Francia esta viviendo otro 1968. Recuerdo que en abril de aquel año yo estuve en la Facultad de Arquitectura del Parioli romano donde empezó aquel movimiento cogiendo por sorpresa a los ciudadanos y al poder, cuya primera etapa había sido en la universidad de Berlin con Cohn Bandit, luego habría el definitivo mayo francés y su poderosa retórica.
Ahora como entonces fue una explosión por sorpresa como la de los chalecos amarillos,
sin lideres, ni un catecismo ideológico, pero con fuerte motivación de protesta y con propuestas maximalistas y confusas.
Francia a diferencia de Inglaterra y los Estados Unidos, que se apuntan solo una revolución con monarca en el cadalso y una guerra civil, han tenido una estabilidad envidiable. Francia todo lo contrario, desde la gran Revolución de 1789 ha tenido dos imperios, dos monarquías y cinco Repúblicas. Dos figuras apabullantes Napoleón y Charles De Gaulle.
Se trata de un levantamiento popular en un país muy desarrollado, que no se resigna a las políticas de austeridad y que sin decirlo no acepta los nuevos dictámenes ecológicos que emanan de los Acuerdos de París sobre el cambio climático. Por ello se oponen a que se suban los precios de los carburantes como disuasión. La descarbonización y los coches eléctricos pueden destruir muchos empleos en Europa si se adoptan drásticamente y favorecer a los gigantes asiáticos.
Los chalecos amarillos están infectados de un malestar muy peligroso. Se saben invitados al gran banquete del desarrollo del estado de bienestar, pero no tienen los medios para participar. Temen perder sus actuales beneficios. Tienen miedo al estar atrapados en una segunda revolución industrial, con líneas no definidas. Con jóvenes sin perspectivas, mujeres "empoderadas" y ancianos muy longevos que temen por sus pensiones.
Se destruyen y confunden los esquemas marxistas de patronos y obreros y queda en el aire la propiedad de los medios de producción. La globalización, en Francia se habla de mundialización es un baile frenético que escapa a nuestras mentes.
Cada cual arrima un ascua a su sardina, como aquí en España quienes comulgan con podemos o creen encontrar en Vox su esperanza futura.
A mi modesto entender en Francia van más lejos estos chalecos amarillos, van más allá de lo que representan los populistas, no creen en ellos,saben que venden humo y que tienen montañas de sangre a sus espaldas los que se arriman e inspiran en fascismo o en comunismo.
Aqui en nuestra Plurilandia para el Divino y su PSOE amaestrado y con abundante pesebre los totalitarios de podemos son demócratas mientras los otros totalitarios los de Vox son peligrosos extremistas.
A donde van estos chalecos que echan espumarajos por la boca, son las modernas jacqueries, las revueltas de campesinos, una nueva fronda, es pronto para sacar conclusiones, sus ideología inexistentes, son ciudadanos que se vuelcan todos los sábados a las calles a protestar y lo último ahora a pedir la dimisión del Presidente Macron.
Desean una sexta República o un nuevo kilombo, la revolución de los negros antillanos. Las lecturas serán diversas según nuestras ideas, intereses e inclinaciones políticas.
Algo nuevo esta surgiendo, que va más allá de los populismos, porque los rechazan, los superan, estos indignados, estos cabreados llevan sin saberlo las semillas de un nuevo
futuro, tecnológico, igualitario y buscador de nuevas utopías o son portadores del virus del totalitarismo y de los campos de exterminio.
Al niño cuando protesta por la comida se le enseña a apreciarla y se le fuerza a comer. Quien puede hacer esto con los chalecos amarillos. De Gaulle suprimió el 68 con una mamutica manifestación de apoyo. El frágil y enamorado Macron será capaz de algo así. Lo dudo. No posee ni el carisma del golista, ni su leyenda de resistente y padre de la patria.
Pero a quienes nos priva pensar tenemos que levantar las antenas por si en Francia esta emergiendo a la chita callando un nuevo tipo de Revolución de las masas.
Joaquín Antuña-joaquinant@hotmail.com
