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Bélgica, en un tris de romperse

miércoles, 10 de octubre de 2007
Una vez, ya hace tiempo, en uno de mis primeros viajes a Bruselas, me dirigí en francés al director de la agencia de prensa "Belga" y para mi sorpresa él me contestó adrede en inglés, idioma al que no tuvimos más remedio que recurrir en ésta y en posteriores ocasiones. Se trataba de un flamenco que conocía al dedillo la lengua de Moliere pero que se negaba a utilizarla por principio, para dejar claro que no era de cultura francesa.

Consciente de que el flamenco es un idioma minoritario, acudía al inglés en sus contactos internacionales. Así, de pronto caí en la cuenta de la hondura del problema existente en Bélgica entre ambas comunidades, la flamenca al norte y la valona al sur, condenadas a convivir en el mismo suelo pero espalda contra espalda. La sosa y tranquila sociedad belga, tan moderna y acomodada, tenía un gravísimo conflicto de choque de identidades. La cosa fue empeorando. En 1972 la famosa biblioteca francesa de la Universidad de Lovaina, en suelo de Flandes, uno de los grandes tesoros bibliográficos belgas, tuvo que ser dividida en dos siguiendo el alfabeto para poder repartirla entre valones y flamencos, que se la disputaban, y colocarla en dos edificios distintos, obligando a los lectores a desplazarse si querían consultarla en su conjunto... No, no es un chiste belga sino un caso de empecinamiento nacionalista. El lema que campa en el escudo de Bélgica, "La unión hace la fuerza", parece burlarse ahora de sus fundadores, tan irrisorio resulta en estos tiempos que corren. El puzle mal encajado que forma este próspero país creado por la diplomacia en 1830 como colchón entre las antaño enfrentadas Francia y Alemania se halla en un tris de romperse por sus costuras en dos o más pedazos. Tirones no faltan. Es la pugna de dos nacionalismos contrapuestos, ambos católicos, el valón, antes arrogante, despreciativo respecto a su vecino, el flamenco, que quiere ahora tomarse la revancha.

Un caso especial sin duda. Quizás sea demasiado para un territorio de las dimensiones de Galicia donde viven diez millones de habitantes, sobre todo si se piensa que deben dejar además sitio a la creciente aglomeración de Bruselas, capital de la Unión Europea que va camino de convertirse en una ciudad estado. El mortero de flamencos, valones y bruselenses, de intereses muchas veces contrapuestos, no fragua, en realidad ya estuvo a punto de estallar tres veces desde 1978. Y de nuevo se halla hoy en día Bélgica inmersa en una profunda crisis, lleva más de cien días sin gobierno con un sinfín de tentativas infructuosas, abortadas por la imposibilidad de lograr una mayoría estable. Dice el filósofo Bertrand Russell que el nacionalismo puede ser un sentimiento positivo y aglutinante porque mantiene la diversidad cultural; pero si se desmanda, malo.
Acuña, Ramón Luis
Acuña, Ramón Luis


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