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Lugo Ayer (10)

martes, 09 de octubre de 2018
Memorias de un maestro lugués (1)

Yo, Manuel Rodríguez y Rodríguez, jubilado del oficio de Enseñante, residente en Toral de los Vados, provincia de León, comparezco en estas columnas y digo:

Lugo Ayer (10)1.- Haber nacido en Santalla de Rey del Ayuntamiento de Puebla de Brollón, tierra del samoeiro, de la casa de la Troya y que unn compañero, de mayor grado, del Instituto de Enseñanza Media de Lugo me apodaba “el Ostrogodo de Puebla de Brollón”.

2.- Que por los años treinta del pasado siglo comencé y terminé mis estudios de bachillerato y, posteriormente, la carrera de Magisterio en Lugo.

3.- Que tales estudios los comencé en el republicano 1931 con la aprobación del examen de ingreso, más una asignatura que me proporcionó el primer sobresaliente. Y, así, renqueando, por libre, culminé los tres primeros cursos de este grado

Matricularme, oficialmente, en cuarto curso llevaba aparejado mi traslado a un nuevo mundo llamado Lugo, ciudad desconocida ,para mí, por dentro.

Con mi pubertad a cuestas -pensaba- que, para hablar castellano, había de traducir mentalmente mi pensar en gallego con las posible meteduras de palabras cruzadas. Piénsese que, por aquel entonces, -cosas de la vida social- nuestro idioma estaba considerado como el de los rufianes, labriegos o parias, es decir, el lenguaje de la incultura.

Un par de días antes de comenzar las clases y con el fin de aprovechar los residuos de las Fiestas de San Froilán, emprendimos el viaje. Previamente mi padre, de profesión emigrante, gestionó el negocio de la pensión, que dio como resultado unirme a Luis Salgueiro, hijo del maestro de Bóveda que ya vegetaba en tal pensión.

En estas condiciones, allá nos fuimos con los bártulos precisos, incluidos mis borceguíes que chirriaban al andar.

Imagínate, lector, que, de repente, viajas en tren por primera vez, pese a verlo todos los días, a lo lejos, desde el corredor de los abuelos ya que los anteriores viajes para examinarme, los hicimos en el coche de línea y piensa que llegas a una ciudad mayor que Monforte, única que conocía y que, de repente, te internas en un ferial nunca visto; que te suben a unos caballitos de cartón piedra que suben y bajan vendiendo emociones; que un tal Barriga Verde te muestra unos muñecos de trapo que gritaban y que se daban palos hasta matarse. Imagínate todo eso.

Imagínatelo todo porque, con eso y otras sorpresas, que te llegan de repente te ves transportado a otro mundo y no ha de extrañarte entonces que me sintiera el más aldeano de los vivientes, perdido en un barullo social que acojonaba.

CONTINUARÁ...
Esteban, Antonio
Esteban, Antonio


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