De niño mi madre me cantaba "cinco lobitos tiene la loba" para que yo diera la vuelta a la mano y, desde entonces, esta canción de cuna me acompaña cada vez que se me habla de un lobo.
Los lobos tienen su leyenda y, su gran amigo y valedor es San Francisco que, según las Florecillas de San Francisco capítulo XVI, Francisco amansó por virtud divina un lobo
ferocísimo y, según el relato que no tiene desperdicio por su candor dice que "El tiempo en que San Francisco moraba en la ciudad de Gubbio apareció en la comarca un grandísimo lobo, terrible y feroz que no sólo devoraba a los animales sino también a los hombres hasta el punto de aterrorizar a todos los habitantes porque, muchas veces, el lobo se acercaba a la ciudad. Todos iban armados como si fueran a la guerra y, aun así, quien topaba con el estando solo no podía defenderse. Era tal el terror que nadie se aventura bastante a salir de la ciudad."
Rubén Darío, el gran poeta nicaragüense, le dedicó un poema titulado "Los Motivos del Lobo" en que, el Santo y el feroz lobo se intercambian bellos saludos: "Hermano lobo", dice cariñosamente Francisco, "Hermano Francisco", responde cortésmente el lobo...
En la imaginación colectiva de los niños europeos y americanos está vivo el cuento de "Caperucita y el lobo feroz". Reaparece esta figura del lobo feroz que, en esta ocasión, se enfrenta a la chica del gorro rojo y a su abuelita. Se atraviesa un bosque donde un lobo campea a sus anchas y en los duros inviernos no encuentra alimentos...
En literatura hay otros ejemplos de lobos feroces como el libro de la autora Nele Newhaus en que, en un caluroso día de junio encuentra el cadáver de una chica de 16 años en el Río Meno cerca de Frankfurt. Al final el autor será de nuevo el temible lobo...
Han sido muchos los autores literarios que han contemplado la imagen del lobo con su atributo de ferocidad. Baste citar a Charles Perrault, Alphonse Daudet como a La Fontaine y un largo elenco de autores que se inspiraron en esta imagen del lobo que tanto espacio ocupa en el imaginario colectivo.
Cuando voy a Asturias leo los periódicos y hablo con mis amistades o con extraños con ganas de confidencias. Hablan y no paran de los estragos que cometen los lobos con el ganado y relatan la desesperación de los pastores y de los paisanos de estas bellas aldeas. Esta historia se repite también como el jabalí y no digamos con el oso. Se trata de animales protegidos y por lo tanto, no pueden abatirse estos animales feroces.
En una de sus últimas directivas, la UE garantiza el resarcimiento por animales muertos o por pequeños estragos causados por estos bellos y adorados animales que tratan de perpetuar el mundo salvaje entre nosotros.
Yo, aconsejaría al Divino Pedro, tan amante del ecologismo y de todo tipo de animales que, en sus días de ocio, imitara a San Francisco y, como el Santo de Asís, se dirigera a cuerpo limpio a pacificar a estos lobos feroces de mi querida Asturias.
Sería precioso escuchar: amigo lobo... amigo Divino... Dado que nuestro querido Divino desea perpetuarse, convendría que comenzara a ejercitar sus dotes taumaturgicas y aprendiera a curar a los enfermos con la imposición de la mano y apaciguar a los lobos feroces.
Sería de provecho para la comunidad que el Divino y su Valido acogieran a lobos y a osos amorosamente el La Moncloa y en La Navata. Formando comunas libertarias a las que podrían sumarse Carmen libertad y sus majorettes y el astronauta.
A los ecologistas que tanto defienden a los lobos y a los osos convendría que los tuvieran en sus casas y les dieran cobijo y alimento. Así sabrían lo que es bueno...
Abrazos de osos y zarpazos de lobo feroces. Predicar con el ejemplo.
En este día gris, lluvioso y frío de noviembre encuentro nuevas tareas para el Divino, su Valido y los ecologistas.
Y tienen muuucha tarea!
