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Lugo Ayer (15)

viernes, 09 de noviembre de 2018
Memorias de un maestro lugués (7)

Entre los personajes docentes, estaba también don Jesús, uno de los pocos hombres que contaba, en su colocación de papeles, con perfecta desorganización muy bien organizada, es decir, a su xeito.

La mesa del despacho de don Jesús, abarrotada de papeles, solo dejaba un pequeño espacio para anotar algo que se le pidiese: expedientes, listas, actas o lo que fuera. Iba directamente al montón y como cualquier prestidigitador sacaba lo que se le había pedido.

También, digno de mención, era el portero o conserje Emilio Rábade, otro de los hombres que trataba a los alumnos con paternal afecto, que se entristecía cuando al repartir las papeletas de los exámenes entregaba alguna con el fatídico suspenso o en blanco.

Dentro de este tinglado estudiantil y con motivo de la proyección de la película titulada 'Tarzán de los monos', nació en el Instituto otro Tarzán, apodo que me colgaron mis compañeros de curso, debido, sin lugar a dudas a mi desarrollo físico superior al biológico correspondiente.

Excuso decir la cantidad de puñetazos repartidos entre los que, de cerca o de lejos, me señalaban como Tarzán. Para mí era algo tan despreciable como llamarme, por ejemplo, ladrón, por entender que tal apelativo llevaba aparejado la selva...

Andando el tiempo, pude apreciar que esa denominación se había convertido en algo afectivo o familiar como me lo demostraron las gentes que me honraron con su amistad. Y expongo ejemplos de esta consideración: siendo yo alcalde del municipio leonés de Villadecanes - Toral de los Vados, eran a su vez, Don Luís Ameijide Aguiar, Gobernador Civil y Antonio Quintana Peña, delegado de Información y Turismo y Manuel López Rodríguez, de Educación. Los dos primeros de la capital lucense y el último, de Samos.

Para los tres, yo no era Manuel Rodríguez, a secas. Fui siempre Tarzán, al que se recibe con un fraternal abrazo. Pero cuando mi tarzanía tuvo verdadero éxito fue en una visita que hice a Madrid, al Excelentísimo Don Antonio Carro Martínez, Secretario General Técnico del Ministerio de Gobernación al que tuve que recurrir por un asunto de la Alcaldía.

No había solicitado, previamente, la entrevista, así que entré al Ministerio, como Pedro por su casa. En la sala de recepción había siete u ocho personas. Se me preguntó si tenía visita concertada. Dije que no, pero sacando una tarjeta personal, añadí, a pluma ''Tarzán de Lugo''. Se la di al conserje con el ruego de que se la entregase al señor Subsecretario y dígale -le dije- si puede recibirme. Entró el ujier al despacho y, al poco rato, volvió a salir y ante la sorpresa de los allí presentes, dijo:

-¡Que pase el señor Tarzán de Lugo…!

Mi emoción personal no es descriptible y la sorpresa del Secretario del Ayuntamiento que me acompañaba, tampoco.

Desearía yo expresarle, ahora, nuevamente, a este ilustre lucense, todo mi afecto, no solo por aquella gestión administrativa sino por aquello de elevarme a la mayor consideración como señor Tarzán, porque, al fin y al cabo, no deja de ser, este apelativo, mi otro yo.

CONTINUARÁ...
Esteban, Antonio
Esteban, Antonio


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