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El okupa

jueves, 07 de junio de 2018
He dado el gran golpe de mi vida, piensa un satisfecho Divino Pedro, instalado ya en su ansiada morada La Moncloa, pero ahora me siento como un okupa.

Me miran como si fuera un usurpador, que se apropia de los bienes ajenos‎, que se recrea en el mal de los otros. Mi golpe ha sido genial y le he cortado la cabeza de un solo tajo con nocturnidad y fuera a plena luz del día al Presidente del gobierno.

Me llaman el okupa, como si este caserón fuera de ellos, quiero dejar mis señas de identidad‎ imponiendo mis canchas de basket y sobre todo El okupacon las barbacoas. La bodeguilla de Felipe ha quedado obsoleta, en cambio la barbacoa suena a la dorada California, con todos mis compañeros bebiendose birras y mascando tajada va y salchicha viene.

Entonces me conocerán como el okupa de la barbacoa, que bien suena me relamo de gusto y para seguir con el sello de mi modernidad le voy a decir a mi esposa a mi bella rubia, que está exultante como mis hijas infladas de placer, que se pase por IKEA y se traiga unos cuantos muebles de esos desmontables para alegrar estos insípido salones.

Tengo que preguntarle a la Colau, que me informe sobre su movimiento contra los desahucios‎ repleto de okupas sobre sus personalidades y preguntarles si es verdad que no se lavan y huelen mal, cosas de la derechona. También a la inefable Carmena rodeada de okupas de lujo a quienes mima y colma de dadivas.

No se entiende mi épica digna de los mejores traidores de la historia, quienes apuñalaron por la espalda o envenenaron como los Borgia del R‎enacimiento. Yo soy como Bruto quien asesina a Julio César para salvar a la República. He eliminado a un hombre, eso sí sin sangre, que ya no se estila, odiado por millones de españoles, era el hombre de la fariña de la corrupcion.

Sin embargo me siento extraño al ponerme los vestidos y los zapatos de Rajoy y seguir su política, sus presupuestos, su política exterior y su política catalana, con su temible 155.

He sido oportunista y como el Mandela de Pozuelo me he encumbrado. Y a vivir que son tres días. Es verdad que la traición tiene su precio, pero a veces los dichos populares se equivocan y puede afirmarme como un condottiero sin tacha.

Tendré que ir a un psicólogo, a poder ser argentino, que tienen mucha labia, para quitarme este síndrome del okupa, de ver en sueños el hectoplasma de Rajoy maldiciéndome, en casa me dicen que se me pasara, que tenga paciencia.

El okupaEmpezaré a elegir mi cancha de baloncesto para jugar tratando de engañarle con el prócer de La Navata mi amigo Pablo y su dulce media naranja, mejor sería limón sonsacandoles sobre su nueva vida de pequeños burgueses y consultandoles sobre la ubicación de las barbacoas.

Yo Pedro apodado El Divino soy el okupa de las barbacoas.

Joaquín Antuña
joaquinant@hotmail.com
Antuña, Joaquín
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