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Mundo descafeinado

miércoles, 02 de mayo de 2018
La mayoría de la gente huye de conversaciones profundas y uno no sabe si es porque tiene miedo a cambiar sus ideas, si huye de ellas porque considera que no tiene suficiente formación, o si, simplemente, prefiere otra cualquiera absurda y vacua. Creo, sinceramente, que la mayoría prefiere la última y se niega a reflexionar sobre la realidad sin poder razonar su postura.

Las dos primeras pueden ser superadas por una persona inteligente y tienen remedio sencillo. La última, para mí, resulta ser propia de imbéciles, y por lo visto hay tantos, que sonmanada, capaces de llevar al mundo por derroteros tan necios, que es muy probable que acaben destruyendo el planeta. Si somos capaces de dejarnos gobernar por Trump, Putin o el norcoreano es porque somos lo suficientemente tontos. Pero a la gente no parece importarle eso demasiado, aunque sea sumamente peligroso.

Y es que vivimos un mundo absurdo de superficialidad y vacío sin que nos esforcemos en darle sentido a la vida y sin encontrar argumentos para enseñar a generaciones futuras. A mí me da la sensación de que esta juventud llega a su mayoría de edad maleducada por unos padres inconscientes para los que lo importante es el estatus, el dinero, sus relaciones, su coche y un sinfín de estupideces varias y hasta se les inculca la soberbia y la vanidad, como si fuesen virtudes, y por el contrario se menosprecia cualquier consideración que trate de reconducir el camino.

Hablar hoy de valores y recomendar el valor de la ética parece una antigualla sin sentido cuando ambos, valores y ética, siempre en evolución, han de servir eternamente al individuo para vivir con dignidad. ¡Qué pobreza es vivir ajeno a ellos!

Observo con frecuencia como muchas personas lo primero que miran en su interlocutor, al ser presentados, es su atuendo, su color político, su posición social, su capacidad de deslumbrar o no con dinero y hasta su procedencia. Es decir, te hacen una ficha para ver si puedes formar parte de su sociedad. ¿Quién te ha dicho, imbécil, que a mí me interese tanta estupidez? ¿Cómo es posible que los indicadores de medición de la valía de una persona sean esos? Las personas se miden por otros parámetros y sería preciso olvidarse de esas bobadas.

Para mí resulta muy interesante valorar a las personas por su personalidad y no su dinero; por su saber y no sus carreras; por su discreción y no su altanería; por su coherencia y no su atuendo; por su posicionamiento y no su oportunismo; por su inteligencia y no su color político; por su lucha y no por su inmovilismo; por su humildad y respeto y no por la intransigencia y la descalificación…Pero claro, eso necesita reflexión, autocrítica y una serie de consideraciones que no parecen estar de moda. Por eso le digo a mis queridos lectores que vivimos un mundo descafeinado, vacío, absurdo, pretencioso… y sobre todo falso y mentiroso.

No me extraña que alguien se deprima con tanto tonto. Pero eso es lo que quieren los que mandan, los que pudieran cambiarlo, los que prefieren el partido de fútbol, los que crean opinión y se callan. Siento decirles que tanta estupidez se merece ir a la mierda (Aquí mierda no es grosería, sino que recobra su auténtico significado).

Porque, Señores, si la verdad no está de moda, hay que ponerla; porque a los hijos hay que encauzarlos para la vida con argumentos sólidos, que no son ni el dinero, ni la fama, ni tanta basura hedonista. Los chavales han de saber, por ejemplo, que el alcohol o las drogas matan y que quien trafica con ellas es un asesino. Y no hay matices. Pero también conviene recordar que, siendo necesario el dinero para vivir, los métodos para conseguirlo han de ser lícitos. Que la vida, desgraciadamente, nos aboca a la emigración o a situaciones duras y hay que afrontarlas con coraje y esfuerzo. Es necesario que huyan del inmovilismo y la vida regalada que sólo trae vicio e ignorancia. Conviene que se fijen en los demás y vean la realidad, porque es un libro que necesitamos leer continuamente. Es urgente recobrar la solidaridad y abandonar el nefasto egoísmo, es preciso luchar por cambios sociales donde todos seamos capaces de vivir con dignidad.

Es necesario cambiar costumbres y maneras de vivir para respetar a las mujeres o a personas de otros lugares y habituarnos a vivir acorde a los tiempos.

Y mientras todo esto y mucho más no lo practiquemos seguiremos teniendo un mundo descafeinado y yo creo que es mejor el otro.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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