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A Guerra de Ifni (29)

martes, 27 de noviembre de 2018
Acto II

Actuación del Jurado en el Caso Ifni

En este Acto el mismo decorado de fondo. En cuanto al mobiliario, media mesa ovalada, en sentido del eje mayor, que vista desde el público semeja una media luna. Los Jurados de cara al espectador. Una gran pancarta de fondo, que tiene escrita en caracteres árabes, y repetida en castellano, debajo, la aleya 90, de la sura 16, del Al Qurán:

Dios manda la justicia, la beneficencia y también la caridad con sus allegados y prohíbe la torpeza, lo reprobable y también la injusticia. Él os exhorta. Tal vez reflexionareis.

En las puertas del Foro permanece la Guardia Mora; se supone que está, además de para mantener el secreto de las deliberaciones, para imponer orden, ¡un orden dictatorial!

Se sientan todos, entremezclados, pero se distinguen bien, además de por la vestimenta, porque los españoles se sirven vino, y los musulmanes disponen de unas teteras.

Se levantarán según se vayan presentando para intervenir. Los militares, siempre descubiertos, tendrán sus gorras o sus teresianas debajo del brazo, o delante suya, pero bien visibles, sobre la mesa.

Escena 1ª de este 2º acto.

De fondo, un firmamento tachonado de estrellas. Se ven unos cojines morunos, asimétricos, diseminados; alfombras de nudo, etcétera...

Comandante de la Policía Indígena, en adelante, Comandante P.
-¡Salam Aleikum!

Le responden todos:
-¡Aleikum Salam!

Comandante P.
-Como esto va de guerra, y ya tuvimos bastante ahí abajo, propongo designar Moderadores para que atemperen la discusión de este Jurado.

Descendiente del Chej Ma al-Ainin, en adelante, Al-Ainin, que significa, El de los Ojos Grandes:
-Yo estaría más o menos conforme con llegar a un arreglo, a un sobreseimiento, pero..., ¡el caso es que somos pares!

Comandante P.
-Eso tampoco es cierto, que vosotros bien comunes sois..., ¡mayormente tú, chupóptero barrigudo! ¡Común y vulgar! De Pares, tampoco; ¡maldita cosa! Pero esto no tiene arreglo; lo que sí cabe es una sugestión. ¡Veamos!

Voto y propongo delegar en dos de los nuestros; y después de eso que se pongan de acuerdo entre sí, o que se releven; y como para ello hay que ser pacífico, a ser posible con hábitos o con acciones de ámbito internacional, propongo lo siguiente: ¡Darle el voto a este Empleado de Banca, que si algo hubo en el mundo que fuese, de siempre y verdaderamente, multinacional, multinacional y cosmopolita, es el dinero! Secundado por el Farero de Sidi Ifni, aquel Técnico de Señales Marítimas que alumbró para todos los que pasasen, ¡sin preguntarles por su bandera!

Los españoles aplauden esta propuesta, así que los interesados hacen gestos de asentimiento.

Al-Ainin
-Internacionales, lo que se dice internacionales, también tenemos nosotros, que aquí están el periodista Fadel, brillante colaborador del Semanario “A.O.E.”, y Fatima, su novia, la enfermera. ¡Que no se diga que la intelectualidad y la enfermería no son valores universales!

En los musulmanes se observa una reacción afirmativa, acatando la sugerencia.

Comandante P.
-Visto este consenso, por ahí debiéramos haber empezado en aquella litis, en aquel follón: ¡Consensuando! Sugiero que empiece a hablar nuestro Farero, ¡que por algo es un hombre de altura!

El moro Fadel, intelectual musulmán, en adelante, Intelectual.
-¿Comandante, eso, ahora, por qué y para qué? ¡Experiencia tardía! Acuérdese que cuando llegó a Ifni este Farero, este hombre gris, vestido de gris, procedente de las Camariñas grises, que no verdes, ustedes, aquellos vividores que vivían de gorra, ¡de gorra de plato!, tuvieron un empate en el Casino de Oficiales, que no le querían dar admisión, que se la regatearon, considerándole de categoría oficial subalterna; ¡de cuchara, se decía entonces!

¡España, tu eres, en las desdichas, grande, que eso se dijo aquí; pero sólo en eso, en las desdichas, que en esas ocasiones todos los hombres te valen y sirven, pero…, ¡a las órdenes de los grandes!

Comandante P., que reacciona violento, belicoso, siempre con el genio vivo y la voz oxidada por su trasiego alcohólico.
-¡Por dos razones! ¡Y conste que también hablo en representación de los Paracas y de la Legión, a quienes tanto temen los marroquíes que ni aceptaron su presencia en este Jurado! A lo que voy: Porque desde la cúpula de aquel faro de Sidi Ifni siempre estuvo más alto que ninguno de vosotros, incluido el muecín de aquel minarete da vuestra mezquita, de la vieja! Desde allí era más intelectual y más filósofo que todos vosotros juntos. ¡Estaba más cerca de Dios! Y también resulta de justicia pues aquel alevoso ataque del Ejército de Liberación a los civiles, a los indefensos sirvientes del faro de don Enrique el Navegante, más conocido como Faro de Bojador, requiere una condena y una satisfacción..., ¡históricas!

El Farero inicia el movimiento de ponerse en pie, pero al ver que se le adelantaba uno de los desertores, vuelve a sentarse.

Desertor del Grupo de Policía, en adelante, Desertor P.
-Mi Ex-Comandante: Por culpa de este farero de Sidi Ifni cayó el Taxista aquel, el Cherja, o Chelja, cando retornaba de llevarnos, furtivamente, a nuestra lancha furtiva, ¡y tan furtiva, que siempre nos esperaba por la parte de la finca de Explotaciones Agropecuarias Africanas, junto a un barco allí encallado, para hurtar su silueta. El Chelja conducía con los faros del coche apagados, alumbrado tan sólo por la media luna, pero le delataron los destellos de aquel faro indiscreto... Por eso propusimos, con nuestra ascendencia de Asesores Militares, sabotear los faros, ¡todos!, y de paso, amedrentar a los fareros. ¿Se entera, que es como usted nos decía en la Instrucción? ¡Pues ahora la instrucción la damos nosotros!

Al-Ainin, entrometiéndose, sobresaliente, resabido:
-Están desbarrando..., ¡unos y otros! Cabo Bojador no entra en la Ifnada; ¡es una plus petitio! Cabo Bojador cae al Sur, lejos, fuera de este litigioso enclave de Ifni. Si nos ocupásemos de Bojador, alguien tendría la ocurrencia de mentar Ceuta, y también Melilla, tema en el que yo, por mi ascendencia saharaui, sería neutral, teniendo que reconocer que esas dos autonomías ya eran miembros del Estado, de la Monarquía española cuando el Norte del actual Marruecos no pasaba de ser un conglomerado anárquico de tribus anárquicas, feudales, patriarcales, puras taifas que servían de cobijo a los piratas berberiscos, que por entonces era su única organización y ocupación. ¡Por tanto, demos al César lo que es del César!

Comandante P.
-¡Ojos Grandes eres, o serás, pero lo que es miope, nada! ¡Gracias! Y tienes razón en que aquí sólo se ventilan responsabilidades políticas, crímenes de guerra...; ¡todo eso! No se trata del limes de aquellas Provincias. En cuanto a lo de Bojador, el propio Desertor reconoce que fue una venganza cruenta por haber descubierto, gracias a los providenciales destellos de un faro, el vehículo de aquel taxista, y por ende, la ruta de aquellas deserciones. ¿Estamos?

Desertor P.
-No se confundan conmigo, que yo deserté por una buena causa, ¡por pacifista! Que nos viésemos implicados en esa cosa de la Soberanía de los Pueblos, aquel invento de las Naciones Unidas, eso fue adicional, ¡una especie de bastardía evolutiva!

Comandante P.
-¿Evolutiva? ¡Un parto de cretinos! Fue oneroso, pero, sobre todo, deshonroso. Primero, por aquellas garatuxas del burdel moruno, que ya sabíamos que os hacían señas desde el otro lado; y después, por una mierda de sobre..., ¡del enemigo tradicional! ¡Todo por una fuente de cuz-cuz...! ¡Fuiste un mal español, un traidor a nuestra bandera!

Desertor P.
-De sobres ya se habló, precisamente aquí, por ante este Tribunal de la Historia. Y creo que quedó claro que aquellos Pluses no eran los de la tropa. ¡Yo, lo que es a nuestra bandera, no le hice nada que fuese deshonroso, ni deshonroso ni porno, que sólo la toqué un poquito, y para eso con la punta de los dedos, con el Capellán presente! Y también les puedo jurar que nunca su cuenta he visto, que eso lo hicieron otros...; ¡otros que la tienen por sagrada, para más inri! Entiendo que lo deshonroso era izarla en tierra ajena, máxime contra la voluntad de nuestros anfitriones, ¡séase, de los aborígenes! Ponderando todo esto en mi entendimiento fue como llegué a entender a los nativos, el por qué de que con la fusila, con su detente colgado del pescuezo, y aquellas jaculatorias coránicas..., fuesen capaces de sostenerse, estáticos, hora tras hora y día tras día, observándonos, vigilándonos por detrás de las chumberas y de los arganes. ¡Poco o mucho, bueno o malo, defendían lo suyo!

A los franceses les tenían más respeto, ¡y con el respeto, miedo!, pero a nosotros, acostumbrados como estaban a que les tuviésemos de golpes de nuestras gallinas, ¡lo único que nos tenían era hipocresía! ¡Llámame burro, o Mohamed, lo que más te guste, y todo lo despectivamente que quieras, pero págame la paga, aquellas mensualidades de combatiente de las Asturias! ¡Tiene gracia: Un gallego de la Gallaecia, aquel Pelaio, les echó de la Cueva de la Señora ; y otro gallego, Franco, les encomendó, en el 36, su liberación y su guarda!

En los preludios del 57, en aquellas salidas que hicimos dándoles retaguardia a los paracas y a los legionarios, tuve ocasión de observar que el nativo, obviamente, conocía mejor que nosotros su terreno; que resistía la sed, y que, envuelto en su chilaba, se camuflaba mejor que los conejos del monte; que asentaban las babuchas en piedras conocidas, que no les lastimaban... Para desplazarse no precisaban de ningún Cabo que les ordenase: ¡De frente. Mar...! Si veían a sus hostes, nosotros, en orden de marcha, reculaban, pero a rastras, sin elevar la capucha, ¡y como se apoyaban en sus chilabas, ni rastro dejaban! Si nos dispersábamos, ¡paqueaban! No fueran a Zaragoza, pero no lo precisaban: ¡su Academia estaba en sus genes!

Observando estas aptitudes y estas actitudes, me percaté de que era mejor escuela la suya, así que trasladé la matrícula, ¡en vivo!

Comandante P., que se pone en pie, irritado, y hace un gesto de amenaza contra el Desertor de su Unidad, como si fuese a dispararle un tiro de pistola en la nuca:
-¡Traidor! No sé cuál de los nuestros, de nuestros leales, fue el que te puso en su punto de mira, pero estuvo bien hecho, aunque estaría mejor cogerte prisionero, que entonces tu tiro de gracia lo gozaría yo, ¡yo mismo! ¡Lo gozaría más que si me concediesen una laureada! Para que te enteres, por tarde que sea: ¡La soberanía de los pueblos era la nuestra, desertor de tercera! ¿No te explicaran en aquella Retórica tan retórica, en tu Campamento…, que Ifni era Territorio de Soberanía? ¡Encima de eso, tengo que sufrir esta ignominia de tu concurrencia, de tu personificación, en esta apelatio al Tribunal de la Historia!

Si me vuelves a citar nuestra bandera, te envolveré en la del enemigo, ¡y te lanzaré con ella al infierno de los traidores!

Con la vista alta, clamando para arriba:
-¡Estas contradicciones de la Historia me tocan los…, los tambores! Si no fuese por la niebla de aquel día…, y porque les falló el altímetro, ¡a buenas horas estaría yo aquí, deshaciendo nudos gordianos! Mi colega, aquel Álvarez Chas de Borbén..., ¡aquel sí que sabía por dónde teníamos que cortar, por donde había que bombardear! Si no llega a ser por la niebla…!

Comandante del Grupo de Tiradores de Ifni, en adelante, Comandante T.
-Estoy en el mismo caso con respecto al desertor de mis Tiradores, pero confío que la Historia, después de este Nüremberg, les aplicará un repasito a estos..., ¡piojosos!

Comandante P.
-¡Colega, de piojos y de liendres ni me hables! Acuérdate de aquellas campañas sanitarias que les hicimos en el interior de sus Poblados…

La mora Fatima, enfermera, en adelante, Enfermera.
-En aquella Campaña participé yo, pero sin guantes asépticos, que no nos los dieron. Decían: ¿para qué quieres guantes si no desfilas? Por tanto, ¡doy fe! También es cierto que la Policía Indígena tuvo actuaciones meritorias en cuestiones tan atípicas como el asesoramiento agrícola, registro civil, administración general, etcétera, pero los mismos hechos que honran a este Cuerpo Colonial desprestigian a vuestra España.

¡Como os lo digo, que incluso de parteras hicieron aquellos Policías! En cambio dejaron lo fundamental, lo que les era propio, que ni acondicionaron sus fortines ni tuvieron previsión de armamento adecuado y actualizado. ¡Ni armamento ni comunicaciones, que se valían de unos hilitos de cobre cortables con una simple hoz! No pudieron ser informados, por consiguiente, de nuestros preparativos para aquel ataque, simultáneo, sincronizado, del Cincuenta y siete, que les pilló haciendo mestizaje, ¡pues hacer el amor es otra cosa! ¡Ah, si aquel atrabiliario de Pancho Villa levantase su cabeza, cuanto se reiría de ustedes!

En canto a Sanidad, España no se cansaba de pregonar que en el Cincuenta y tres erradicara de Ifni la peste bubónica... Ciertamente fue un logro, un acierto histórico, pero, ¿y lo demás?

Pasando, pues, a la parte negativa. ¿Qué me dicen de las enfermedades venéreas, aquella peste de los españoles? ¡Para más cachondeo, a la sífilis le llamaron, mal africano!

¿Y qué me dicen, también, por poner otro ejemplo, de aquel dentista que se tuvo que ir del Territorio, amenazado, o expulsado, simplemente por tener relaciones formales con una nativa? En vista de ello, y para asegurase el alpiste, se casó con una española, ¡a toda prisa! A pesar de ello, quedó mal visto, y bien amargado; así que, poco después, se ausentó, sin despedirse, y menos mal que ocupó su vacío un Mecánico - Dentista, aquel Manrique, un simple Brigada de Sanidad; buen rapaz, voluntarioso, eso sí, pero..., ¡zapatero, a tus zapatos! Claro, los mandamases españoles tenían aviones militares a su disposición para ir a Canarias..., ¡a tirarse canarias, y de paso, pasar por el oculista y por el dentista! Del resto de la población, fuesen moros o cristianos, poco se dolían... ¡Le llamaban soberanía cuando ni protectorado fue!

Doña Historia, estos mismos, estos que tal hicieron y gobernaron, son los europeos que más llevan farfullado de tener amistad, de confraternizar con los musulmanes. Si no tenían herencia, medios, para repartir, ¿por qué se inventaron aquellos hijos adoptivos?

Comandante P., con voz potente, acostumbrado a mandar:
-Ya se puntualizó aquí que en este Tribunal se ventilan únicamente las responsabilidades de aquella guerra, y no esos nimios incidentes de la paz!

Enfermera
-Las guerras, señor Comandante, son los eclipses de la paz, causados por los tiranos, que se ponen delante para quitar el sol a los proletarios, y con los proletarios, a la gente indefensa.

En cuanto a su colonización, a su estilo colonizador, bien lo dijo Cambó, y precisamente en Madrid, en la tribuna del Congreso: ¿Qué empresa es la de Marruecos, si España es un país que tiene perfectamente demostrada su incapacidad como pueblo colonizador?

Por si precisan dos dictámenes, dos testimonios, dos testigos, también les presento la opinión de su Marcelino Domingo, quien opinó de su jactanciosa España que, en África, no supo ser ni médico, ni maestro, ni ingeniero, ni juez, ni autoridad civil..., ¡y ni soldado! ¿Asombroso, no? Pero como tampoco quiero exagerar, admitiré que en Ifni sí hubo médicos, bastante buenos con respecto a la época y a los medios de que disponían, y unos maestros, unos profesores, aceptables para el nivel cultural de la España de entonces..., ¡pero falló el mando, o por mejor decir, el telemando, ya que Madrid, además de caer lejos, estaba muy alto, anublado con la literatura imperialista imperante en aquellos años!

El Comandante asiente con un gesto aprobatorio, de reconocimiento, y no le discute.
…/…
Gómez Vilabella, Xosé M.
Gómez Vilabella, Xosé M.


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