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A Guerra de Ifni (25)

martes, 30 de octubre de 2018
El Fassi
-Señoría, yo se lo dije con todo respeto, pero lo que se ve, y también lo que se palpa, mal se puede esconder. Proseguiré, con la venia, pues es tan importante para mi Causa esto que me queda sin matizar que usted no debe turbarme

Por ejemplo, tengo que aludir al hecho de que por algo no se quiso presentar, aquí, en esta Sala, el Caudillo de este señor, el de don Mariano. ¡Tenía, y tiene, don Hermenegildo, dignidad suficiente como para explicarnos, aquí en público, que fue vendido, traicionado, por simples lacayos, por cuatro mercachifles de su Corte Imperial!

Reparen en este punto: Para nosotros el mercadeo está bendito, ¡por el propio Muhammad!, pero su Jesús anduvo por los atrios del Templo a latigazos con sus tenderos. ¡Esta es una cuestión doctrinal, teológica, que nos diferencia! ¡Otro estilo, digamos que, profético! A Franco, a su Franco, a su ingenuo Franco, que ya está bien de atribuirle virtudes que le eran ajenas, le metieron, o se metió el mismo, con su mixtificación y su mistificación, fabricándose ese sucedáneo de nacional-catolicismo, ¡debajo del palio! Ya sé que no es igual palio que paliativos, dicho con todo respeto, eso sí, ¡pero la verdad es que en esa situación aquel Caudillo sólo olfateaba el incienso!

El caso es que don Francisco, y con él, Paulino, Hermenegildo y Teódulo, se vinieron al Paraíso con el secreto bien guardado. ¡Eran muchos pero muy unidos, y a los españoles les dejaron, amén de una revisión histórica del Ifni, un Sáhara desastrado y desatado, y una Ceuta y un Melilla poco menos que asfixiados...! ¡Que se le va hacer: sic transit gloria mundi, mon Gènèral!

Historia, que empieza a bostezar, de aburrida:
-¿Le falta mucho, Si Allal, que el respetable, yo incluida, empezamos a saturarnos?

El Fassi
-Ya que es así, Señoría, callaré, ¡ahora mismo!, pues mis verdades más bien defienden al General Franco, cuando que, de iure, el debiera ser nuestro contrincante. ¡Que Alá lo guarde donde haya salmones, que de seguro los prefiere a las huríes, pues el pobre, entre las que hizo y las que encubrió, su cruz mereció; eso sin contar la del Valle de los Caídos, ¡y menos mal que está hueca!

Por último, ¿sabe qué le digo, Doña Historia? Que mucho me gustaría que nos explique, cando a bien lo tenga, si no será más cierto que a Franco, en aquella ocasión, en el tan repetido Siete de abril del cincuenta e seis, le pusieron a firmar aquella mierda de un Tratado mierdoso, parcial e ingenuo; y que Su Excelencia, tiempo adelante, cuando descubrió que fuera vilmente engañado por sus cerebritos, optó por sostenerse, allí, en Ifni, militarmente, como único recurso un tanto digno para disimular aquel contratiempo, aquellas omisiones..., ¡llamémosles históricas! ¿No está conforme en eso? Entiendo que así fue, que no tiene otra lógica semejante trasacordo..., ¡ni siquiera tratándose de un galaico!

Zamalloa
-Mi querido Professeur, y sin embargo, enemigo: Nuestros espías, aquellos que cobraban de la Tesorería del A.O.E. en vales para retirar cupos de aceite estraperlables, ya informaron de que tú, en Marruecos, eras un intrigante, pero ahora, en esta ocasión, tú mismo te retrataste de tal, mixturando ajos con cebollas. Aquí, en este Juicio, mon Professeur, ventilamos una mera cuestión militar, que tal fue vuestro alevoso ataque, ¡sin previa declaración de guerra! Así que déjate de pintar en el aire eso de las barras y las estrellas, ¡que te cogí en renuncio!

El Fassi
-Hablando de ajos, ya sabe, el que se pica...! Pero no se trató solamente del Tío Sam, pues los ingleses, ayudándonos, resguardaron su Roca, que así España, defendiéndose de nosotros, no les ofendía a ellos...

Zamalloa
-¡No me vengas con indirectas de alacrán dándole la vuelta al aguijón, ni hablando de negocios sucios con los americanos, pues en España, por lo menos desde la Reina Católica, ya no mandan los judíos!

El Fassi, que se ríe a placer:
-¡No sea parvulito, mon Gènèral! Los militares en España hicieron una guerra civil, o más exactamente, incivil, contra los comunistas, o eso decían, que, por oposición a Hitler, eran los principales amigos de los judíos! Y con ella, ¿que consiguieron? Os lo diré: ¡Encerraros en los cuarteles, y de paso, darles las llaves, las de los cuarteles, junto con las de la despensa, las de vuestra economía, a los judíos americanos! ¡Comedia más torpe...!

No, no me mire con cara de dios Marte, que ahora le enseño lo que es bueno... Tengo por aquí unos recortes de lo que escribió vuestro Jefe Nacional de Prensa y Propaganda, un tal Fermín Yzurdiaga Lorca; ¡cosa fina...! ¡A ver! ¡Si, aquí está! Fue mientras usted sangraba como un carnero... ¡Qué sí! ¡En las faldas del monte Pingarrón! Es para que vea y aprecie cómo se esfumaron aquellos pseudoideólogos de su Movimiento Involutivo. ¡Ya voy!

Historia
-¿Que trama, Monsieur? ¡Le ruego que nos evite distracciones dialécticas, que suelen ser involutivas!

El Fassi
-Señoría, con la venia. Permítame este inciso, tan sólo un segundo, que me parece que estos militares precisan refrescar la memoria, ¡además del gaznate! Y también les recuerdo, de paso, de donde les vino, de donde procede, eso de la cuerda y el yugo. ¿Entiende cómo es la cosa?

Decía el Yzurdiaga, mezclando en el mismo ropero las sotanas de sus cruzados con las chilabas de los musulmanes; y también las camisas azules con los derrahs saharauis. ¡Un pastiche! Voy a repetir lo mismo que les decía, con sus puntos y sus comas:

Volveremos con ellos hermanados en la gloria de la victoria, y saltaremos el estrecho y bajaremos imperialmente hacia el sur, para buscar entre las arenas ardientes de aquella ciudad de Dios que talló San Agustín, para levantar, a su sombra, nuestra ciudad del César. Y entonces, en el cántico emocionado de dos razas cristianas se habrá cumplido la realidad gozosa del Imperio Azul de la Falange...

¿Sin comentarios; nada, ninguno? ¡Claro, no es preciso! ¡Inefable; por lo menos, inefable, que poco decir es!

Como ve, mon Gènèral, la Ciudad de Dios se quedó en Ciudad de Alá; y por otra parte, su imperio, el imperio de las armas españolas, ¡hiede a imperio de hucha judía! ¡Quiero decir, a dólares mohosos! Ya lo dijo un castellano: ¡los extremeños se tocan!

¡Mi pobre Carrero Blanco, quien se lo iba decir! ¿Sabe lo que sentenció, en el Cuarenta y uno, en, “España y el mar”? Pues asómbrese, si aún le queda esa capacidad:

España, paladín de la Fe de Cristo, está otra vez en pie contra el verdadero enemigo: el judaísmo.

¿Quién le iba decir, también, que, años después, siendo él, él mismo, el responsable de los asuntos de Marruecos y Colonias, se iba dejar desimperializar su querida España precisamente por los judíos, por los propios judíos de Wall Street! ¡Pobre Carrero, un hombre de pro, con muchas cejas y poca vista!

¿Está callado, mi bravo General? ¡Ya noto que entiende, y reconoce, que, por fin, en aquellos postres del Pardo, fue más eficaz la bolsa de Judas que la espada de Pedro!

Zamalloa no se da por aludido, pero se revuelve incómodo en su sitial. Al-Fassi, indiferente, prosigue en su polémica, y lo hace con mordacidad:

-¡Nunca aprenderéis, hermanos de ese Norte brumoso..., que por algo huimos de vuestra Cova d´Onga! Y no me diga que estamos hablando de tiempos idos pues en la Historia, como en ella todo es pretérito, importa poco que sea perfecto o pluscuamperfecto. Pero también le puedo hablar de ayer mismo. ¡Otro fatídico Veintitrés, que está visto que son días nefastos para España! Mas dejaré a Tejero en paz para que siga empezando las casas por el tejado, ¡que eso es muy español!

Señoría, hágame caso, que no vale la pena malgastar tanta dialéctica, que aquí el señor Marte ya parece arrepentido de aquellas guerras imperialistas. Le diré, tan sólo, que los españoles, en cuestión de Historia..., ¡ni la de ayer!

Zamalloa, con ira:
-¡Así que tachándome de desmemoriado, e injuriando, de paso, al Ejército protector! Tendré que recordarte cuanto ayudó a los tuyos nuestro Alto Comisario, aquel García do Valiño...

El Fassi
-¡Tate, malandrines, que vuelven a desinformarle! Dese una vueltecita, Doña Historia, usted misma, sin secretarios ni asesores americanos, por el libro de Franco-Salgado..., ¡del que ya hice mención reiterada! Por sus hojas adelante encontrará que, precisamente en Marzo del cincuenta y seis, o sea, días antes de la independencia do mi Magreb, su propio Caudillo reconocía que,

Valiño procura atizar la rebelión en el campo francés sin tener en cuenta que una vez ardiera aquella Zona llegaría el fuego a la nuestra.

¿Qué, que le parece, Doña Historia?

Sin esperar contestación, se encara con Zamalloa:
¡Francamente, no hace falta ser profesor, mon Gènèral, para tirar de ese comentario íntimo las pertinentes deducciones:

Primera y general.- Que su admirado Caudillo conocía, y por ende toleraba, aquel juego del Alto Comisario de España en Marruecos. ¿Que por qué? Esta interrogante nos lleva a la segunda cuestión, aunque primero le voy a contar una de gallegos, para que me entienda:

Resulta que agonizaba una vieja allá en Burón, que usted ya sabe que allí tuvo su cabecera la Fonsagrada antigua... Hacía a tal momento un temporal de nieve que le roncaba el nabo... ¿No se dice así, en su tierra? ¡Pues, a lo que íbamos! La vieja estaba aterecida con los fríos de aquella nevada, pero más aún con los remordimientos de una muerte inminente. Su nieto rezaba en la misma alcoba un rosario completo, de los de quince misterios... En esto, que la vieja, con aquellas pesadillas, se dio media vuelta, y sacando fuerzas de donde no le quedaban, le dijo al mozo: ¡Ai, Farruquiño, lémbrate disto! Se morro aquí, na Poboa, no Burón, habédesme enterrar aí arriba, na Fonsagrada, mais, se melloro un pouquiño, e me vou para xunto da filla, de morrer na Fonsagrada daquela baixádesme ao Burón.

El chico, que a tal momento no retiraba sus ojos de los carámbanos de la ventana, preguntó a la moribunda: Madriña, ¿todo iso, por qué? La vieja volvió a tirar del aliento, del poco que le quedaba, y le dijo al muchachito: ¡Por fode-la xente, meu neno; por fode-la xente, para devolverlles algún que outro favor, que mo teñen merecido!

¡No me diga que el cuento de su paisana no es apropiado! Me lo refirió, aquí arriba, uno de aquellos desertores, uno de los suyos, que por lo visto era gallego, justificándose de que se pasara con nosotros... para joder a los míos..., que estaba harto de instrucción militar, válida tan sólo para los desfiles, a pleno sol, en su Campamento, en el Ronson, aquel de las piedras apañadas, por junto de los Cuarteles de Tiradores..., ¡cuando lo que precisaban aquellos milites era armas automáticas e instrucciones para su manejo!

Zamalloa
-¡Chistes mejores que ese los hacían mis Cabos furrieles!

El Fassi
-¡De chiste, nada, monada! Esto viene al caso, para ilustrarle, que a Franco le dolía el pie pero también la mano, todo a un tiempo. Veía los carámbanos por su balcón guadarrameño, en aquella agonía del Protectorado, pero su obsesión era joder a los franceses..., ¡incluso en aquel entierro marroquí!

Zamalloa
-¿Primera y única, no? ¡Peor alegatio no la hace el gato!

El Fassi
-Voy a por la segunda, que conecta con la primera: ¿A su Don Francisco, en aquella agonía magrebí, no le estaría rezando algún heredero, algún financiero de esos de Wall Street...? ¡Eso, un rosario de quince misterios!

Zamalloa
-¡Cuidado con el respeto debido a mi Caudillo, que en eso no te tolero la más mínima! Su comportamiento con tu Mohamed V siempre fue noble, ¡noble y transparente! Si le engañaron ciertos validos, aparentemente piadosos..., ¡también pasó con Judas, que fue otro tecnócrata!

El Fassi
-¡Eso sí que no, mon Gènèral! ¿Franco, transparente? ¿Transparente, como un día de abril en Galicia? ¡Abril, aguas mil, dos paraguas y un candil!

Zamalloa
-¿Abril? ¿Dijo, Abril? ¡Vaya asociación de ideas! Pues precisamente un día de abril, Su, digo, Mi, Excelencia, llevó a tu señorito, a tu Sultán, a nuestra Imperial Toledo… Y le enseñó, con transparencia y ejemplaridad, las glorias de su fiel Infantería, aquella que, ¡... por saber morir, sabe vencer!

El Fassi
-¿Así que no fue un viaje turístico? ¡Pues eso dijo su prensa, tan bien prensada y censurada que la tenía!

Zamalloa
-¿Que sabrá un tangerino de elegancias protocolarias…! De este modo mi Caudillo no interfirió en aquellas negociaciones del Pardo...; ¡asépticas por completo! Lo hizo precisamente para que aquellos Secretarios, aquellos Expertos, aquellos a los que tu llamas, despectivamente, Tecnócratas, negociasen y discutiesen, de tu por tu, aquel Acuerdo de tu Independencia Marroquí..., ¡qué tan poco agradeces! ¿Que, no fue aséptico? ¡Echarles margaritas a los jalufos...! Pero también se dice en mi tierra que, dar pan a perro ajeno..., ¡ni pan ni perro!

El Fassi
-Yo diría que todo aquello de Toledo, aquella..., evasión, fue una pretendida anestesia, pues el Gran Gallego confiaba tener su diplomacia en mejores manos que las de los novatos marroquíes; y por eso se llevó consigo al Pretendiente..., ¡para mostrarle el Tajo! ¡Parvo, más que parvo!

¿No veía tu Gran Jefe que los marroquíes estudiáramos diplomacia en Francia, que era, entonces y siempre, nuestra madrina? ¿No veía que también nos apadrinaba, como siempre, el propio Tío Sam; y con él, toda su mafia de corruptores de Wall Street? ¿No veía, o no comprendía, que mostrarle Toledo a nuestro Sultán era jactarse de la Reconquista, y por tanto, encandilarnos; más aún? ¡Pobre Franco, qué poco entendía de moros, y eso que nos tenía de Ángeles guardianes!

Ya sabes aquello de, dime de qué presumes y te dirá de lo que careces... Mon Gènèral, usted mismo me recordó eso de, ¡Que buen vasallo si hobiese buen señor! Pues viene al caso, y lo diré con todo respeto, mal que me pese, parodiando aquella sentencia, ¡Dios, qué buen señor si hobiese buenos vasallos!

¿No entendió lo que le quise decir; nada? ¡Me refiero a sus Ministros! ¿No se percata de que en aquella ocasión, por lo menos en aquella, le llevaron al huerto, al huerto del Pardo? ¡A las pruebas me remito!

Y a todo esto, su mimado Jalifa pidiendo, y logrando, que alguno de los motoristas asignados al Sultán le arropasen a él… ¡Ridículo, desde todos los ángulos!

¡Ah, pero no, que me queda otra! García Valiño, o García do Valiño, como usted le llama, se presentó en la subsiguiente cena de gala, vestido de frac, ¡y no de uniforme militar! ¡No comment!

Pero también le hay suma y sigue, pues en el plano de aquella mesa, en aquel Pardo de su pardillo, pusieron juntas la silla de su Jalifa con la de nuestro Sultán, ¡séase, su jefe y viejo enemigo! ¡Eso no se le ocurre ni al que asó la manteca!

Mon Gènèral, no sé si será abusar del caído, pero aún quisiera contarle otro cuento, ¡y precisamente de caídos! Voy a ser más breve que Pipino el Breve: Unas negociaciones de aquella trascendencia no son, no pueden ser, unilaterales, ya que de ellas iba depender la convivencia, ¡la convivencia y la pesca! ¡Muchas cosas, y muy importantes! ¿Qué le parece, amigo, si le recuerdo, para su vergüenza, y con usted la de toda España, que sólo les dedicaron unas horas, y para eso, pocas? ¡Aquello no fue propio de gallegos; no señor!

Zamalloa
-¿Horas; que es eso de horas? ¿Estás de haxix, también aquí, en el Cielo? ¡Explícate!

El Fassi
-¡No se sulfure, y menos por verdades contrastadas! Aquellas conversaciones empezaron el mismo Cinco de abril, por la tarde, y ya remataron al día siguiente! Eso debe andar por el Guinnes, en el capítulo de marcas de negociaciones diplomáticas. Un caso, un caso célebre..., ¡y después se quejan de sus consecuencias! Dígame, en confianza, esa imprecisión, esa improvisación, en aquellos pactos, ¿es sueva o goda?

¿No me contesta? ¿Pues sabe lo que le digo? ¡Que me da vergüenza ajena! Si, de usted, y de las tropas a su mando, que les tocó defender una causa perdida de antemano, ¡y no sólo con sus obuses! Le voy a recordar, también, la enésima jaimitada que le hicieron a su Caudillo: ¡Nada menos que ponerle a la firma, aquel mismo día, una carta personal suya, para el General Eisenhower, avalando ayudas para Marruecos, tanto económicas como militares! ¿Qué? ¡El colmo de la estupidez; de la estupidez y también de la frescura, que en el Pardo siempre fueron compatibles!

Zamalloa, tímidamente:
-¡De eso..., de ese infundio, no hay pruebas!

El Fassi
-¡Si que las hay! Dese una vuelta por los archivos de la Casa Blanca; no por Casá, no se equivoque, que los españoles siempre anduvieron flojos en geografía..., ¡además de sus cates en Historia! Le voy a dar los detalles: Aquella carta tan ignominiosa la llevó a Washington, en propia mano, el señor Martín Artajo… Pobre, ese debe estar por ahí, en las calderas del Purgatorio, ¡purgando su propia estulticia!

Otro detalle, y disculpe la reiteración, la abundancia de pruebas: En aquella carta, su paisano y Caudillo, les resaltaba a los americanos la importancia que tenía Marruecos para el Occidente de Europa...; y con eso, la necesidad de que nos ayudasen…; ¡a nosotros, a los marroquíes, se entiende! ¿Que, no le salen los colores? ¿Todas estas contradicciones, sólo, y tan sólo, para joder a los franceses? ¡Pues vaya obcecación, y eso que era Franco…!

Como veterano Profesor que soy, yo aconsejaría a los españoles que silencien todo esto en sus libros de Historia..., ¡si no quieren que les meen en sus crisantemos eses niños de Primaria!
.../...
Gómez Vilabella, Xosé M.
Gómez Vilabella, Xosé M.


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