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Al Gore, contra un planeta enfermo

jueves, 08 de noviembre de 2007
Cobra tal importancia en la política norteamericana y mundial el cargo y función de Presidente de los Estados Unidos que, durante su mandato, el Vicepresidente se convierte casi en un cero a la izquierda. Así, se acostumbra a subrayar con una sonrisa que el momento estelar de este último queda reducido a su elección, ya que después, durante cuatro años y a veces ocho, de su existencia “nunca más se supo”, como se suele decir irónicamente. Algunas excepciones hay pero por lo general la mayoría de los vicepresidentes pasa sin pena ni gloria, en la sombra, por el envés de la historia. Al Gore, no. Al Gore se ganó a pulso la notoriedad. Conectó con la realidad de su tiempo al desarrollar una gran labor a favor del medio ambiente y acaba de ser distinguido con el premio Nobel de la Paz junto a Rajiendra Pachauri, presidente de un grupo de 2.500 científicos de la ONU que pide una acción urgente para contrarrestar el nocivo efecto invernadero, que recalienta la atmósfera por la combustión industrial descontrolada. No es posible desarrollarse a cualquier precio. El galardón de la Academia Nobel supone una nueva prueba de la preocupación y de la lucidez de la sociedad actual ante los trastornos del cambio climático del que se temen funestas consecuencias. Vicepresidente con Bill Clinton y candidato desafortunado a presidente en el año 2.000, Gore, que tiene 59 años, dio un segundo impulso a su vida pública como adalid contra las empresas contaminantes de carbón, gas y petróleo, acción por la que recibió en España el premio Príncipe de Asturias. Geogre W. Bush trató torpemente de desacreditarlo y dejarlo en ridículo poniéndole el apodo de “Mr. Ozono”. Fue en vano. El documental de Gore “Una verdad incómoda”, que obtuvo un Oscar, alerta acerca de lo que le puede suceder a la Humanidad si no se reacciona a tiempo: en resumidas cuentas, en pos del progreso, el hombre impulsó la actividad industrial, pero no domina ni controla sus efectos colaterales perniciosos. La comunidad mundial tiene que defenderse. De otra forma, la degradación de su habitat será cada vez mayor. El presidente Rodríguez Zapatero piensa distribuir este film en las escuelas. EEUU ostenta el dudoso honor de ser el país más contaminante de la Tierra y, cuando el año pasado se ratificó el protocolo de Kyoto (Japón) de 1992 que preconiza la reducción de emisiones de gases perjudiciales, Bush se negó en redondo a plasmar su firma, en una defensa a ultranza del complejo militar-industrial de su país. Al Gore enumera los simples gestos cotidianos que se han de hacer para comenzar -repito, comenzar- a “limpiar el aire” y que, francamente, sorprenden por su sencillez, casi por su candor: utilizar menos el agua caliente, usar papel reciclado, andar menos en coche, que éste sea de menor consumo, secar la ropa al aire libre..., en fin, una vida de mejores normas de urbanidad, como se decía antes. Finalmente a los ecologistas les asistía la razón. ¿Será esto suficiente para dar el alto a la polución, a las emisiones de dióxido de carbono o a la lluvia ácida, síntomas precursores de un planeta enfermo? De cualquier modo, si se aplican las medidas juiciosas del citado protocolo de Kioto, no sólo no estaremos abocados al Apocalipsis a medio plazo sino que respiraremos mejor.
Acuña, Ramón Luis
Acuña, Ramón Luis


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