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Libertad lingüística ya

martes, 20 de noviembre de 2007
Cada vez existen más ciudadanos que están pidiendo cambios coherentes en ciertas políticas educativas que vulneran la libertad de los padres. Los poderes públicos no garantizan el derecho de todos a la educación, mediante una programación general de la enseñanza, con participación efectiva de todos los sectores afectados. Los padres son los que educan a sus hijos y este derecho lo deleguen subsidiariamente en las escuelas, donde se les enseña.

La Administración debe abstenerse de imponer hábitos lingüísticos a los ciudadanos, y de establecer cuotas mínimas de hablantes. El esfuerzo de los padres por educar y enseñar a sus hijos en una lengua distinta a la materna en tantas asignaturas (desde el 50 al 100%) como obliga el último decreto autonómico 124/2007, está ocasionando muchísimo malestar cada vez más manifiesto, al encontrarse indefensos ante tanta intransigencia en donde parece que prima la primacía de los gobiernos frente a los individuos, que recuerda a sistemas felizmente superados.

La política lingüística en Galicia no puede estar normalizándose eternamente mediante la imposición, y bajo el pretexto de recuperar hablantes para una lengua vulnerar los derechos de los hablantes de la otra lengua que, además, también es oficial. Crece el número de personas que se atreven a reclamar el derecho a elegirla como lengua docente para nuestros hijos, como sucede en todos los países donde existe bilingüismo. Existen ya varias plataformas que defienden la existencia de una Galicia bilingüe y que han formado una mesa por la libertad lingüística. Sus miles de simpatizantes consideran que cuando en un territorio existan varias lenguas oficiales, su enseñanza debe ser obligatoria, como asignatura, en los correspondientes planes de estudio; pero de manera que exista libertad de elección por parte de los padres o, si es el caso, de los alumnos respecto de la lengua en que éstos han de recibir el resto de la enseñanza.

El uso de la lengua es un ejercicio de libertad, y la historia demuestra que las lenguas no se pueden imponer ni prohibir. Lo mejor es caminar por la vía de la naturalidad, sin obligaciones ni cambios bruscos que generen conflictos. Se debe respetar la libertad y los derechos sin imposiciones ni batallas por la lengua, sino crear un clima de convivencia común presidida por normalidad y la naturalidad, porque cuando algo se impone bruscamente existen más posibilidades de fracasar.

No nos queda más que reclamar algo que parecería impensable en pleno siglo XXI: la defensa de nuestra libertad de padres a elegir libremente, sin imposiciones lingüísticas de nadie, para ser y educar a ciudadanos realmente libres. Porque la libertad es entre otros el derecho de hacer lo que no perjudique a los demás y nadie puede ser perfectamente libre hasta que todos lo sean.
Puente Puig, Paula
Puente Puig, Paula


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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