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A guerra de Ifni (15)

martes, 21 de agosto de 2018
Querella,

Declarando abierto un Juicio Público,

¡Histórico!

Ahora pónganse en pie y procedamos. ¡Que los escribas, escriban; que los españoles despierten de su sueño imperial; y que los rifeños dejen de rifar, de reñir, que ya no tienen riffáns, (5), de tiempo ha!

Por culpa de la bulla que forman los presentes al ponerse en pie, y por causa de algún silbido que hace la claque, Doña Historia les advierte seriamente:

Historia
-¡Así, no; sin alborotar, pues de pendencias entre moros y cristianos, que se dicen, ¡quif-quif!, hermanos, pero sólo por delante de la gente de fuera, ya estuvo bien a lo largo de mi decurso! Tengan presente que, como Historia que soy, y por ende, neutral, no quiera Dios dejarme caer en las flaquezas de eses seudo historiadores, ¡por doctores que sean!, varones o hembras, ya que muchos de ellos, ¡a las Crónicas me remito!, suelen reconstruir los hechos a medida de su salario..., ¡que no al de su ideario!

Después de eso, instruye:

-Descubran eses retratos, pero con todo respeto, que este juicio se celebrará en rebeldía pues los acusados, citados que fueron en tiempo y forma, o no quisieron o no pudieron acudir:

Mohamed V se excusó diciendo que no da atendido a las huríes, ¡de tantas que le asignaron! Por sus méritos, naturalmente, en el Séptimo, en ese Edén de los Musulmanes. ¡En el sentido caballeresco de la atención, por supuesto! Aclaro todo esto porque noto que algún mal pensado ya soltó su imaginación. ¡Lo que hace no entender de amores platónicos, coránicos; séase, puros y castos, que no es precisamente una virtud española!

En cuanto al señor Franco, -Franquito para los íntimos, para los africanistas-, ese lo que es de mujeres..., desde que padeció en el Protectorado aquella enfermedad voluntaria, nada de nada, en absoluto! Se quedó en el Estrecho, ¡tan estrecho él!, ahí abajo, entre España y Marruecos. Según mandó decir, está ocupado en la pesca del atún, ¡que ahora no tiene quien se los rejunte! Los de la CIA avisaron que está sentado en Ceuta, posado en las cumbres del Monte Hacho, igual igualito que aquel día del Convoy, pero vuelto de cara a Melilla, que así mira para la Roca, de soslayo, ¡a la vez!

Cuando le preguntaron qué estaba haciendo allí abajo, con aquellas brumas, solamente les dijo: Es que bajé, me apeé de los luceros donde hago la guardia falangista, perpetua, en purgación por las que le hice pasar a José Antonio, que no me esforcé por liberarle, pues incluso me lo querían trocar por aquel hijo de Largo Caballero...! Por eso estoy aquí, de centinela alerta, que no me fío de mis testamentarios, ¡que ya no es la primera...!

También le interrogaron, ¡con lo preguntones que son esos de la CIA! -¿Oiga, Mr., de ese supuesto hijo del Glaui..., (6), qué? -¿De ese...? Igual, igualito, que los hijos de la A guerra de Ifni (15)Gran Bretaña..., ¡que son de ellos, muy suyos!

Nadie le entendió, ni los propios historiadores, que por algo sigue inédita su biografía, ¡la auténtica! Por mi parte, yo, que soy la propia Historia, ni capisco, pues la idiosincrasia gallega está por encima de mí...; ¡por encima de la Historia, que ya es decir!

Declarada su ausencia definitiva, retiran la gasa que cubre los retratos de los dos contendientes, Franco y Mohamed V.

Historia
-Recitemos, en este Introito, la primera aleya de la primera azora, que también es válida para los cristianos. Así, con todo respeto:

En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso...

Todos
-¡Alabanza a Dios, que es el Señor de los mundos!

Secretario de Actas, de las gallegas, en un aparte, para su caletre:
-No sé cómo es que dicen que Dios es el Señor de los mundos... De todos, lo que se dice de todos, creo que no, pues aquel Diego García de Herrera ya se proclamaba Señor de la Mar Pequeña, ¡aquella de Berbería! Por parte, nuestro Caudillo opinaba que el enclave de Ifni, séase, la Mar Pequeña, la Nueva, no sólo era de España, sino que, a primeros del Cincuenta y ocho, después de aquella Marimorena, firmó una Ley por la que reclasificaba los Territorios del A.O.E., (África Occidental Española), en dos provincias, Ifni y el Sáhara: Cincuenta y una, y cincuenta y dos, de las de España, según los libros de Bachillerato; ¡y ahora salen aquí, por ante la Historia, con eso de que Dios es el Señor de los mundos...! Que el diablo me lleve si entiendo de propiedades..., ¡a pesar de ser gallego!

Historia
-¡Pueden sentarse! Y procédase a la lectura del Atestado, que está bien atestado…, ¡por lo que abulta!

Un Acusador. En este papel, un Contribuyente español; en adelante, Contribuyente:
-¡Señoría..., yo...!

Historia
-¿Si, señor Acusador? No se corte, que no soy Inspectora de Hacienda, aunque tengamos un cierto parecido; digamos que..., ¡metodológico!

Contribuyente
-En ese caso... Mire, Señora, todo lo ocurrido en Ifni, con Ifni...; ya sabe, con aquella provincia de nuestra África Occidental..., con la que hacía el número 51..., ¡desde que en España se levantó la censura todo es público y notorio! Todo, o casi todo, pues una parte de aquella dilapidación nunca fue a los archivos, ¡y menos al Militar!

Quiero decirles, desde la ocupación armada en aquel distante Seis de abril del treinta y cuatro, gesta del Coronel Capaz, hasta la noche de las metralletas, en aquel Veintitrés de noviembre del cincuenta y siete...; aquella noche en la que triunfó Zamalloa y fracasó aquel Coronel, el tal Ben Hammú...; y también en esa guerra absurda, concluida oficialmente el Veintiuno de abril del cincuenta y ocho pero latente hasta la mismísima arriada de la bandera española, el Treinta de junio del sesenta y nueve...

Este servicio tan vil, tan..., ¡humillante!, se lo impuso España, quiere decirse, su Mandamás, a los valientes legionarios, una fuerza de choque, tan singular, y tan barata, que, de enamorados de la muerte, prefieren dar la vida antes que protagonizar una retirada vergonzosa.

Digo esto, Señoría, porque las páginas del Atestado ya están escritas; escritas, asumidas..., ¡y pagadas! Fueron rubricadas con la sangre de los mejores, en aquellas vanguardias...; ¡por ambos bandos!

Por estas circunstancias, si esto le place, por nuestra parte estimamos conclusa la Instrucción de este Sumario.

¿Señoría, qué le parece si abreviamos el Atestado..., para que salga más barato este pleito, que bastante dilapidamos allá, en Ifni, con esa criatura mostrenca que tan débil resultó? No será cosa de encarecer la peripecia con este rollo macabeo, con esto de la IFNADA. ¿O sí? ¡Digo yo!

Historia
-Admítase, y sea obviado ese trámite procesal. De paso, invitemos a los Defensores para que formulen las alegaciones pertinentes. Ya puede intervenir el Excelentísimo Sr. D. Mariano Gómez-Zamalloa y Quirce. En cuanto a su reseña biográfica, a su Acreditación que también se dice, se la encomendamos al Secretario de Lengua Gallega, esperando que lo haga en conciso, séase, sin circunloquios ni trasacuerdos, tan propios de los galaicos. ¡Procedan en consecuencia!

Secretario
-Sí, Señora, procedo! Este caballero tan..., caballeroso, ¡este militar sin tacha!, nació en Coruña..., y se casó en Monforte! Se vino al caliente, al Cielo, en septiembre del setenta y tres, horripilado por la Retrocesión de su amado Ifni, aunque hubo quien dijo que se pasó al Alén para huir de las humedades...; ¡quiero decir, de las externas!

En Coruña tiene una rúa algo costeña, pero rúa, ¡apta para ruar! Le fue dedicada por sus méritos, por sus servicios castrenses. Sin embargo, por su bonhomía merece algo más, tal que una estatua en el Cantón herculino, y otra en Monforte, en la villa de su mujer.

Nunca atacó con rencor sino por obediencia debida, que de eso dan fe cuantos le conocieron, que aún quedan testigos que lo apreciaron a lo largo de su vida; ¡y creo que alguno de ellos no andará lejos de esta Sala!

Aquí defenderá a su Franco, con nobleza y con valentía, que de siempre fueron sus mejores armas; pero ello no obsta para que tuviese discusiones con su Caudillo, con la inmunidad..., ¡relativa!, que le daba su condición de laureado, que si no, entonces...; ¡entonces te quiero un cuento! ¡Fuertes, si señores! Hasta el punto de que, en una ocasión, ¡histórica!, Franco le mandó un recado, nada menos que por el General Alcubilla, Jefe del Alto Estado Mayor, que allá se fue, de noche, en el primero de los cuatrimotores que aterrizaron en Ifni..., para conminarle que no hiciese la machada de traspasar la frontera española apuntando a Rabat con aquellas Columnas que tan obedientes le eran. ¡Al contrario de lo que le pasó a Silvestre en la Comandancia de Melilla! Zamalloa alegó, por toda respuesta, que la O.N .U. tenía reconocido que en estos supuestos de ataques alevosos es lícito el barud, el combate, traspasar las fronteras para demoler las bases desde las que se lanzó la ofensiva...

Este laureado aún era de los de la máxima medieval..., ¡obedecer, pero no cumplir!, mas, en este caso, conocido el sometimiento, los remordimientos africanistas de su Caudillo..., se acordó de Azaña..., ¡sí, del propio Azaña!: Estará ciego de soberbia aquel que no admita que los moros influyen en España mucho más que los españoles en su Protectorado... Entonces, ante la imperdible, ¡caput!

En un aparte:
-¡Que menos!

Y siguió, subrayando las palabras clave:
-El caso es que aquella eminencia, aquella razón sin razón de don Paco, le dijo que nones. ¡Nones, y punto! Para más inri, lo hizo por boca del General Alcubilla..., ¡que así quedó acubillada nuestra derrota! Pero no fue cosa exclusivamente personal de don Teódulo... (¡Oh Tío Sam, mi querido tío Sam: eres un métome-en-todo!)

Pero volvamos al Atestado..., ¡antes de que lo vacíe la CIA! ¿Que aquí don Mariano, este ilustre, estuvo con Franco en el Treinta y seis? ¡Igual, igualito que la mayoría de los africanistas! Pero eso es de otra Sala de este Tribunal; ¿no lo es? ¿Que fue a la División Azul? ¡Naturalmente que sí, en su natural guerrero!

Don Mariano hacía lo que le enseñaron a hacer: ¡perseguir enemigos! Mejor dicho, ¡hostes! Atacaba los objetivos señalados por sus superiores de la cadena orgánica de mando, ¡pero nunca ad líbitum! Y luego, que nunca hubo un comunista más comunista que el propio Zamalloa. ¿Es, o no es comunismo invitar a whisky, habitualmente, en toda ocasión propicia, a los soldados rasos, y pagar sus rondas, de contado? ¡En él, eso era lo habitual! ¿Cuándo hubo otro semejante? ¡Ni el Gran Capitán llegó a tanto...!

Que en el fondo, en el fondo pero también en la crema, era un hombre bueno, pacífico, se constata con sólo saber que crió un hijo para fraile, y que tanto su nuera como su nieta se llamaban Paz. ¡Eso, Paz, que ya es casualidad! ¡El Dios que lo hizo! Siempre con una vida de hogar...; y en lo profesional sufría visiblemente por el más desconocido de sus soldados, así que hacía las guerras que le mandaban hacer, ¡por acatamiento debido!, obedeciendo y sufriendo con su Cruz a cuestas, ¡con su Laureada!

Zamalloa tiene por costumbre tutear a todo dios; ¡e incluso a Dios! ¡Menos a Franco, por supuesto! ¡Dios lo librase...! También me dijo, ahí fuera, en ese Atrio Celestial, hace un instante, que no piensa cambiar, ni aquí ni ahora, que él no se apoca ni ante del moro Mussa, para cuanto más con este fantoche, con el Fassi!

Dirigiéndose a Zamalloa, que volviera a entrar en la Sala pues Zamalloa no es de los que hurtan la cara:
-Mi General, aquí tiene a su paisano, este Egregio, el de la baraka, sometido, ¡por fin!, a la Historia.

Dirige la vista al cuadro de pared, un retrato de Franco:
A guerra de Ifni (15)-¡Pero qué bajo cayó, don Francisco; talmente por debajo de la Historia, que le cogió la palabra por la Querella de un simple Afilador! Como ya no se puede valer por sí mismo...; ¡ni puede, ni quiere!, tendrá que defenderle su fiel Zamalloa, de nuevo, en los embrollos de Ifni..., como hizo, en aquel entonces, en el propio Territorio, en el de Santa Cruz... ¿No se acuerda? Sí, señor, sí; cuando le zurció, en un zurcido de viejos mosquetones, salvados de la chatarra por su mezquindad... ¿Por la suya, o por la de aquel que afilaba el lápiz personalmente, para mejor aprovecharlo? ¡Ya sabe, aquel Carrero Blanco! Tendrá que zurcirle los errores políticos de sus infalibles Gobiernos, de los que tan orgulloso se sentía usted... ¡Si, usted, el Gran Señor de la Baraka, de la baraka lahufik! (8)

Después de una breve pausa, de un simple respiro:
-Mi General, lo bueno del asunto es que queda constancia de todo esto en Acta del Proveído por la Excelentísima Historia! Dios se lo pague, mi General, y también mi Caudillo, nuestro Cid, por..., ¡por enseñarle a España tantas experiencias, aunque usted quizás no tenga la culpa, exclusivamente, de que resultasen estériles!

Zamalloa le da la mano al Secretario, agradecido, y después, carraspeando, gruñón:
-¡Whisky, whisky para todos; y también para mí, sin hielo! ¡Solo; en vaso grande...! De agua, ni un sorbo, que ya sabéis que procedo de Coruña... Rapaz, este vasito que me traes es del té, de atai! ¡No, de ese no, que prefiero etiqueta negra! ¡Camarero, sobre la marcha: coge aire y saca el pecho, que por algo eres gallego!

Apura el whisky; lo saborea con deleite, y después de eso continúa con su talante de costumbre, mandón y retranquero:
-¡Esto se bebe así, a tragos! En la vida todo va a tragos, ¡que los sorbitos son para los pollitos! Yo llevo muchos, muchos tragos, que incluso enviudé de joven... Por si tuviese poco cáliz, me vino este Contencioso con Marruecos..., ¡de viejo! Tres guerras no hay gallego que las ature; ¡si aún fuesen tres pleitos...! Tres pleitos, sí, pero este es de Mayor Cuantía, ¡en el propio Tribunal de la Historia!

Se dirige a la Presidencia, también carraspeando:
-A modo de preparación, como hacen los artilleros, alego, aquí por ante la Historia, y previamente, contradicción e incongruencia en el montaje de este Proceso. Aquí hay un error, ¡de persona y de siglo! Protesto y pido una corrección, pues para este Contencioso solo es competente la Sala Primera, digamos que, ¡la de los Reyes Católicos!

En cuanto al fondo de la litis, lo tenemos claro en el artículo cuarto, párrafo tercero, del Código Penal entonces vigente: La provocación existe cuando se incita de palabra, por escrito o de imprenta, o por otro medio de posible eficacia, a la perpetración de un delito cualquiera…

Con esto sabido, en este dilema de si hubo delito, o no, hay que empezar estudiando las cosas por sus causas. ¿Decidme, quien fue la inductora de la Ocupación de Ifni? Que se lo pregunten al Defensor de Mohamed V, que ese, además de árabe, sabe latín; ¡latín y francés! ¡Cherché la femme! ¿No si, monsieur Allal? La femme de este asunto de Ifni fue Doña Isabel de Castilla, aquella amiga de los gallegos… ¡La misma! ¿No es cierto, mon Professeur?

Pues, en este caso, para mejor proveer, pido un receso. Y que vayan a Sevilla a buscar el Testamento de Santa Isabel de Castilla. Si, si, el Testamento, y también los Codicilos, aquel protocolo de aquellos Reyes tan montadores… Eso, aquellos del “Tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando!

Historia
-¡Se acepta la propuesta del eximio General Zamalloa! ¡Alguacil, funcione!

En un aparte:
-Con Zamalloa no hay bromas, así que, en este caso, lo más prudente será echarse al suelo, ¡al primero de los avisos! Este dios, este Marte: La de España. La División Azul, donde estuvo de Segundo Jefe del Regimiento 262, que se atrevió con los hielos rusos cuando participó en la Operación Raubtier, destinada a cercar y destruir una bolsa soviética atrincherada al Oeste del río Voljov… ¡Que digo Azul…; blanca, blanquísima, de tanta nieve como aturaron! Y luego este follón de Ifni-Sáhara… Hacen tres, ¡tres! ¡Demasiada especialización...! Este tío es más peleón que aquel que ordenó, Debout les morts!(9)
…/…
Gómez Vilabella, Xosé M.
Gómez Vilabella, Xosé M.


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