ifni, e igualmente en toda A.O.E., se intentó un modelado..., ¡impositivo!

Modelado es atraer los niños a nuestras formas, sugestivamente, y no imponerles aquella macana imperialista del…, ¿Movimiento?, con un olímpico desprecio de su decantada y ancestral cultura, que si estaba en crisis en parte era debido a nuestras influencias desviacionistas. En esto hemos seguido métodos ensayados por España, en los siglos XVI y XVII, en América, ¡y por tanto anacrónicos, en todos los sentidos! Lo nuestro no podía ser enseñanza de medersa, eso tampoco, pero sí debiéramos ser más cosmopolitas, basándonos en un ideario democrático que, por otra parte, tampoco nos era exigible porque ni los profesores lo habíamos recibido y/o cultivado.

En cierto modo, allí procedimos como si aquellos españoles dirigentes quisiesen borrar el prestigio y el recuerdo de aquel Toledo de las tres culturas; y con Toledo, Córdoba, Sevilla, Granada... Fue un modelado a fortiori, coaccionando de mil maneras, algunas innobles y otras ridículas, o trasnochadas, para que les fuese ineludible a los nativos entrar por aquella culturita nacionalista, nuestra, tan petulante, ¡y eso por llamarle de un modo lene!

Como ejemplo, como evidencia de nuestra incompetencia formativa, fruto de aquel ambiente, se podría afirmar que el noventa y nueve por ciento de la colonia española no sabía contar con los del país más allá de los dedos de las manos; a saber: wahid, zooch, thalatha, arb'a, khamsa, sitta, sabah, tamanya, tissa, ashera... ¿Se nos dieron cursillos de formación, clases de árabe, o del dialecto allí imperante…? ¡Para qué, si lo nuestro no era entenderles a ellos, sino obligarles a entendernos!

Educar otra raza, otro pueblo, con asepsia, es, ante todo, poderles preguntar en su propia lengua. Si nada les preguntábamos apropiadamente, ¿cómo se podía saber lo que sentían, lo que querían, lo que precisaban, o lo que pensaban? Enseñar, según yo lo entiendo, es tener, y por consiguiente dar, respuesta a las inquietudes intelectivas del educando. Darles a beber cultura según fuesen teniendo sed de ella. La sed cultural cierto es también que se fomenta con el ejercicio racional, pero concordareis conmigo en que los tullidos poco ejercicio pueden hacer, y allí, en África, casi todos eran verdaderos tullidos, en este sentido de la palabra. Pero más tullidos fuimos nosotros, sin proponérnoslo, por no querer, ni saber, entender a los nativos, y por renegar de nuestros orígenes convivenciales. ¿Bastará con decir que en la calle pocos se molestaban en preguntarle al nativo su nombre, satisfaciéndonos el genérico, y un tanto despectivo, de, Mohamed?

Por último, permitidme recordar aquel periodista tan africanizado, José María Rodríguez Méndez, que me abrió los ojos con una frase lapidaria al manifestar que advertía en nosotros, la prepotencia de considerarse milagrosamente como amos de algo o de alguien. ¡Ahí está el quid pro quo de tantos errores coloniales!

Intelectual, que se adelanta para felicitar a la Profesora, con evidente sinceridad:
-Señora, permítame expresarle que siempre la tuve, a usted, que no a España, por buena Maestra, así que nunca bostezaré oyéndole verdades de ese calibre. Usted y sus compañeros de la docencia ciertamente pusieron su animus educandi, pero los errores estuvieron en los programas, en las consignas, en los planeamientos políticos; en el ambiente de la calle y en aquella extraña protección de amos y señores de vidas y de haciendas a la que usted aludió, y precisamente con palabras de otro español sincero. ¡A usted, Baraka-lahufik!

Enfermera
-¿Por qué no le diste las gracias en francés…? Yo tengo para mí que, aún dentro de ciertas limitaciones, sólo en el Hospital de Sidi Ifni hubo humanidad; de la buena, de la fraterna; dicho sea sin desmerecer la labor sanitaria en los poblados del interior, mayormente en aquellas Delegaciones de la Policía, ¡que en este caso lo cortés no quita lo valiente! Se atendieron bastante bien las dolencias físicas, tracomas aparte, que también es cierto, pero de las anímicas, de las psicológicas, de los complejos y depresiones propias de una raza dominada, ustedes, los dominantes, ¡maldito caso hicieron!

¿Se paró algún español a ponderar la enorme energía, la carga de reactivos que almacena un ser reiteradamente humillado, postergado, acallado en sus voces íntimas? Si en Ifni, o en Madrid, en la misma Presidencia del Gobierno, hubieseis substituido, por ejemplo, dos Capitanes por dos Expertos, tal que por un Psicólogo y un Sociólogo, otra seguridad, y también otro pacifismo, hubiésemos tenido en su Colonia, en la benjamina. Provincia le llamasteis, pero a partir del Cincuenta y ocho..., ¡desde que os mináramos aquella mal llamada soberanía!

Me permito hablar de esto, aunque Enfermera, pues enfermedad fue, y bien secreta, aquella corrosión continua, progresiva, cancerosa, de la convivencia ifneña, ¡tan asirocada como pobre!

Bancario, con evidente retranca:
-¿Y luego, aquel tratamiento preventivo, el que os aplicó España inyectando millones y millones de unidades monetarias en vuestro torrente sanguíneo, en el de aquellos notabilísimos hijos de Notable, no sirvió de nada, no tiene mérito?

Empleado de Boaida
-¡En absoluto! Además de nuestra repugnancia, íntima que no externa, a las transfusiones mercantilistas, puesto que tales privilegios llevaban animus doli, séase, untura de carro, aquellas liberalidades con nuestros Notables, con nuestros Patronos, les pusieron en la obligación de escuchar el clamor, el descontento de la plebe, y por tanto, de dirigir aquel levantamiento para convencerles de que eran mejores que los españoles.

La opción de ellos, de nuestros feudales, de nuestros Notables, era clarísima e ineludible: ¡dividir para vencer! Lo de convencer, de arriba para abajo, siempre es fácil para un buen demagogo. Los gallegos lo saben bien: Si aquellos cuatro feudales no hubiesen capitaneado aquel montaje irmandino, ¿los burgueses de entonces acabarían encontrando condottieros propios que los condujesen a demoler los castillos? En tal dilema, mal menor era demoler las fortalezas de los competidores; ¡cambiar algo para que no cambiase todo! (En un aparte): ¡Pero qué fácil resulta entenderse con los gallegos cuando se les razona! En otro orden de cosas: Allí donde no se recibe comprensión, cierta o aparente, tampoco se genera respeto. Así, pues, la patria potestas consiste, principalmente, en formar a los menores para que sean capaces de tomar el relevo de un modo personal, ¡responsable y soberano! ¿Conformes?

Intelectual
-Como está visto que encontramos dificultades para alcanzar la unanimidad en este Veredicto, se me ocurre que podríamos pedir a nuestro Archivo, al musulmán, unas cuantas grabaciones de las obtenidas por nuestros espías, por los del Istiqlal, en vísperas del 23-N, que así repasamos cual era el Estado de Opinión en la Colonia de Ifni. ¡Sólo para refrescar la memoria, por supuesto!

Bancario
-Eso me parece justo, pero a condición de que traigan otras tantas de nuestro Servicio de Información, ¡si es que no las metieron en la salamandra por culpa de los fríos madrileños! ¡Acordaros de lo ahorrativo que era aquel Almirante…!

Comandante P.
-¡Calla, Bancario, y sé discreto, que eso no va a ser posible!

Bancario
-¿Por qué, Mi Mandante? ¿Ardieron...?

Comandante P.
-Pues…, ¡por imposibilidad física! Nosotros nunca hemos espiado… Alguna declaración obtenida hábilmente, ¡palo y tente tieso!, por el Cabo Cigüeña…, ¡y para eso, los originales se enviaron a Madrid, así que los habrán extraviado, seguro que sí!

Bancario.
-¿Y las copias?

Comandante P.
-¿Las copias? ¡Hechas con papel carbón…, a lo sumo aguantan un año, que después, con la humedad ambiente, se tornan ilegibles! El que se las memorizaba era el Intérprete, Hamido, pero ese…, ¡ese es ambidextro! Siempre estuvimos en sus manos: Nos entendían y nos conocían. Les tuvimos en todos los trabajos auxiliares: hogar, cuarteles y oficinas. Sabían, o adivinaban, todos nuestros actos, nuestros pasos y nuestros proyectos; nuestros comentarios íntimos… ¡E incluso las infidelidades matrimoniales! Por el contrario, para nosotros todos ellos eran uno, ¡Mohamed! Y de las moras, con sus velos, sólo conocíamos sus ojos, ¡todos iguales y hermosos!

Bancario.
-¡Siempre estuvimos en sus manos…; tienes razón! ¿Qué hacemos ahora, que ya no estamos en su órbita?

Comandante P.
-Esperar a ver lo que tienen ellos, y luego rebatírselo, ¡como cosacos!
Gómez Vilabella, Xosé M.
Gómez Vilabella, Xosé M.


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