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A Guerra de Ifni (22)

martes, 09 de octubre de 2018
Zamalloa
-¿Y luego, qué querías? ¡Para suave os llegó don Rodrigo, aquel godo chulapo, aquel que nos perdió con su cuerpo a cuerpo, tête a tête, con vuestra Fatima, aquella morita de Sebta.

El Fassi
-¡Con aquella Florinda, dirás! ¡Inculto, bárbaro del Norte!

Zamalloa
-Ahora que lo recuerdo... (Vengativo) ¡Los gallegos tenemos una cuenta pendiente, otra, con los muslimes, con los tuyos!

El Fassi
-¿Si? ¿Cual, si puede saberse? ¡Si afirmas, prueba! Un militar no debe vivir de imaginaciones, ¡que aquel garbanzo de los uniformes colonialistas no era comestible! Por si acaso, recuerda que, Non faze el ávito al monxe, en frase feliz de vuestro Cardenal Cisneros, aquel fraile de los cañones... ¡Aquel sí que los tenía, y eso que no los usaba; más o menos, como el caballo de Espartero!

Zamalloa, en aquel rife-rafe dialéctico:
-¡Pues..., que aún no os dimos las gracias por el retorno de nuestras campanas, las de Compostela, que menudo esfuerzo...! ¿No si, viejo farruco? ¡Mira que retornarlas a hombros, con lo que pesan...! Pienso que por entonces iríais en babuchas, atrochando por el fango hispano, ¡que eso de poneros las botas, en España, aunque os lo admitamos, vino después, mucho después!

El Fassi
-La cuenta pendiente, con lo que subió la vida en España, vuestra vida y nuestra dignidad, que en eso vamos paralelos, te es otra: ¡acuérdate de aquel tributo de las cien doncellas! En cifras actuales, y con las anualidades atrasadas, estimo yo, que no soy mal calculista, que la cuenta debe andar…, ¡en tres millones, de hembras; tres millones de vírgenes, la bancarrota de España, pues de eso, actualmente, no tenéis ni medio millón! ¡Se lo recordaré a los míos para que se decidan a repasar el Estrecho, así sea en pateras!

Zamalloa
-Tus parientes ya están de ronda por el Sur, por el Sur y por Levante, pero que se olviden de su levante, pues las vírgenes españolas, sean muchas o pocas, son de otro altar, de otro mercado! Vuestro futuro está en los fosfatos del Sáhara… ¡Eso si el POLISARIO os lo permite! Aquel tributo de las cien doncellas ya se redimió, y precisamente por un paisano mío, aquel que dio origen al ilustre Marquesado de los Figueroas...

En nuestra brillante historia antisarracena también tenemos las hazañas de los Luaces...; y aquello del bolo y el año de los Bolaño. ¡Tantas y tantas heroicidades de nuestros antepasados en aquellas luchas defensivas, todas humillantes para un Islam que tanto presume de ser inofensivo! Lo malo del caso fue que nuestro Franco, de tanto que os quiso, a vosotros, y de tanto que les temía a los suyos, a los españoles, le tocó sufrir vuestros desquites; ¡y todos juntos, simultáneos!

El Fassi
-¡Está equivocado, mon Gènèral, pues aquella guerra del Ifni fue simplemente de Liberación, que de eso entiende! No atacamos por nada personal, no se haga ilusiones; lo único que pasó, simplemente, fue que Don Teódulo, en su retranca, se llamó andana en aquello de la Retrocesión… ¡Retrocesión, que no entrega, ni tampoco cesión, como les gusta calificar nuestra recuperación! Como los americanos nos ofrecieron su complicidad, su complicidad y su cobertura, incluso negándoles a ustedes el uso de aquellos aviones de sus Bases, aquellos aparatos de Préstamo y Arriendo..., pues nosotros, más astutos que Asterix, inventamos aquel disimulo, aquel camelo, que no camello, de unas fuerzas incontroladas…!

Zamalloa
-No sería por nada, no, eso no, pero si no llegamos a tener aquel chivo, el de aquel amigo…, ¡a nado tendríamos que evacuar nuestro Ifni, con sus siete olas, en aquella noche oscura! ¡Tan oscura como la boca de un guepardo, y tan vergonzosa que ni de ella hablaron nuestros periódicos! Supongo que los censuraron por un mínimo de dignidad...; ¡Eso, dignidad, que cualquiera se ponía a explicarle al Contribuyente español tamañas imprevisiones, con lo que llevábamos dilapidado, mayormente en el embutido de vuestras Notables Barrigas!

El Fassi
-¿Se refiere a la noche del Veintitrés de noviembre del cincuenta y siete, no? ¡Comprendo, comprendo! Ciertamente fue una noche cruel, pero necesaria para lograr que despertasen vuestra España y vuestros caudillos de andar por casa; lo fue de cuchillos largos, y de gumías en forma de media luna... ¡Vaya escarmiento, en particular para quienes tenían olvidado su fiasco de Annual! ¡Sois más ingenuos que aquel beduino que corría detrás de los espejismos!

Zamalloa
-¡Creísteis que éramos de zorza, pero salisteis enzorzados; y para eso, de postre! Aquel amigo sí que fue leal, ¡y total, por nada, por aquel cheque de un milloncito…!

El Fassi
-¿Pero, que dice, mon Gènèral? ¿Un amigo...? ¡Vuestra España, en aquello de Ifni, lo que es amigos no tenía, ni el primero, ni siquiera uno, que todos ascendieran a Notables! ¡Vaya amigo un traidor que les cobró su millón en aquel cheque de la Tesorería del A.O.E....! ¡Si, si, a ustedes, a su Gobierno General del África Occidental, mal llamada Española; un millón de pisitas, de las de entonces, por un simple chivo, por la nueva de nuestro ataque en aquel heroico Veintitrés, en un talón del Banco Exterior de España, cobrado en Las Palmas, a la vez que huía con las vergüenzas de su traición! ¡Además de eso, le pusieron un avión para que fuese a Canarias, a retirar sus treinta monedas! Eso tiene un nombre en los Anales de la Historia, por demás registrado: ¡Victoria Pírrica!

Zamalloa, gesticulando, echando balones fuera:
-¡Esos son lerios..., para disimular vuestra derrota, el fracaso de vuestro asalto! Por cierto, y volviendo al Corán, por si los Acusadores no se aperciben de este artículo de vuestro Código. Mi pregunta es: ¿Estaba combatiendo España a Marruecos, en aquel tiempo, en el Cincuenta y siete, precisamente en el momento en que recogíais, a puñados, nuestro oro..., que volvía a ser del moro? ¿Que, no sabes a quien me refiero? ¿En un tiempo en el que estábamos donando, además de las obras públicas del Protectorado, cedidas de bóbilis-bóbilis, aquellos Veinte mil millones de pesetas, de las de entonces, vía Banco de España, en Tetuán...! ¡Esto sí que está en las Cuentas, en el Rationabus de la Historia!

El Fassi, como restándole importancia:
-Esa cifra...; ustedes no la saben escribir, y menos con algoritmos árabes!

Zamalloa, enfurecido:
-¡Fueron más, más de veinte mil millones de las pesetiñas, de las pesetazas de entonces, si sumamos los billetes retirados de la Zona Española con aquellos empréstitos a fondo perdido! América, Ifni, Guinea... Siempre el mismo enredo: ¡a fondo perdido! ¡Siempre con desagradecimiento! Y después decía, en ilo tempore, aquel frailuco, el Padre De las Casas, aquello de los abusos raciales en nuestras colonias... ¡Perdónale, Señor!

El Fassi
-¿Colonizar...? ¿Los spanois sabéis lo que es colonizar? ¡Ya lo tengo dicho, en bastantes ocasiones! Colonizar es atraer, canalizar, formar..., preparando al menor para que asuma sus propias responsabilidades como Nación con Estado, con la mínima dilación posible, nada más llegar a su pubertad como pueblo! Y por lo que respecta a la retirada de vuestra pisita..., ¡una simple consecuencia natural, que no las podíais dejar abandonadas en el extranjero, en libre circulación, distorsionando los cambios de vuestra valuta!

Zamalloa
-En el campo de batalla, por ejemplo en las estepas rusas, te quisiera ver yo, en mis tiempos, que entonces...! ¡Te lo diría si no fuese porque está delante Doña Historia, que es una dama! Pero volvamos al asunto: ¿No es igualmente cierto que hicisteis, inmediatamente después de aquel trueque, un traspaso a francos franceses, en la Bolsa de Tánger, por lo que tuvimos que devaluar, para que no se hundiese, de sopetón, nuestra valuta?

¡Aquello fue una traición, una más; por lo menos, un abuso de confianza! Un abuso incalificable, machiño. Un abuso total; así que va siendo hora de que ajustemos, también, ¡también!, aquellas cuentas, aquellas finanzas. Ten presente, querido morango, y con esto no quiero faltarte al respeto, que conozco muchos secretos de tu Estado, ¡aparte y además de los que he olvidado…!

Doña Historia, ¿verdad que aún siguen en sus ficheros esas cositas a las que me refiero? Por si hubiese cualquier laguna, ahí están las aleyas ciento ochenta y seis y ciento noventa, de la sura segunda, del Alcorán, que claman al Cielo: ¡Combatid en el camino de Dios a quien os combata, pero no seáis los agresores! ¡Dios no ama a los agresores!

¿Lo oíste, mon Professeur? Estás en pecado mortal..., ¡otra vez! Dice tu Libro, ese que tanto parangonas con la Biblia, que Dios no ama a los agresores! ¿Estamos? Tenéis, por consiguiente, sobre vuestra conciencia, aquella agresión, nocturna, alevosa y traidora, la de aquel infamante Veintitrés de noviembre del cincuenta y siete. ¿Tomas conciencia, caminante; percibes que tenéis un Camino, un Camino de Dios, otro, pero copiado, mal copiado, en el propio Al Qurán? El caso es que no lo cumplís; ¡o más bien, poco! ¿Es, o no es, cierto?

El Fassi, argumenta:
-¡Las verdades a medias no sirven en estos juicios de la Historia! Y ya que llegó en el Libro Santo, en el nuestro, a esas aleyas, entiendo que podría pasar a las siguientes…, para no quitar las cosas de su contexto! ¡Aquí las tiene...!

Si Al-lal el Fassi hace que le pasa el Corán, pero muda de opinión y decide retenerlo. Lee, el mismo, y lo hace con mucho énfasis:

-¡Matadlos allí donde los encontréis, expulsadlos de donde os expulsaron! ¡Si os combaten, matadlos, que esa es la recompensa de los infieles!

-Después de esto, en otro párrafo, dice: Se os prescribe el combate, aunque os sea odioso...

Cierra el libro santo:

-¿Queda informado, mon Gènèral? Después de tantos siglos de pleitear con el Magreb pienso que los españoles aún no aprendisteis nuestro Código. Siempre le dolió menos al Contribuyente español subvencionarnos y/o protegernos, por ejemplo en nuestras escuelas, en las coránicas, e incluso pagar espías, que molestaros en leer nuestro Al-Qurán.

Creo que son atavismos remanentes de aquello de Toledo, ¡esa incultura periférica, que no les permitió convivir con nuestra ilustración, de suyo fascinante! Siquiera, en su caso, por lo que se refiere a los gallegos, siempre se consultaron con dos, o con tres, abogados, ¡a la vez!, fingiéndose de la parte contraria. ¡Por hábito, y antes de plantear cualquier demanda!

Zamalloa
-¡Doña Historia, válgame, que este moro me injuria! Ya lo dijo Colón, que les conocía bien, “¡Escurada del Sur..., tormenta segura!”

Historia
-¡No exactamente! ¡Tenga aguante, don Mariano, pues, como militar, y como gallego, le cumple hacerlo así! En todo caso es una imprecisión argumental de este Si Allal. Que yo sepa, los gallegos, además de lo que afirmó este Professeur, siempre se consultaron, a mayores, y también, simultáneamente, con el Abogado de la parte contraria. Eso de un tercero..., ¡tan sólo a veces, en pleitos de mayor cuantía! ¿No si? Habida cuenta de esa praxis, no hay injuria en este comentario, en esta apreciación del Professeur Allal, como usted mismo gusta de llamarle!

Zamalloa, impotente para rebatirle, se encoje de hombros:
-¡Si lo dice Su Señoría, yo, por simple acatamiento...! ¿Dígame, qué puedo hacer? ¡Tendré que decir que llueve...! Pero en este caso, mon Professeur, tendrás que comprender que las Españas son muchas, ¡ni se sabe cuántas pues cada español es el Rey de su propia casa! Y también está aquello de que, caldo de muchas cucharas cuece sin unto, pues todas las dueñas, a vueltas con su garfo, lo olvidan!

Ahora que reparo en ello, ¿estabas aquí para defender a tu Sultán, al Si Muhammad V? ¡Pues mal lo haces, que hasta ahora cuanto dijiste, y cuanto hiciste, fue sólo, y como mucho, para defender tu Islam, tu concepción particularísima, o sea, tu ideario mutante, que tampoco es el de tu Iglesia! En la nuestra, con lo mutable que fuiste, pasando de tu liberalismo inicial al socialismo más cosmogónico en menos de lo que canta un gallo..., ¡ni a obispo llegabas! ¿Ni a obispo, dije? Exageré: ¡Como mucho, a sacristán!

El Fassi
-Esa comparación no es muy afortunada que digamos, mon Gènèral, pues cando se precisó de mi plegaria, siempre hice el papel de Dios de los Ejércitos...; ¡de mi Imán, de mi Sultán; de mi Malik, naturalmente! Y siempre con lealtad; tanta, que incluso le permití que se fuese en aquella ocasión, en un momento tan decisivo, a Estados Unidos, con el pretexto de discutir la Ayuda presupuestada para el Cincuenta y ocho, cargando yo mismo, servidor, aquí donde me ve, con ciertos protagonismos que no tenía asignados. ¡Ni me eran deseables! Entonces, que bien lo recordará pues su memoria tuvo fama de ser homologable con su valentía, toleré que padre e hijo nos llamasen aquello de “Bandas incontroladas...” ¿Bandas, bandoleros, mis fuerzas, mis leales, mis partidarios, mis huestes? ¡Bien sabían ellos, ellos y también ustedes, que yo era poco menos que su alma, su espíritu; su guía espiritual y su mentor político! Esto, dicho en cristiano, significa que en la corte alauita yo he sido su Espíritu Santo, el mismo, ¡en persona, que no en paloma!

Una lealtad así de inquebrantable, como fue la mía, no la prestó nadie a lo largo de la Historia, ¡ni siquiera Guzmán el Bueno! ¡Ni el Guzmán, ni el Cid, y ni casi Munuza! ¡Pregúnteles, pregúnteles, a los tres, bien conocidos de los españoles, que por aquí andarán, alrededor de la Historia, gozando de sus perfumes! Y de paso pregúntele a su Cid...; eso, qué fizo con nuestras alcabalas, con aquella recabdazón ignominiosa...? ¡Ya sabe a lo que me refiero! En mi caso recaudé aquel Impuesto Revolucionario, dentro y fuera de Ifni, dentro y fuera de Marruecos, es cierto, pero fue para correr la pólvora, para una causa noble, la de reconquistar el Gran Occidente, ¡y no sólo Al-Andalus, que mis mapas ya sabe que iban desde nuestro Senegal a su Covadonga...!

Zamalloa, con su retranca galaica, habitual:
-¿Aquí en la Eternidad rindió cuentas de eso..., ante la Historia…; exactas y precisas? ¿Si; de verdad...?

El Fassi
-¡Pues sí, sí señor; si lo hice! De eso, y también de aquellos oros, los de Negrín, que dijo Franco que nos los estaban transmitiendo procedentes del arca moscovita! El sí que moscó..., ¡pero de Marruecos, a cien, que le explotó en las manos! Con aquel impuesto se mercaron las metralletas Thompson, introducidas en Sidi Ifni desmontadas, en sacos que simulaban contener azúcar de pilón, y que, para más seguridad, fueron depositadas como tal azúcar en los almacenes del Banco Exterior de España, en la calle Seis de Abril... ¡Vaya astucia la nuestra, y vaya aduaneros, vaya miopía la suya! ¡Por cierto, qué bien afinadas estaban aquellas Thompson! ¡Qué buena puntería! ¿No si, Mon Gènèral?

Zamalloa, con gestos dudosos, como si se le evaporase la dialéctica:
-¿Bien afinadas…? ¿Y total, para qué, para soltar un pac-co detrás de cada argán, y después echar a correr, tal y como hicieron con el centinela del Polvorín del Cruce, aquel chico de Castroverde, que ni se pararon a rematarle? Tendrías que haberles dicho…; a los tuyos, si, a los tuyos, como hizo tu admirado Wellington a los suyos, a los ingleses, cuando se enfrentó en España a las tropas napoleónicas: “¡Imitad a los inimitables gallegos!” ¿Te olvidaste de que medio ejército procedía de Galicia, o del Simancas, que eran nuestros primos, los asturianos? En cuanto a lo del Cid castellano... ¡Del Cid no te sabes ni el poema, y menos aún su honra! A ver, ¿quién dijo aquello de que, ¡Dios, que buen vasallo si hobiese un buen Señor!?

El Fassi
-Tan bien conozco aquellas hazañas de vuestro Cid que ni puedo olvidar aquello de que, ... y hasta dentro de Toledo - sus moros ha cautivado; / siete mil son los cautivos, -sin otro mucho ganado...

¡Mira que llamarnos..., eso, ganado! ¡Ahí tenemos otro pleito pendiente, en particular aquella mofa de montarle a caballo después de muerto para aterrorizarnos! ¡Otro 23-N, otro caballo de Troya! Pero aún no hemos salido de este…; ahora que recuerdo, el tal Rodrigo, el de Vivar, cando se vio desterrado por su Rey, por su Rey y natural Señor, volviéndose a sus secuaces les prometió una reincidencia de ladrón empedernido: Amigos, si a Dios pluguiese - que a Castilla nos volvamos, / dígovos que tornaremos, - ¡todos!, muy ricos y honrados.

¿Qué me dice de esto, señor puritano...? ¿Se explica por sí mismo, no? Pero más le digo, que estas estrofas..., estas estrofas latrocinas..., tan latrocinas y tan raciales, digo, anduvieron, se plasmaron, en un libro de texto, en una recopilación, escrita precisamente por un paisano suyo, por una especie de torrente…, y como tal, como tal torrente, cambiante; en un libro, digo y aclaro, con el que os franquistas formaban aquel Espíritu Nacional de sus Bachilleres, que por ahí quedará algún ejemplar en cualquiera de los anaqueles de sus Bibliotecas, pues aquellos libracos, en la España de entonces, ¡ya se sobaban poco!

Zamalloa
-Todo eso que refieres, esa difamación, fue coyuntural, circunstancial, y no viene al caso que nos ocupa... ¡Señoría, pido que esta desviación del Espíritu Nacional no conste en Acta!

El Fassi
-¿Coyuntural? ¡No me haga reír, que un musulmán no se ríe de pamplinas! ¡Encima de eso, tienen la cara de seguir hablando, aquí, aquí mismo, por ante la Historia, de la tradicional amistad hispano-árabe? ¡Españoles, españoles todos, que es como decía tu Jefe, el Omnipotente: tenéis la lógica de los mestizos, de los renegados, de los muladíes! Los hechos de esta clase, en nuestra tierra, en el Gran Magreb, se llaman así, sin eufemismos, ¡depredación! ¿Lo oyó bien? ¡De-pre-da-ción!
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Gómez Vilabella, Xosé M.
Gómez Vilabella, Xosé M.


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