Memorias de un maestro lugués (6)
Don José Prado Mañobre era abogado, Actuaba como auxiliar de lo que fuera porque dictaba sus lecciones por el libro
por el libro que abría sobre sus rodillas y todos tan contentos. No se perdía ni una coma. Era el clásico doctus cum libris.
Don Celestino Saavedra titular de Geografía e Historia era un orensano con mucha retranca.
Cuando llamaba al estrado a los que él entendía como poco aficionados al 'jarabe de codo', sinónimo de estudiar, para que le explicara cualquier hecho histórico o mencionar
cualquier accidente geográfico, él, en caso de contestar algún disparate, lo daba por bueno para agrandar más el desconcierto. Recuerdo, como ejemplo, el siguiente caso:
-¡Que suba al estrado don José, el del pelo rizo!.
Don José bajaba y don Celestino, a la vez, preguntaba.
-Dígame, don José, ¿qué sabe usted de los Reyes Católicos?
-Que eran muy católicos porque rezaban el rosario todos los días.
-En latín o en castellano -preguntaba Saavedra.
-Unas veces en latín y otras en castellano. También iban a Misa todos los días.
-¿Sabría usted decirme, don José, si también iban cogiditos de la mano?.
-Sí, señor. Casi siempre.
-Muy bien. Muy bien -decía don Celestino-. Usted merece un sobresaliente de tres eses. Suspenso.
El señor Pérez Cacho, titular de Matemáticas era andaluz o extremeño y muy exigente, aunque, al mismo tiempo, también comprendía las flaquezas estudiantiles que siempre iban aparejadas con broncas de talante paternal. Era de cabreo permanente cuando topaba con alumnos que no sabían salir del paso.
El señor Fono, por su parte, catalán, titular de la cátedra de Filología e Higiene tasaba el número de lecciones de cada semana y de cada mes. No admitía el memorismo y de ahí que calificase por preguntas sueltas sobre el tema. Se inclinaba mucho por las prácticas de laboratorio que, aunque pobre de elementos, gustaba de aprovecharlos, incluido el manejo del microscopio para el recuento de glóbulos rojos.
CONTINUARA...
